Escuchad
mi canción: ¡ah, como suena mi
flauta! Escuchad mi llamada,
mortales, y
no penséis en lo que os espera en las sombras
hacia
las que os atrae mi canto de sirena.
Venid, hombres, venid, ratas,
venid, criaturas de la oscuridad. No oigáis los gritos de
aquellos
que han marchado por delante de
vosotros, no miréis al borde del
abismo hacia
donde os llevan los pasos de este baile.
Danzad
al son de mi flauta, incluso si vuestros pies están en carne viva y
sangrando.
Sonreíd conmigo, incluso si es la sonrisa de
las
calaveras y vuestra piel se despelleja.
Reíd conmigo, aunque os
atragantéis de bilis.
Por que todos sois mis marionetas, y os
guiaré en una alegre danza.
La
alegre danza de la muerte.
I
El
Cazador de Brujas Marius Dire miró desde lo alto
de la colina a su
punto de destino. Las tierras que se
extendían estaban envueltas
por el brillo del atardecer
y la sempiterna nube sobre Mordheim
bloqueaba el
paso del sol del crepúsculo. Aquí y allá se veían
grupos de bosques de un extremo al otro del horizonte,
hasta que
terminaban repentinamente a bastantes
kilómetros. En la lejanía se
podía medio entrever la
Ciudad de los Condenados a través de la
sombra que
producía la nube de humo y polvo que se alzaba
sobre la
devastada población. Marius se giró hacia su
fiel compañero,
Hensel, que miraba dubitativo el
desolado panorama.
“Puedo
oler el hedor del Caos, la maligna apestosidad
de la impía
magia,”escupió el Cazador de Brujas.
“¿Estáis
seguro de que el Mancillado vino hasta
aquí?”preguntó Hensel,
agarrando con más fuerza el
mango de una baqueteada y vieja
alabarda.
“Conozco
su tipo, -replicó Marius, fijando su pétrea
mirada en Hensel.- A
lo largo del camino se han profanado tumbas, los campesinos hablan de
criaturas
medio muertas que azotan sus granjas. Le he perseguido a
través de marismas y zarzales, bosques y páramos, y conozco bien su
rastro. Lo he expulsado de su
maligna madriguera en las Montañas
Centrales.
Durante ciento setenta y cinco leguas le he perseguido.
Le he acosado y hostigado a través de Osterland y
Talabecland. Ha
venido a Mordheim, ten la seguridad.
La atracción del Caos le ha
traido hasta aquí.”
La
voz de Marius se convirtió en un susurro amargado. “Mi venganza
nunca quedará satisfecha hasta que
lo haya matado con mis propias
manos, ¡hasta que
haya cortado su cabeza! ¡Sólo con su sangre
puede
pagar por la miseria a la que nos ha llevado a mí y a
mi
familia! ¡Le haré pagar por sus crímenes!”
Mientras
ambos continuaban su camino, una ligera
brisa llevó hasta ellos el
olor a fogatas. Saliendo de la
línea de árboles vieron un pequeño
asentamiento
delante de ellos, y apresuraron sus pasos hacia allí.
Había una señal plantada a un lado del camino sobre
la hierba
agostada, y de ella colgaban tres cráneos de
una soga podrida. Al
observarlas mejor, se dieron
cuenta de que las calaveras eran
claramente deformes:
una tenía tres cuencas de ojos, otra estaba
bastante
contrahecha, mientras que la tercera mostraba vestigios de
cuernos y dientes como colmillos.
“‘Nido
de Asesinos, los viajeros son bienvenidos -leyó
Hensel en voz
alta.- Suena acogedor.”
El
asentamiento en sí consistía en cuatro edificios de
piedra,
antiguamente una granja y los edificios colindantes por su
disposición, todo ello rodeado por numerosas estructuras de madera
que se habían construido
al azar en los últimos meses. Los pollos
recorrían las
calles, un chico pequeño guiaba a un grupo de
flacas
cabras, y unos cuantos cerdos gruñeron a los recién
llegados desde detrás de una valla de cuerdas. Un viejo
enflaquecido estaba cuidando de la cerda y levantó la
vista
con una mirada sospechosa cuando se percató de
la presencia de
Marius y Hensel.
“¿Quién
es el que manda aquí?”preguntó Marius
mientras miraba de forma
amenazadora al porquero.
“No
lo sé seguro, señor -contestó el campesino, rascándose un
forúnculo supurante en el cuello con las
uñas rotas y sucias.
Bizqueó mientras se concentraba,
después carraspeó y escupió-
Está Lapzig el Osado,
que ha venido desde Altdorf nada menos. Es el
que
tiene más hombres, así que supongo que es él quien
manda.
Pero también podríais hablar con Maese
Lupos, el más rico de los
mercaderes. A Lapzig podéis
encontrarlo habitualmente en la
cervecería, y el viejo
Lupos está al lado de los establos.”El
porquero indicó
la dirección aproximada con su brazo izquierdo, y
Hensel
se fijó que terminaba en un garfio de madera
en vez de en una
mano.
Encontraron
a Lupos regateando con un joven delgado de aspecto demacrado. El
estómago del mercader sobresalía por encima de su cinturón de
cuerda,
y en la cabeza tenía un sombrero de fieltro sin forma.
En
cuanto se dio cuenta de la presencia de Marius y
Hensel su ceño
fruncido se convirtió en una sonrisa.
“¡Ah,
más habitantes para Nido de Asesinos!”exclamó,
echando a un lado
al joven y abriendo los brazos.
“Necesitamos
hombres y suministros,”dijo Marius sin
preámbulos, entrando en el
establo para ponerse
delante del obeso comerciante.
“Si
tenéis el dinero, yo tengo el tiempo, -se rió Lupos,
poniendo una
mano sobre el hombro de Marius, que
éste se sacudió rápidamente
con un gruñido.- Admito
coronas, trueques o piedra bruja,”añadió
el mercader.
“¿Piedra
bruja?”preguntó Marius, mientras entrecerraba los ojos
peligrosamente.
“Si,
piedra bruja. Cura a los enfermos, convierte el
plomo en oro y el
agua en vino, con toda seguridad.
El regalo de los dioses, o eso
dicen”,contestó Lupos
con un guiño exagerado.
“¡Los
dioses de la anarquía y el pecado! -exclamó
Marius.- ¡Es la
corrupción encarnada, la maldad en
persona, el Caos en forma
sólida! Quema el alma y
abrasa la mente. Pudre y corrompe a quien
la posee
¡Tocarla es invitar a la propia condenación! Pagaré
por
tus servicios con oro limpio y honesto. Este lugar
apesta a
corrupción. La decadencia y el Caos te rodean. Purificaré este
lugar con fuego y espada, ¡y que
Sigmar me ayude!”
“¿Lo
harás? -preguntó Lupos con una mirada de
incredulidad- Ya veremos,
ya veremos.”
“¡Ya
lo verás, gordo idiota! -dijo Marius en un susurro
mientras
agarraba el cuello de Lupos con una mano y
señalaba la cicatriz que
tenía en el suyo propio con la
otra. El Mancillado me dio este
recuerdo de sus
Oscuras Artes. Eso y el recuerdo de mi familia
muriendo a sus manos, ¡Él y todos los de su ralea
morirán antes
de que ceje en mi empeño!”
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