(Ir a la primera parte)
Su puño se crispó alrededor de su arma psíquica Némesis. La había purificado ritualmente él mismo; había sido bendecida en la capilla de la astronave y cubierta con los ungüentos adversos a los demonios de la disformidad. Con esta arma Stern había enviado a innumerables enemigos del Emperador a sus merecidos cementerios. Con ella había enviado a docenas de perdidos y condenados de regreso a sus hogares en la disformidad.
Observó una vez más a sus hombres, seguro de que su fe era más fuerte que el acero y más resistente que la maldad de los demonios.
Siendo niños habían sido seleccionados de entre las razas guerreras más feroces del Imperio y llevados a la fortaleza-monasterio de Titán, la mayor de las lunas de Saturno. Se les habían implantado las estructuras genéticas de su capítulo y habían sido transformados en robustos superhombres, capaces de resistir lo peor que el universo pudiera enviar contra ellos.
Habían superado un entrenamiento que habría matado a cualquier hombre inferior, y que solamente era el inicio de las pruebas. Cada uno de los presentes había resistido las seiscientas sesenta y seis pruebas, y había sobrevivido no sólo con su cordura intacta, sino reforzada. Formaban la élite del Imperio, lo mejor de lo mejor; los mejores guerreros con los que nunca había contado la humanidad.
Ninguno de ellos conocía su mundo de origen. Ninguno de ellos tenía lealtad alguna salvo para con su Capítulo y el Emperador. Estaban informados de todos los secretos de pesadilla que la humanidad había descubierto durante su larga expansión por la galaxia. Conocían todo lo que los humanos habían descubierto sobre los demonios del Caos y la disformidad que los contenía. Vivían con unos conocimientos que habrían acabado con la cordura de un hombre normal, y habían resistido. La pesada carga de hacer frente a las criaturas del Caos en cualquier lugar en que aparecieran para amenazar a los ciudadanos del Imperio eran su única razón de existir.
Las chispas aumentaron en intensidad una vez más, y por un instante la realidad comenzó a resquebrajarse. El aire brilló ténuemente y la temperatura descendió. Una fría niebla apareció en un área que instantes antes era cálida. Laski posó su mano sobre el panel y pronunció unas palabras místicas. Los amuletos protectores que llevaba brillaron saturados de energía. Una arruga de concentración cruzó la cara del tecnosacerdote mientras trataba de mantener las gigantescas energías del teleportador bajo control.
Stern se preguntó por un instante si alguna energía demoníaca estaba interfiriendo con el antiguo mecanismo del teleportador. La astronave estaba tan bien protegida como podía esperarse, pero Stern sabía como nadie que ninguna protección era infalible. De todas formas, si era cierto que los poderes del Caos estaban interfiriendo con su nave, no se podía hacer nada excepto rezar y tener fe en el Emperador.
De repente, Laski sonrió e hizo el gesto del Gran Reactor sobre su pecho. El aire brilló ténuemente una vez más. Unas llamas fosforescentes bailaron alrededor de las líneas del pentagrama. Por un instante el frío del espacio atravesó a Stern hasta los huesos. Oyó las balbuceantes voces de los demonios y el legamoso tacto de sus tentáculos. Trató de desecharlos como invenciones de su imaginación, pero una parte de su ser sabía que eran horriblemente reales.
La sensación duró sólo unos instantes, y a continuación se desvaneció lentamente como si se hubiera tratado de un sueño. Stern se encontraba en la sala del trono del palacio del gobernador rebelde. Mirando al hombre que se sentaba en el enorme trono de bronce, sabía que los peores temores de aquellos que habían informado de la revuelta estaban justificados.
(Ir a la tercera parte)
Pregunta quizá estúpida, ¿lo escribes tú?
ResponderEliminarLa ambientación es fantástica, aunque para estas cosas generalmente prefiriendo el Fantasy.
Haber que tal el final de éste ;)
No; este relato es de Bill King, aparecido en el suplemento "Milenio Siniestro" de la segunda edición. Es la primera vez (que yo sepa) que aparecen Stern y M'Kachen en el trasfondo.
EliminarYa está colgado el final, aun que es un poco abierto...
Qué desagradable debe ser la teleportación. Podrían aprender del Engineer XD
ResponderEliminarLa tecnología Imperial: arcaica, poco fiable y muy, muy desagradable xD
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