jueves, 19 de marzo de 2015

La sangre obtendrá sangre (2/2)


Grenzo estaba en lo cierto. Los túneles eran como arterias, siempre bifurcándose y cambiando de dirección. Selvala había estudiado métodos de exploración e intentaba mantener el sentido de la orientación, buscando salidas por las que pudiera escapar o puntos de referencia en caso de que tuviera que darse la vuelta para escapar de sus perseguidores. Pero su búsqueda resultó inútil. Las únicas referencias eran los ocasionales cacareos de los goblin que apartaban la mirada ante el paso de Grenzo y los lamentos de los prisioneros que suplicaban a Grenzo por sus llaves.

Caminaron durante mucho tiempo. De vez en cuando, Grenzo hacía un alto en el camino y metía las manos en los huecos del techo - Palacio, - decía y se reía, - el dormitorio de Brago, ¡Ya no lo necesitará más! La tienda de Sydri... al menos desde la puesta de sol de ayer. - Lentamente el mapa de Paliano comenzaba a tener sentido para ella, pero aún ignoraba hacia dónde estaba siendo conducida o con qué propósito. - Cámara del concilio secreto, - dijo él, y se fijó en su rostro para observar su reacción.

Llegado a un punto, se detuvo y olfateó el aire. Blandió su bastón y lo golpeó contra la puerta de la sala que había frente a ellos. - Tesorería, - anunció. Luego señaló con el bastón como si fuera un largo dedo huesudo. - Toma ese pasadizo que conduce directo a la bóveda. Toma un puñado de oro para el viaje si quieres. Puedes llenarte las botas. Es gratis por la charla. -

Se puso frente a ella, esperando su reacción. - ¿Acaso no te excita? ¿Pensar que te encuentras en el corazón secreto de Fiora? - Ella le miró, intento aparentar indiferencia, que su rostro no le dijese nada. - Alguna vez has deseado ver la colección privada de esculturas del rey? ¿Comerte el huevo escalzado de un ave del paraíso? ¡Es algo fuera de este mundo! También hay unas escaleras hasta la cocina. ¡No hay  puerta secreta ni secreto escondido que esté oculto para mi! -

Alzó las llaves en alto y las sacudió frente a ella. - ¿Qué es lo que quieres, pequeño Cervatillo? ¿Cuál es tu precio? Se que no es oro, pero puedo ofrecerte un montón. ¿Un acceso? ¿Quieres dejar la ciudad alta? ¿Liberarla, acaso? ¿Abrir las puertas secretas y dejar que la chusma entre en nuestras calles? ¿Grandes mareas con las que hostigar las bestias del viejo mundo? ¿Información? Piensa en lo que hubiese sido espiar a tu querido amigo, Brago, y conocer sus secretas tramas. Tal vez entonces no lo hubieras apuñalado tan rápido. ¡O incluso lo hubieses hecho antes! Acepta el trabajo mientras aún tengas la oportunidad. -

Se acercó a el apretando los dientes y puso su cara a la altura de la de él.

- ¿Otra oportunidad de matar a un amigo? ¿Eso es lo que quieres, más asesinatos? Puedo proporcionártelo. Podemos hacer que esas alcantarillas se vuelvan rojas con la carnicería de todos ellos. - Sonrió y la miró a los ojos. ¿Y qué hay de la oportunidad de matar a un enemigo por un cambio? -

- ¿Qué es lo que se me pide? - preguntó ella.

Grenzo rió triunfante, de manera ruidosa y sin restricciones. Ella no sabía a qué profundidad se encontraba, pero debía ser lo bastante profunda como para enmascarar el cacareo de un loco. Se puso en marcha por un camino y le hizo un gesto para que lo siguiera.

Él puso una oreja en la pared y ella hizo lo mismo. Había un sonido allí, aunque no podía ubicarlo. Era bajo y resonante, como un elefante arrastrando una cadena, pero también había otros sonidos. suaves y rítmicos chasquidos y zumbidos. Le recordaban al canto de los pájaros, pero había algo que lo hacía irreal; eran imposiblemente regulares.

Grenzo revisaba llave por llave, buscando una en particular. La encontré y la deslizó en una cerradura oculta entre las rocas con una sonrisa. La pared se abrió. Mientras bailaba de entusiasmo, le hizo un gesto para que subiera por las escaleras.

El ruiseñor serpenteaba a través de un alambre, con un pico de dos broches de bronce que se abría mientras entonaba siete notas perfectas. entonces abatió sus falsas alas y giró una vez para cantar de nuevo esas mismas siete notas, que resonaron por la biblioteca hasta el techo abovedado.

Todo cuanto había alrededor de Selvala eran autómatas ornamentados que chirriaban y zumbaban. una araña metálica ordenaba los libros en sus estantes. Los seguían por la estancia unos ojos de cristal situados en el extremo de largos cuellos como si buscasen algún tipo de error. En un rincón se encontraba un caparazón de hierro moldeado como un humano daba finas pinceladas sobre un lienzo, aveces en círculos, dando lentamente la forma de un paisaje a cada trazo.

