La escuadra de marines espaciales atravesó con dificultad el viscoso barro del campo de batalla. Encima suyo flotaba un humo anaranjado, iluminado por los destellos blancos de los disparos de bólter. Por todas partes podían verse entre la niebla las formas oscuras de las ruinas de los emplazamientos destruidos durante los bombardeos del día anterior.
Concentrándose en su destino, las piernas de sus servoarmaduras de combate chapoteaban en el fango. Los marines espaciales no observaron la caída de la mina espora hasta que estuvo encima de ellos. La cosa tenía un metro de diámetro, era como un obsceno pez globo aéreo que arrastraba varias protuberancias vellosas bajo su pulsante cuerpo. Instintivamente, el hermano Bethesda disparó su bólter contra el monstruo volador. Los proyectiles atravesaron el frágil caparazón de la mina espora, que quedó destruida en una explosión de gas y fluidos corporales.
La explosión derribó al suelo a los marines espaciales, y una ardiente lluvia de ácido empapó sus servoarmaduras de combate. La placa pectoral del hermano Zibeon reventó por la fuerza de la explosión, y murió gritando cuando los fuertes ácidos le atravesaron el pecho. Los hermanos Amalak y Zepho también murieron agónicamente cuando los virus alienígenas disolvieron su armadura y transformaron su carne en un amasijo de fango burbujeante. El peso de su servoarmadura salvó al hermano Bethesda. Medio sumergido en el barro, la explosión quedó amortiguada. El sargento Basemath, que salió milagrosamente indemne, trastabilló y ayudó al hermano Bethesda a salir del viscoso fango.
No había tiempo para invocar la letanía de combate para los muertos, el área era demasiado peligrosa. Podían ver tres minas espora más flotando hacia ellos. Deteniéndose solamente para comprobar sus armas, los dos marines espaciales supervivientes se alejaron, y sus voluminosas siluetas desaparecieron entre las nubes de humo naranja.
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