Novena Entrada
Cruenta batalla
La defensa estaba preparada y motivada. No eran muchos los efectivos de que disponía Piotr, pero estaban adecuadamente preparados y motivados para luchar por sus vidas y las de sus seres queridos. Ni siquiera llegábamos al centenar de hombres, pero confiaban en la resistencia de sus muros, en las trampas ocultas del camino, en sus armas y en las esperanzas que les habíamos proporcionado. Dos unidades de lanceros situados en las partes altas del muro aguardaban la embestida, mientras que Piotr aguardaba junto con sus mejores hombres tras las puertas de la aldea. Además, Piotr había estado reservando una sorpresa hasta el final: un cañón imperial había sido colocado en las inmediaciones de su vivienda, en el lugar idóneo para que la radio de acción de éste abarcase todo el campo de batalla.
Grimnioz se había unido a la unidad de lanceros que protegía el flanco derecho, mientras que Heinrich había preferido situarse en solitario sobre el muro, en un punto en el que podría atacar al enemigo y proteger a nuestros aliados. Por su parte, Fiona eligió quedarse tras los muros con el fin de sanar con sus hechizos a los heridos. En cuanto a mí me situé en el flanco izquierdo junto con los ballesteros y arqueros, ya que era el punto más propicio para ello.
Apenas dos horas después del amanecer se hizo visible el ejercito de hombres-bestia en formación y preparados para atacar. Los primeros en avanzar fueron los minotauros, seguidos de los gors, centigors y demás efectivos de los hombres-bestia. Un grupo de arqueros lanzó una oleada de flechas que lograron herir a dos de nuestros lanceros. Al otro lado del batallón, un cigor intentaba lanzar una enorme roca hacia la parte del muro en que se encontraba Heinrich, pero por fortuna a la torpe bestia erró el lanzamiento, dejando caer el pedrusco a sus pies. Entre las unidades pudimos distinguir la figura del chamán hombre-bestia Grindel que, tras un movimiento de su báculo lanzó un hechizo que consiguió derribar a otros ocho de nuestros hombres.
La reacción de nuestros magos no se hizo esperar. Tras situarse en posiciones más estratégicas procedieron a sanar con sus hechizos a varios de los hombres que habían resultado heridos. Piotr dio la orden de disparar. Mientras que los escasos arqueros y ballesteros abatíamos a dos hombres-bestia, el artillero logró abatir un total de cinco mastines del caos que se aproximaban de un certero disparo que terminó por impactar de lleno sobre el zigor, dejando a este fuera de combate.
El impacto del cañón sobre los mastines hizo que estos se desviaran de su rumbo inicial para toparse de lleno con uno de los fosos llenos de estacas. Otro de los mastines cayó en su interior, y con él otros dos hombres-bestia que se encontraban a su lado. De nuevo los arqueros gors lanzaron sus flechas pero no obtuvieron ninguna baja. Mientras gors y centigors avanzaban, Grindel continuaba castigando con sus hechizos a nuestros hombres, logrando abatir a otros cuatro de ellos.
Heinrich se esforzaba mucho en su labor, y aunque aparentemente le costaba gran esfuerzo controlar los vientos de la magia su pericia como mago logró evitar que Grindel lanzase más hechizos por el momento. Por fortuna para nosotros, los ungors que se acercaban cada vez más a las puertas de la aldea erraron sus disparos. Heinrich pareció desistir por el momento de emplear su magia para mermar las fuerzas del oponente y optó por utilizar su pistola contra los minotauros que corrían hacia nosotros. Grimnioz también descargó su arma y de la parte alta de la aldea resonó un nuevo cañonazo, pero ninguno de ellos tuvo éxito aparentemente. Sin embargo, mis flechas y las de mis compañeros lograron abatir unos cuantos centigors más, haciendo huir al resto de ellos.
Las bestiales tropas consiguieron por fin llegar a los pies del muro y dio comienzo una carnicería en la que los hombres-bestia caían más fácilmente debido a la desventaja de su posición. En el proceso de ataque observé cómo dos gors más caían en los fosos llenos de estacas, pero me quedé boquiabierto cuando los observé salir arrastrándose para volver a unirse a su unidad. La estampida de gors arremetía contra la puerta que a duras penas aguantaba. Sin duda, ver el cuerpo del ogro-dragón que tenían a su lado minaba sus ánimos a la hora de golpear. Sin embargo Grindel continuaba haciendo
estragos y la unidad que se hallaba junto a Heinrich había sido reducida a tan solo dos valerosos hombres que asombrosamente aguantaron su posición.
