Morvane hizo una mueca al percatarse del sufrimiento de su señor. El cuerpo torcido del mago temblaba de dolor mientras éste se levantaba del suelo de mármol, y sus manos entrelazadas sobre su cabeza le tapaban las orejas.
“¿Puedo ayudarle?” pensó Morvane mientras alcanzaba la frágil figura con su mente.
El mago no dio respuesta alguna mientras observaba una vez más los despejados cielos shaferianos, pero parecía que hablaba con alguien de todas formas. “Hermano” murmuró, dejando que su voz fuese transportada por la brisa del mar. “Les queda poco tiempo. Debéis silenciar esa campana.” El anciano mago asintió como respuesta a la silenciosa réplica. “ Lo entiendo, pero debéis abandonarlos a su destino. Su sacrificio es inevitable. Solo el Corazón Blanco de Sunfang podría silenciar tal música.”
Ante la mención de Sunfang, Morvane dejó salir su aliento por la conmoción. Se levantó sobre sus pies a tiempo para sujetar a su maestro antes de que cayera por la ventana.
“Le he enviado demasiado tarde” gimió el mago, zafándose de los brazos de su acólito. “El puente caerá antes de que llegue.” Sacudió la cabeza mientras observaba la reluciente cámara, como si creyese haberla visto por primera vez. “¿Qué he hecho?” susurró. “¿Qué he hecho?”
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