LA PRIMERA FUNDACIÓN
Al haber llevado la muerte a la tierra, Anu debía hacer que esta renaciera cada siete ciclos, o el veneno de Crom Cruich acabaría con Goria. A pesar de que lloró al hacerlo, ordenó a los Fir Bolg que sacrificasen a Arawn, y que un nuevo Dios Cornudo sería elegido como su consorte. Así llegaron a ser las cosas, con el viejo Dios Cornudo dejando sitio para el nuevo cada siete ciclos, para que el mundo pudiese renacer de nuevo. En el momento señalado, el consorte de Anu debía ser llevado a la Gruta Sagrada para retornar a la tierra. Los Altos Sacerdotes Fir Bolg debían dar al Dios Cornudo su última comida de gachas de trigo, preparadas por las sacerdotisas. Las gachas contenían las treinta bayas de la diosa y el Trigo Negro.
El Trigo Negro fue el regalo de Anu para que los mortales pudiesen contemplar la Tierra Eterna, y comer pan o gachas hechas con el Trigo Negro separaría el espíritu del cuerpo del comensal. Entonces, el espíritu podía viajar por un breve periodo de tiempo a la Tierra Eterna, e incluso a otros mundos más allá. De todos esos mundos Anu no sabía nada, pero a través de sus sacerdotes comenzó a conocerlos. Si el Trigo Negro era usado incorrectamente, o si el que lo comía no era un sacerdote ordenado, el espíritu se podía perder en su viaje, o ser atrapado por espíritus malvados. Cuando esto sucedía, los espasmos de muerte interrumpían el trance, y la muerte venía a continuación. El cuerpo no podía vivir mucho sin el espíritu.
Las gachas que le daban al Dios Cornudo en el último día de su reinado contenían una dosis fatal de Trigo Negro, y su espíritu regresaba a la Tierra Eterna para residir con Anu por toda la eternidad. Cuando los espasmos de muerte terminaban y el espíritu del Dios Cornudo pasaba a la Tierra Eterna, su cuerpo mortal era colgado por los pies de las ramas del Árbol de la Vida. El Árbol de la Vida crecía junto a un estanque cristalino lleno de salmones, y aquí el Dios Cornudo retornaba a Goria, nutriendo las raíces del árbol y los salmones del estanque, renovando la tierra y lavando el veneno de Crom Cruich. Esos salmones eran llamados los Salmones de la Sabiduría, y Anu tenía prohibido a sus hijos comerlos. Las sacerdotisas de Anu tenían como misión sagrada custodiar el estanque. Se decía que si alguna vez alguien comía el salmón sagrado, obtendría un gran conocimiento, pero pagaría un precio terrible por él.
Cada uno de los Dioses Cornudos de Anu la sirvieron de un modo diferente, permitiendo a la tierra crecer y prosperar, y lavando el veneno de Crom. Anu amó a cada uno de sus consortes a su propia manera, y cada uno de ellos trajo un aspecto diferente a la renovación de la tierra. El decimotercer Dios Cornudo se llamaba Cernunnos. Cernunnos era inteligente y ambicioso, y durante su tiempo asignado fue un inspirador y enérgico Dios Cornudo. Cuando llegó su momento, no deseaba regresar con Anu. Tenía aún mucho que hacer como Dios Cornudo. Quería construir un gran imperio para los Fir Bolg, y gobernarlos con justicia, y superar la muerte en la tierra.
Crom Cruich se presentó a Cernunnos en una visión, en la víspera de su sacrificio. Sin conocer la verdadera naturaleza del gusano, Cernunnos preguntó a Crom cómo podía burlar a la muerte que le aguardaba, y construir un reino justo para los Fir Bolg. Crom le contó que el secreto estaba en los Salmones de la Sabiduría. Anu no quería que sus hijos aprendieran los secretos de la vida sin muerte, porque así se liberarían de su tiranía. El juicio de Cernunnos estaba nublado por su deseo de inmortalidad, y eligió creer a Crom. Sin perder más tiempo, Cernunnos sedujo a la sacerdotisa que guardaba el estanque, con encanto y engaño. Su nombre era Ceridwenn. Ceridwenn y Cernunnos sacaron los salmones del estanque, y prepararon un gran festín de caldo de salmón para los Fir Bolg en el Caldero de la Diosa. Creyendo que era la última comida de Cernunnos, los Fir Bolg comieron el salmón, y la furia de Anu no conoció límites. Al comer el salmón, los Fir Bolg aprendieron los secretos de la Necromancia, el arte de la muerte. Anu apareció ante sus hijos, y los repudió por su crimen.
Los maldijo con la inmortalidad, pero era la inmortalidad de la muerte eterna, no la vida eterna, así que sus cuerpos se pudrieron, y el viento aullaba entre sus costillas. Anu reservó tormentos especiales para Cernunnos y Ceridwenn, que la habían traicionado y estaban detrás de la revuelta. Hizo a Cernunnos impotente por haberla engañado, y volvió loca a Ceridwenn, ambos ahora incapaces de morir para escapar al juicio de Anu. Y las travesuras y el odio de Crom Cruich habían llegado demasiado lejos. Anu desterró al gusano de Goria, a un mundo de horror y sufrimiento llamado Anwyn. Este lugar había sido descubierto por los sacerdotes Fir Bolg en sus viajes espirituales, en los más terribles y tormentosos.
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