Por fin la magia volvía a sonreír a mis compañeros, y mientras Fiona ayudaba a reponerse a cuatro lanceros, Heinrich fulminaba con sus hechizos a los minotauros, dejando tan solo a una de las criaturas en pié aunque gravemente herido. Mientras tanto, varios hombres empujaban un enorme caldero lleno de brea caliente y lo arrojaron sobre la unidad de gors que protegía a Grindel, forzándolos a una retirada estratégica. El charco de brea se extendió hacia otra unidad de gors en el flanco derecho, haciendo que otros cuatro hombres-bestia cayeran en la charca ardiente mientras se retorcían de dolor. La unidad de ballesteros logró por fin acabar con el minotauro que aún quedaba en pié, mientras que mi unidad de arqueros disparó junto con los de Piotr, logrando acabar con la practica totalidad de los gors que protegían a Grindel, dejando al chamán con su oficial y su músico como únicos compañeros. La unidad de gors que se había quedado rezagada tomó el relevo y se dirigió con furia hacia las puertas de la aldea. Sonó un nuevo cañonazo y otros cinco hombres bestia saltaron en pedazos.
Las nubes de tormenta seguían concentrándose sobre nuestras cabezas, señal de que algo siniestro estaba a punto de suceder. Grindel lanzó otro de sus mortales hechizos contra Grimnioz, que por lo que parecía estaba realizando un gran trabajo despeñando cuerpos de hombres-bestia desde el muro. Por fortuna la destreza de Heinrich a la hora de manipular los vientos de la magia evitó de alguna manera que el chamán tuviese éxito en su intento. Empleó sus reservas de energía en lanzar un segundo hechizo, pero no ocurrió nada que yo pudiese apreciar.
Por desgracia la puerta se encontraba ya en pésimas condiciones y terminó de ceder, permitiendo a los hombres-bestia entrar en el interior de la villa. Los hombres de Piotr ya habían dejado sus arcos y preparado sus espadas, y estaban listos para la contienda final. Los hombres que se encontraban con Grimnioz ya habían acabado con el último de los hombres-bestia que atacaban por el muro y se prepararon para flanquear a la unidad de gors que había conseguido traspasar las puertas.
Fiona redoblaba sus esfuerzos y parecía estar exhausta, pero gracias a ella cuatro hombres pudieron volver a ponerse en pie. Pareció darse cuenta de que en el lugar en que se encontraba corría peligro, pero antes de retirarse fortaleció más a los luchadores. Era evidente que la presencia del chamán era demasiado peligrosa, de modo que volví a dar la orden de lanzar una oleada de flechas más. Sonaron gritos de júbilo cuando Grindel y el resto de su escolta cayeron al suelo ensartados por nuestras flechas, gritos que quedaron ahogados por el estruendo del cañón. El artillero volvió a afinar la
puntería y esta vez el proyectil impactó en la cabeza de un ungor, para finalmente derribar otros dos hombres-bestia que se encontraban detrás de él. Por otro lado los ballesteros del flanco derecho vieron un claro objetivo en el ungor restante y sus virotes agujerearon la carne de la bestia, logrando abatirla.
Los hombres-bestia que habían conseguido entrar en la villa cargaron con pasos pesados hacia los hombres de Piotr. El entrechocar de los metales comenzó a resonar y aunque se encontraban en inferioridad numérica la violencia de su ataque logró mermar la defensa humana. Piotr consiguió abatir a un hombre-bestia mientras que sus hombres se vieron
obligados a aguantar la carga cuanto pudieran.
Un corro de hombres y bestias humanoides se abrió en medio del tumulto. El más bravo de los hombres-bestia lanzó un mugido de desafío en dirección a Grimnioz, que se dirigió hacia aquella montaña de músculos sin dudar. El gor atacó ferozmente a Grimnioz. Grimnioz logró evitar el primer golpe pero el gor consiguió golpearle en un brazo, haciendo mostrar al enano una mueca de dolor. La reacción de Grimnioz fue devastadora para el oficial, que recibió un fuerte golpe en el pecho con el martillo de fuego del enano. El hombre-bestia retrocedió unos pasos a la vez que una humareda
permanecía en el lugar que antes ocupaba.
