¡Rufianes-rufianes! ¡Estoy rodeado de incompetentes, ladrones y enemigos por todas partes! No solo he visto cómo masacraban una y otra vez a mis guardia personal de alimañas, o también cómo un grupo de cosas-muertas chupasangres a caballo le arrancaban un ojo a mi asesino mientras regresábamos a Foso Umbrío, ¡sino que a mi regreso las arcas estaban casi vacías! He desperdiciado varios días removiendo los sucios garabatos que esa chusma descerebrada osa llamar “cuentas” y no cuadran por ningún lado. No es un secreto entre los skaven que los jefes gozan de una posición muy confortable y que las mejores recompensas son para éstos. ¡Pero esas alimañas rastreras parecen haberse olvidado de que aquí el único jefe que hay soy yo! Voy a hacer que recuerden que en esta isla deben su lealtad al gran Skritt Susurroagudo y a nadie más.
Y si piensan que van a engañarme, se equivocan. ¿Qué creía acaso ese miserable de Frinkch Roetuercas? ¿Pensaba que iba a agasajarme con aquel par de baratijas que consiguió robar de un templo perdido de las cosas-lagarto? Un mísero cetro de acumulación de energía y una armadura que no me puedo poner. Para colmo, tendré que entregársela a alguno de nuestros guerreros, aún a riesgo de parecer débil. De hecho, pienso que cualquier señor de la guerra que portase esa armadura impresionaría tanto a sus subordinados que sus dotes de mando rivalizarían con las de el afamado Queek, así que será mejor que piense detenidamente a quién entregársela. Lo que menos necesito es que alguien como Garrarrabiosa obtenga una mejor posición de mando que la mía y se crea en derecho de dirigir mi ejército.
Por otro lado, mis sospechas hacia Frinkch se acentuaron cuando este se aventuró a revelar que en el botín de guerra que iba a entregarme se encontraba una capa de mágico plumaje que permite volar a su portador, pero curiosamente había desaparecido momentos antes de entregármela. Es más, ese ingeniero brujo ha regresado bastante mejor comido de lo que lo estaba cuando se fue. Demasiadas cosas extrañas parecieron haberle sucedido, suficientes para ganarse mi desconfianza. Además, su hermano Frankch ha vuelto por fin al asentamiento, seguro de que sus actos no tendrán consecuencias. ¡Es el colmo! Se excusa mencionando una sarta de mentiras acerca de tareas encomendadas por la mismísima Rata Cornuda. Estoy seguro-seguro de que ambos están planeando sustituirme. Solo me faltaban pruebas para poder enviarles de camino al infierno.
De hecho, Stabb consiguió revelarme indicios de la traición de Frinkch. Hace un par de días, un esclavo cayó a plomo y sin vida frente a mi despacho privado. En su garra guardaba un mensaje del asesino. Me informaba de que fue él quien había robado la capa de plumas para poder espiar más de cerca a esos Roetuercas. Al parecer Frinkch ha estado dándose a la buena vida con los frutos que han cosechado mis guerreros. ¡Y no conforme con eso, ha guardado para sí una diadema de protección de las cosas-lagarto! También me informó de que mantuvo una leve confrontación con una avanzadilla de otros skaven, que probablemente formaban parte del Clan Skryre. Ese Frinkch Roetuercas ha resultado ser más astuto de lo que parecía en un principio. Sin duda esa comadreja merece una pequeña lección. Hoy mismo lo he enviado a toparse de bruces con una avanzada de las cosas-elfo que, según mis informadores, han estado haciendo acopio de fuerzas mientras merodeaban por los bosques que lindan con Foso Umbrío. Así tal vez mate dos pájaros de un tiro: en cuanto ese ladrón de Frinkch se encuentre con esa enorme avanzada, su bravuconería hará el resto. Mermará lo suficiente a esas cosas-elfo del bosque para que no se atrevan a adentrarse más, y con algo de suerte le separarán a Frinkch la cabeza del resto de su cuerpo.
Aunque la labor de el asesino Stabb Zich-Zach ha resultado de lo más eficiente hasta el momento, yo no le ordené que realizase tales labores de investigación. ¿Acaso los contratos con el Clan Eshin son siempre tan ventajosos? ¿Consideraría Stabb que debía actuar de esa manera para asegurar mi protección, o bien esa alimaña escurridiza pretende que no sospeche de él? Ha hecho un buen trabajo... demasiado-demasiado bueno. Tanta eficacia resulta sospechosa entre este atajo de inútiles y traidores entre los cuales me he visto envuelto. Será mejor que lo mantenga vigilado.
Ahora iré a redistribuir la población del asentamiento hacia las minas. Resulta más caro de lo previsto mantener en movimiento a esa caterva de gusanos rateros que tienen el privilegio de acompañar a mis tropas. Sí-sí, me ocuparé de todos ellos cuando hayan servido a mis propósitos...
problemas internos???
ResponderEliminarjajajja,desconfia-desconfia...
Mucho facinerioso y demasiado robapieras hay por ahí suelto.
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