martes, 15 de marzo de 2011

El Mundo que Murió en una Noche


Hace años, el mundo de Chicano estaba situado en el centro de un rico sector comercial en la parte oriental del Imperio conocida como Segmentum Ultima. Los cielos de Chicano estaban manchados continuamente por las estelas de vapor de las lanzaderas mercantes que transportaban las valiosas cargas del carburante mineral a las estaciones orbitales de comercio que se encontraban más arriba, en el espacio. Las astronaves de todo el sector hacían escala regularmente en Chicano: sus tripulaciones asistían a las frenéticas subastas de carga, mientras los Capitanes Independientes esperaban en órbita la oportunidad de hacerse con algún contrato lucrativo. En el propio planeta, las máquinas mineras y las incansables bombas de combustible trabajaban la áspera roca, exprimiendo del subsuelo las riquezas del planeta.

Dominándolo todo estaba el gobernador Xian Torus, soberano hereditario y monarca absoluto sobre todo y todos los ciudadanos de Chicano. Fue él quien aprobó que el título de Señor Minero fuera hereditario, y quien permitió a las familias navieras legar sus astronaves y contratos a sus hijos primogénitos. A medida que el mundo prosperaba, el Gobernador y los Señores de Chicano prosperaron; la población del planeta se enriqueció y disfrutó de gran bienestar.

Hoy Chicano es una roca estéril donde un puñado de desesperados salvajes intenta sobrevivir entre las ruinas de las florecientes ciudades del pasado. Los cielos de Chicano son de un azul puro, y cuando una astronave cruza el cielo nocturno, ese acontecimiento es contado como una rara maravilla. Ahora Chicano es conocido no por su riqueza, sino por ser el Mundo que Murió en una Noche.

Despojándose de sus aspectos diarios, cientos de miles de grupos de adoradores de Tzeentch se revelaron como lo que realmente eran: tanto señores como proletarios, los seguidores del Caos se habían infiltrado socavando el gobierno de Xian Torus de muchas formas, incluyendo literalmente. Máquinas mineras habían abierto túneles por debajo del palacio real, conducidas por las frenéticas manos de los adoradores, de forma que el palacio y gran parte de la capital se hundieron en un profundo abismo y desaparecieron para siempre.

Tan pronto como la ciudad se hundió, millones de adoradores surgieron de sus escondrijos para destruir lo que quedaba en pie: los empleados de los Príncipes Mercantes, los criados de los Señores Mineros, los guerreros del ejército de Chicano e incluso algunos de los ministros en los que Xian Torus más había confiado, revelaron con quién estaban sus lealtades reales.

Y de las profundidades del Espacio Disforme llegaron las carcajadas enloquecidas del Señor del Caos, Tzeentch el Cambiante, y sus adoradores se regocijaron al oírle; por primera vez sabían en sus corazones lo que habían hecho.

              Del Manual de Equipo de Warhammer 40.000, Segunda Edición

5 comentarios:

  1. mola el relato, aunque lo que se cuenta parece mas propio de la Legión Alfa que de los seguidores del señor del cambio.

    Un saludo!^^

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  2. ¡Gracias por pasarte!
    Creo que en la Legión Alfa también había adoradores de Tzeentch, según la trilogía de las guerras de la Inquisición. Me pongo a releerlo para confirmarlo.

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  3. Pese a que muchas cosas hayan tomado un mejor cariz (reglas, codex...) nunca se volverá al espiritu y el talento de la 2ª Edición.

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