En el mismo momento en que Grimnioz se batía con el hombre-bestia, Piotr y sus hombres luchaban ferozmente con las demás bestias del caos. El combate resultaba muy igualado para los dos bandos. Resonaban golpes de metal por doquier y únicamente Piotr consiguió llevarse un trofeo. En cambio los gors conseguían abatir a otros dos hombres. Grimnioz aprovechó el instante que le llevó al oficial gor reponerse del golpe para tomarse la poción que Fiona nos había entregado a cada uno. En cuanto pegó el último trago parecía que acabase de llegar a la batalla como su se hubiese levantado de la mejor de las siestas. Ambos bandos se consideraron en condiciones de acabar con sus adversarios y mantuvieron su posición sin flaquear.
Los hombres de Piotr apenas guardaban todavía una ligera superioridad numérica frente a los hombres-bestia que los atacaban. Los hombres-bestia confiaban en su fuerza bruta para acabar con Piotr y sus hombres, pero estos contaban con una ayuda: los hombres que se habían quedado en los muros disparando con sus ballestas ahora tenían una vista lo suficiente limpia del exterior como para dejar a un lado sus ballestas y lanzarse a la contienda en ayuda de su jefe. Para ayudar a los hombres que corrían a la refriega, Heinrich decidió reforzarlos con su magia.
Los arqueros continuábamos disparando a aquellos incordiantes seres que eran los mastines del caos y por fin logramos acabar con todos ellos. En ese momento escuché gritos de júbilo. Volví la cabeza y pude contemplar el momento en el que Grimnioz asestaba un nuevo golpe al hombre-bestia, que cayó desplomándose hacia atrás dibujando un arco de humo desde el punto en que se produjo el golpe hasta su pecho. Los hombres de la unidad de Grimnioz gritaban al enano con entusiasmo. Afortunadamente el ataque de los ballesteros por el flanco había creado gran confusión entre los hombres-bestia. Ello, unido al rotundo desenlace del combate de su oficial, les obligó a huir en estampida mientras los hombres de Piotr clamaban victoriosos.
Apenas habían comenzado a romper las filas cuando los vítores acababan ahogados por el sonido de un trueno ensordecedor. Los magos parecían todavía alertas, lo que hizo que Piotr diese la orden a sus oficiales de permanecer unidos. En esos momentos la voz del artillero nos alertó de lo que ya nos temíamos. El shaggot y los tres ogros dragón que dejamos dormir en la cueva se acercaban hacia la villa velozmente montaña abajo. Piotr comenzó a reformar a sus hombres mientras Heinrich y Fiona se apresuraban en reforzar mágicamente a los hombres. Ordené a la unidad de arqueros que lanzasen una descarga de flechas, pero todas ellas rebotaron en las duras escamas de los monstruos. Por desgracia para el artillero hacía falta que los ogros-dragón estuviesen en una posición más cercana para poder acertarles un disparo. Todos estaban preparados para la arremetida que provocasen los monstruos.
Por fortuna, los siglos de aletargamiento parecían pesar sobre las espaldas de los ogros-dragón y un desnivel en su trayectoria retrasó a las horrendas criaturas en su imparable carrera. Grimnioz había sacado su pistola pero a tanta distancia el tiro pareció perderse. El artillero que manejaba el cañón apuró al primer momento en que pudiese herir a los ogros-dragón y la bola estuvo a punto de volar por los aires la cabeza al shaggot, pero por suerte para la criatura solo le hirió en un hombro. Nuestros flechazos comenzaban a surtir efecto ya que los ogros-dragón se encontraban cada vez más cerca; tan cerca que en pocos instantes conseguían abalanzarse sobre Piotr y sus hombres, que aunque habían crecido en número gracias a los cuidados mágicos de Fiona eran apenas una veintena los que se encontraban en condiciones de pelear.
De entre las filas de los hombres apareció Grimnioz echando a un lado a empujones a los hombres de Piotr y comenzó a espetar bramidos hacia el más grande de los ogros-dragón. El shaggot dejó a un lado la atención que había puesto en los hombres de Piotr y se fijó en Grimnioz, que le esperaba al frente de la unidad con su martillo mágico alzado y listo para el combate. Intercambiaron ataques el uno sobre el otro y el shaggot consiguió golpear a Grimnioz un duro golpe en el brazo que hizo que soltase su martillo a causa del dolor.
A su lado, Piotr seguía defendiéndose con destreza y con un certero tajo en el cuello logró acabar con la vida del ogro-dragón que estaba ya malherido. La imponente masa de los ogros-dragón unida a la violencia de la carga provocó que otros dos hombres desfallecieran entre la masa. El combate resultaría demasiado duro para ellos solos, de modo que los ballesteros y arqueros que nos apostábamos en los laterales del muro decidimos unirnos a la lucha.
