LA LLEGADA DEL INVIERNO
Cuando Anu creó a Lamfahda y lo mandó descender a Goria, como sucede con las cosas forjadas a través de deseos, hay un precio que pagar. ¿Quién se cobró el precio? Nunca lo sabremos, pero hay poderes más profundos trabajando entre los mundos que ni los dioses ni la diosa podían abarcar. Lamfahda nació del calor y la luz, y acumuló gran energía en sus viajes, de modo que a su paso dejaba una estela de frío. Su camino desde la Tierra Eterna a Goria dejó desolación tras él; no un oscuro y helado páramo, sino un puente arcoiris de brillante hielo. El puente sólo podía ser visto desde ciertos ángulos, y la gente de Goria no podía verlo desde su perspectiva. Tampoco Anu podía verlo desde su reino celestial. Tampoco los Fomorianos podían verlo desde Lochlann, ni siquiera los Fir Bolg, o incluso Crom Cruich, desde el infernal mundo de Anwyn. Nadie en toda la creación podía verlo, excepto los habitantes de un solo mundo: los Vanir de Midgaard. El mundo de Midgaard era un reino desolado, y quizá fue la invernal naturaleza de los Vanir lo que permitió que viesen el puente. Midgaard era un lugar de invierno eterno, donde los espíritus de los yermos acechaban en los bosques congelados y la estéril tundra.
Los Vanir eran tres pueblos diferentes, viviendo unidos como si fuesen uno. Los primeros eran los Enanos, hombres pequeños y robustos, de fuertes brazos y frondosa barba. Los enanos eran mineros y cazadores, así como muy bueno herreros. En segundo lugar, estaban las Valkirias, que eran feroces guerreras aladas, de estatura similar a los Enanos. Los Enanos tomaron a las Valkirias como esposas, ya que no había mujeres Enanas, y las Valkirias tomaron a los enanos por esposos, ya que no había Valkirias hombre. Las Valkirias vivían en los altos picos de las más altas montañas de Midgaard. Finalmente estaban los Jotun, los gigantes del hielo, que eran luchadores temibles. En Midgaard los Vanir vivían en tribus cerca de las quebradas costas, donde pescaban y cazaban a feroces bestias de las profundidades marinas. En determinados momentos del año, mandaban cazadores tierra adentro para encontrarse con los incontables rebaños migratorios de alces y ciervos blancos. Los cazadores mataban suficientes animales para alimentar a su tribu hasta que volviesen a pasar los rebaños. Muchas criaturas del crudo invierno acompañaban a los Vanir en estas expediciones, como los osos, cuervos y lobos, y cada tribu tenía una especial afinidad con un espíritu animal concreto. Las tribus más aventureras vivían de su ingenio, construyendo enormes barcos Dragón que navegaban por los fiordos y llevaban a sus tripulantes a una vida eterna de viaje y aventura. Saqueaban y quemaban los asentamientos costeros para después continuar en sus viajes. Nada complacía más a los incursores Vanir que contemplar la sangre roja sobre la nieve blanca, y el brillo de los incendios en la costa mientras sus barcos se alejan hacia el crepúsculo.
Fueron estos grupos de incursores los que descubrieron el puente de hielo, y lo llamaron Bifrost. Los Vanir navegaron con sus barcos Dragón a través de Bifrost, y descubrieron que llegaban a un extraño mar cubierto de densas brumas. Cuando la bruma se desvaneció, los Vanir se encontraron en las aguas que rodeaban la costa norte de Goria. Lanzando incursiones contra los asentamientos costeros que encontraron, conocieron a los Gael y a los Sidhe como feroces oponentes. Incluso lanzaron incursiones tierra adentro, donde se encontraron a los Fir Bolg y los Fomorianos. Goria parecía un mundo enormemente fértil para ellos, y había un gran tesoro que debía ser saqueado de los ricos asentamientos. Los Escaldas rúnicos de los Vanir decidieron que este mundo era un regalo de los dioses Vanir del invierno y la batalla, incluso aunque fuese demasiado cálido y húmedo para su helada sangre. Los Escaldas rúnicos eran sabios ancianos Vanir que conocían los secretos del Futhark, la escritura rúnica de poder que había sido otorgada por los dioses.
La flota Dragón de los Vanir se retiró por un corto periodo de tiempo, y entonces regresaron en gran número y trayendo muchos más barcos. Los Vanir pretendían hacer esta tierra suya, y trajeron monolitos mágicos en sus naves. Estos monolitos, llamados Vettarstane en el lenguaje de los Vanir, eran enormes bloques de granito, tan grandes como los Lia que los Gael utilizaban para marcar sus lugares ceremoniales. Los Escaldas vinculaban a estas piedras los espíritus de los yermos de Midgaard con runas sagradas Futhark, y los Jotun, los gigantes del hielo, cargaban con estas enormes piedras desde las naves Dragón hasta Goria, donde los espíritus atrapados traían ventiscas y congelaban la tierra. Las fuerzas del invierno habían llegado a Goria para reclamar la tierra a los hijos de Anu.
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