Escuchad
mi canción: ¡ah, como suena mi
flauta! Escuchad mi llamada,
mortales, y
no penséis en lo que os espera en las sombras
hacia
las que os atrae mi canto de sirena.
Venid, hombres, venid, ratas,
venid, criaturas de la oscuridad. No oigáis los gritos de
aquellos
que han marchado por delante de
vosotros, no miréis al borde del
abismo hacia
donde os llevan los pasos de este baile.
Danzad
al son de mi flauta, incluso si vuestros pies están en carne viva y
sangrando.
Sonreíd conmigo, incluso si es la sonrisa de
las
calaveras y vuestra piel se despelleja.
Reíd conmigo, aunque os
atragantéis de bilis.
Por que todos sois mis marionetas, y os
guiaré en una alegre danza.
La
alegre danza de la muerte.
V
Lóbrego
y legamoso, el río pasaba lentamente
bajo el puente de piedra.
Mientras Marius miraba por encima del derruido parapeto de piedra,
el
pálido e hinchado cuerpo de alguna bestia mutante
apareció
brevemente sobre su superficie antes de
desaparecer rápidamente en
sus profundidades.
“Nuestra
búsqueda casi se ha completado, Hensel,
-dijo el Cazador de Brujas,
señalando al almacén en
ruinas y a los muelles hundidos en la otra
ribera del
río-. Se dice que el Mancillado y sus lacayos no
muertos moran aquí, cerca de la podredumbre del
Caos”. -Indicó
al miasma que se producía en el
lugar de impacto del meteorito.
Vapores verdosos
teñían la niebla que recorría las callejuelas y
se introducían en los rotos cascarones que eran los edificios
derrumbados. Aquí la devastación era aún peor, y
cuando llegaron
a la mitad del amplio puente pudieron ver que este área de la ciudad
había sido
aplanada a lo largo de muchos cientos de metros
por la
colosal detonación de la caída del cometa. Detrás suyo escucharon
una serie de gritos torturados.
“Alguien
está metido en problemas. Deberíamos regresar y ayudarle”,
sugirió Hensel mientras miraba
hacia atrás.
“No
quiero distracciones ahora. -contestó Marius,
con sus ojos
firmemente fijados en su objetivo.
Cuando
los torturados gritos alcanzaron un aterrorizado crescendo, Marius
miró atrás por un breve
momento
antes de continuar atravesando el puente
-He hecho tanto de lo que
odiaba, todo en nombre
de Sigmar. He saqueado las ruinas, he
utilizado mi
espada contra otros hombres. Por los dientes de Sigmar,
incluso he vendido fragmentos de esa odiosa
piedra bruja para
conseguir más hombres y así
cumplir mi misión ¡Nada me detendrá
ahora!”
En
cuanto entraron en los muelles, un extraño
murmullo recorrió el
aire. Heinrik, que exploraba
en
avanzada,
dio
regreso la carrera,
saliendo de la niebla. Tenía los ojos
desencajados
por el terror y tropezó, cayendo de rodillas. Detrás
de él unas sombras surgieron de la niebla. Arrastrando los pies
incesantemente apareció un grupo
de tres Zombis, impulsando sus
retorcidos cuerpos
y con los ojos mirando vaciamente hacia arriba.
La
piel de los Zombis colgaba de los propios huesos,
desgarrados y
rotos en algunos lugares. El estómago de una de las criaturas No
Muertas había sido
desgarrado, y los órganos internos se salían
por el
agujero brillando con fluidos enfermizos. La cabeza
de otro
había sido completamente aplastada, y su
piel estaba pelada,
revelando el hueso machacado.
El hedor de los cadáveres pudriéndose
llenaba el
aire, y el raspar y chasquear de los huesos y los
tendones podía oírse junto a los estertores procedentes
de los
labios muertos de los Zombis.
Un
aullido bestial desgarró el aire, y unas cuantas
formas lupinas
aparecieron detrás del grupo, con
los
ojos reluciendo con un brillo rojo.
Mientras
el grupo de humanos retrocedía ante los Zombis,
los Lobos
Espectrales empezaron a rodearlos con un
instinto para la caza que
les animaba más allá incluso del velo de la muerte. Resonaron unos
bajos
gruñidos procedentes de sus fauces, mientras se
acercaban
con sus sucios pellejos brillando con un
fulgor sobrenatural.
Durante un momento, el grupo
se quedó inmóvil por el miedo, antes
de que un
virote de ballesta surcara el aire para enterrarse en el
pecho del Lobo Espectral más cercano. La bestia se
derrumbó en el
suelo y después se alzó de nuevo,
agarrando el astil del virote
con los dientes y arrancándoselo con un giro de su cabeza.
Como
si se hubiese roto un hechizo,
los mercenarios
empezaron a actuar.
Heinrik empezó a
recargar
la ballesta, mientras
Lapzig y Hensel
se
abalanzaban contra los Zombis con sus armas
preparadas para el
ataque. Marius sacó una pistola
de su cinturón y apuntó contra el
Zombi más cercano. Su dedo apretó el gatillo con fuerza, y por un
momento la niebla se iluminó con el resplandor de
la pólvora
encendida. La bola de plomo entró por el
ojo del objetivo del
Cazador de Brujas y explotó al
salir por la parte trasera de su
cabeza podrida,
esparciendo sus sesos por toda la calle. La
criatura
cayó sobre una rodilla, y después levantó la vista
hacia Marius con el ojo que le quedaba. El Cazador
de Brujas no vio
ninguna emoción o pensamiento en
aquella mirada, sólo la sumisión
absoluta a la voluntad de su controlador. Apuntó con su otra
pistola
a la rodilla del Zombie dañado, y éste se colapsó en
uno
de los fétidos charcos que inundaban la calle.
Cuando
miró a su alrededor para comprobar cómo
se desarrollaba la
batalla, Marius detectó un movimiento en una de las callejuelas
laterales. Asiendo
firmemente su sable, atravesó la niebla a la
carrera,
enfrentándose cara a cara con uno de los lacayos del
Mancillado. Al principio Marius creyó que era otro
Zombi. Su piel
estaba cubierta de ampollas reventadas y sus ojos eran amarillos y
reumáticos. Entonces
el Cazador de Brujas se dio cuenta de la
chispa de
inteligencia en los ojos de su adversario, y éste lanzó
un grito demasiado humano mientras blandía una
primitiva maza.
Marius esquivó con facilidad el torpe ataque y enterró su sable
hasta la empuñadura en
el estómago de su oponente. Unas uñas
rotas arañaron su cara y cuello durante un momento antes de que
el
hombre muriera finalmente, con su último aliento
saliendo de sus
labios como un susurro.
Sacando
el sable de aquel cuerpo, Marius dio un
paso atrás y echó el
cuerpo a un lado de un empujón.
Se sentía lleno de un sentimiento
de triunfo. Pronto
mataría al Mancillado y podría abandonar este
miserable lugar de locura y podredumbre a los locos e
idiotas que
proliferaban aquí.
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