Heinrich vio que la vida de Grimnioz corría peligro y lanzó un hechizo que restableció las habilidades del enano, haciendo que pudiera recoger su arma del suelo y prepararse para un asalto más. El shaggot consiguió golpear nuevamente a Grimnioz, pero esta vez se repuso y consiguió golpear al ogro-dragón, que retrocedió levemente. Fiona se esforzaba en sanar a los heridos, pero los hombres caían más rápido de lo que ella podía reanimarlos. Los ogros-dragón que se hallaban trabados en combate lograban abatir a tres hombres más. La testarudez de hombres y ogros-dragón hizo que ninguno perdiese su bravura y continuaron luchando.
Los dos grupos de ballesteros y arqueros que quedábamos libres nos encontrábamos en una posición inadecuada. No podíamos llegar directamente al combate pues estaba teniendo lugar bajo la misma entrada y no era posible un ataque frontal, de modo que nos apresuramos en tomar posiciones tras el muro con intención de rodear por completo a los ogros-dragón y sorprenderles por todas partes.
Mientras rodeábamos a los ogros-dragón pude contemplar cómo el shaggot se había agachado y conseguía inmovilizar a Grimnioz. Le gritaba maldiciones en idioma enano mientras la enorme bestia lo elevaba sobre su cuerpo. Sus dos garras casi ocultaban por completo el cuerpo del enano. Lo último que Grimnioz pudo hacer fue escupir al monstruo. El shaggot comenzó a tensar sus músculos y la cara de Grimnioz comenzó a enrojecerse. Cuando sus garras se separaron en un movimiento seco, un arco de sangre salió dibujado en el aire y una de sus extremidades había sido arrancada de cuajo. El shaggot lanzó al aire un rugido y lanzó el cuerpo de Grimnioz tras los hombres, hacia el centro de la plaza.
Los ogros-dragón seguían causando más y más bajas envalentonados por la victoria de su jefe. Piotr, que había observado lo que le había ocurrido a Grimnioz por protegerlos de los ataques del shaggot, gritó furioso órdenes a los pocos hombres que le quedaban para que aguantasen la posición. Yo espetaba bramidos a los tiradores para que cambiasen sus armas y se prepararan para el combate. Hubo un instante en el que vacilaron, pero consiguieron corresponder a mis gritos y nos lanzamos a tomar posiciones. Nos encontrábamos bastante cerca de su flanco y retaguardia como para desaprovecharlo y la muerte de Grimnioz merecía ser vengada cuerpo a cuerpo.
Nuevamente se escuchaban rugidos de dolor por parte de los ogros-dragón, aunque estos seguían atacando con ferocidad. Pude ver a Fiona situada sobre el muro. La expresión de su cara ya no reflejaba cansancio, sino furia. Tras las filas parecía que los hombres que habían conseguido herir los ogros-dragón se levantaron como si nada les hubiese ocurrido.
La espera ya había durado suficiente. Di la orden de cargar contra el enemigo y las unidades de ballesteros y arqueros corríamos empuñando nuestras armas para acorralar a los monstruos. Los ogros-dragón se vieron superados y varias armas conseguían penetrar en la escamosa piel de otra de esas criaturas hasta provocar su muerte. Comenzaron a verse amenazados y estuvimos a punto de hacerles huir, pero las bestias no terminaron de acobardarse.
Heinrich continuaba esforzándose por ayudar con su magia a los hombres que más flaqueaban. En un instante en que le había perdido de vista reapareció por sorpresa a nuestra izquierda, tras el muro. Aprovechando la cobertura del muro extendió su bastón y consiguió darle al último de los ogros-dragón el golpe de gracia. Ignoro por completo si utilizó alguna treta mágica para acabar con el o fue cuestión de suerte.
Por fin el shaggot se vio completamente solo y mis hombres y yo pensábamos aprovechar la ocasión. Me lancé al ataque y conseguí hundir mi hacha en las escamas de la enorme bestia que había partido en pedazos a mi compañero. Escuché varios sonidos similares al que hizo mi hacha al clavarse en el costado de la bestia. Cuchillos y espadas habían sido clavadas a mi alrededor en la espalda del shaggot y la bestia comenzó a tambalearse. Ni siquiera me fue posible retirar mi hacha, ya que la bestia comenzó a dar tumbos hasta desplomarse en el suelo. El estruendo que produjo el enorme monstruo al desplomarse en el suelo fue seguido por el estallido de los vítores de los hombres de la villa que habían sobrevivido a la cruenta batalla. La amenaza había sido aniquilada y los hombres no esperaron a que Piotr diese la orden para romper sus filas. Cascos y yelmos volaban por los aires mientras algunos hombres se abrazaban y reían. Otros no quedamos tan ilusionados, pues habíamos sufrido múltiples bajas. Hubo incluso alguno que se puso rápidamente a buscar entre los caídos el cuerpo del que tal vez fuese su hermano o su mejor amigo.
Todos los habitantes de la villa comenzaron a salir de sus casas o escondites que habían encontrado y corrían en busca de sus seres queridos. Sin embargo varias personas se alejaban lentamente de la zona de batalla en dirección al centro de la plaza. Pude reconocer fácilmente los llamativos ropajes de Heinrich a mi izquierda, que avanzaba con paso fatigoso. Unos pesados pasos y el ruido que hacía una armadura delató a Piotr tras de mí. Al mirar de nuevo al frente pude ver a Fiona de rodillas, haciendo gestos con sus manos y rezando plegarias con la voz ligeramente quebrada. A su lado unos cuantos hombres y un montón de curiosas cotillas se apiñaban para ver la morbosa escena. Piotr pidió con voz firme a los curiosos que dejasen sitio y el corro de gente comenzó a disolverse para revelar la imagen de los restos de Grimnioz que Fiona había tenido la delicadeza de tapar como pudo con una manta. El silencio de los presentes solo fue roto por las oraciones de Fiona y por uno de los combatientes que llegó poco después con el martillo y los demás restos del enano, envueltos de manera ceremonial bajo su capa.
Piotr acabó por sugerir que allí ya no podíamos hacer nada, y tenía razón. Había muchos destrozos que reparar, heridos a los que atender y tumbas que cavar.
Anexo II : Algo muy extraño
No me hace gracia hablar de funerales, pues es algo de muy mal fario. Pero después de lo que le sucedió a Grimnioz, considero que ha de quedar constancia de lo que ocurrió y de lo que vi.
Habían pasado varios días en los que los hombres de la aldea trabajaron muy duro. Mientras unos reconstruían los portones y muros de la aldea, otros apilábamos cuerpos mutilados de hombres-bestia y demás monstruos para calcinarlos. Fiona se dedicaba al cuidado de los heridos y sus ayudantes preparaban los cuerpos para su conservación
hasta el momento de darles sepultura. Mientras, Heinrich y Piotr planificaban la reconstrucción de la aldea y facilitaban el trabajo de los demás en lo que les era posible. Los funerales y entierros ocurrieron los días siguientes, después de que pudieran por lo menos asegurar nuevamente las puertas.
Se había cumplido una semana desde el día de la batalla contra los hombres-bestia. Aquel día Fiona ofició el funeral de Grimnioz, un funeral al que asistió todo el pueblo. Aquellos días la noticia del sacrificio que un enano había hecho por la aldea corrió como la pólvora. Ramilletes de flores que habían hecho las campesinas adornaban la tumba de mi compañero, que fue situada en la parte de la aldea desde la cual se podía ver el valle entero y la extensión interminable de montañas que lo rodeaban.
Tras la ceremonia siguió una arenga por parte de Piotr. Relató con euforia cómo el heroico enano dio su vida por protegerlos a el, a sus hombres y a toda la villa de la furia del shaggot. También dirigió sus alabanzas a los compañeros de Grimnioz, forasteros que desinteresadamente habían contribuido a tal hazaña. Tras ello, proclamó que la villa
tomaría de ahora en adelante el nombre de su salvador, decisión que el pueblo aprobó unánimemente. Heinrich, Piotr, Fiona y yo fuimos los últimos en abandonar el lugar. El día había sido largo y el sol comenzaba a ocultarse tras el pico de una de las montañas. Nos quedamos un instante más para guardar nuestro respeto al amigo caído y poco a poco comenzamos a descender hacia las cabañas.
Heinrich me hablaba acerca de nuestra marcha de la villa, aunque no le prestaba mucha atención. Hacía días que tenía preparadas mis cosas para proseguir el viaje. No sé por qué lo hice. Ni siquiera sé si lo que vi fue real, pero mientras me alejaba giré la cabeza. Tras los rayos del sol y frente a la tumba de Grimnioz vi la figura de un enano con un casco cornudo derramando el contenido de una jarra en la tierra. Su capa roja, que ondeaba a un lado por el viento no era capaz de ocultar del todo la enorme hacha de doble filo que portaba. Cerré un instante los ojos a causa del sol y ya no quedaba rastro alguno de la misteriosa figura, a excepción de un pequeño charco espumoso sobre la tumba de Grimnioz.
"Ha sido un glorioso final para un gran enano. ¡Aprende del ejemplo!"