- ¿La biblioteca de Muzzio? - preguntó Selvala en susurros.

- Hay un orden terrible en este lugar, ¿no es así? - dijo Grenzo. Respiraba con dificultad, como si el aire fuese más pesado aquí. - El gran tirano arquitecto, Muzzio; estudiante de Daretti, quien se miró un día a sus piernas y dijo: yo puedo hacerlo mejor. Nos prometió un nuevo mundo. Uno de una manufacuración perfecta. uno que estuviera programado y comprendido. uno que él construiría para reemplazarnos a todos. -


Contra la pared del fondo, que tenía aproximadamente dos pisos de altura, había una bestia de máquina. tenía poleas que se extendían por sus brazos como tendones. Unas terribles fauces con engranajes parecían sonreirles. La bestia era todavía una estatua, pero entre sus piernas Selvala pudo ver una gran puerta roja.

- Entonces,  ¿qué es lo que quieres, pequeño Cervatillo? Tu mundo está empapado en barro, sangre y bilis. Esos brillantes animales serán fauna del nuevo mundo. -

- ¿Qué es lo que se me pide? - repitió.

- Es un nuevo mundo, Cervatillo. Tú lo has puesto en movimiento. Tenemos un rey sin sangre. Tenemos bestias con piel de hierro. El futuro es inmortal, inorgánico, a menos que actúes ahora. - Grenzo sujetó el manojo de llaves y cogió una de ellas. Estaba decorada con una espiral de motivos artesanales, como todo lo demás en la estancia.

Grenzo sonrió y sus ojos se abrieron, casi listos para salirse de las órbitas. - A través de esa puerta, Muzzio se encuentra durmiendo, - dijo con un pesado aunque emocionado aliento.

Selvala se apartó de él. - ¿Eso es lo que me estás pidiendo, eliminar a tu rival? ¿Y todo por qué, para que gires una simple llave? -

- Mi rival no, alguien que quitaría de en medio y reemplazaría tu sangriento mundo. -

Se quedó mirando a Grenzo, observando aquellos ojos amarillentos. Sonrió de manera amplia y le dió una patada a su bastón, enviándolo al suelo. Grenzo cayó al suelo. Tomó el huesudo filo con una mano y se agachó para agarrar al goblin del pescuezo con la otra.

- Debería degollarte aquí mismo. No voy a ser tu matón a sueldo. No voy a ayudarte a mutilar Pilano con tu retorcida imagen. -

Y entonces vio la luz amarilla. Giró la cabeza para observar al gran constructo alzándose desde su sueño sin espíritu. sus engranajes giraban más y más rápido. Sus poleas se tensaban mientras se preparaba para saltar hacia delante.


Selvala soltó a Grenzo y cayó en la trayectoria de la máquina. Grenzo se movió también, corriendo con una velocidad que no se esperaría de su figura demacrada.

La máquina dio un paso con su enorme pata. Ella se agachó mientras varios libros volaban sobre su cabeza. Los bibliotecarios mecánicos se apresuraron a recoger los restos.

Selvala miró el fémur agrietado en su mano. No era un buen arma. sabía dónde golpear en el caso de los humanos y cómo cazar grandes animales, pero con el fémur no podría ni mellar la carcasa de la máquina.

Se coló entre las piernas de la máquina y buscó con la mirada al guardián de la mazmorra. Se encontraba de vuelta por la escalera secreta, cerrando la trampilla oculta en los tablones del suelo.

-¿Qué mundo prefieres, Selvala? - gritó, y con una gran sonrisa cerró la trampilla de un golpe.

Ella gruñó e intentó en la cerradura de la puerta secreta que conducía a la ciudad subterránea de Grenzo. Tras ella, el guardián de Muzzio retorcía sus brazos de madera, preparándose para golpear otra vez. Hundió su arma en la cerradura, intentando forzarla con dureza mientras la bestia descendía. Luego, el hueso se quebró con un chasquido, pero la cerradura cedió.

Selvala sentía su caída mientras descendía por los sumideros. Tras ella, pudo escuchar los pasos de la gran máquina. En su mente sentía el frío aliento de la bestia en el cuello, pero sabía que solo era su imaginación. En sus brazos llevaba los tomos de Muzzio. se le escurrían de los brazos mientras corría, hasta ese punto. Un ejército de bibliotecarios artificiales la perseguían, llenando los oscuros túneles con el traqueteo de sus extremidades.

En algún lugar, podía escuchar los chillidos de los goblin, llenando los túneles con sonidos que no eran de este mundo. Los asesinos de Grenzo no tardarían en entrar en conflicto con las bestias artificiales de Muzzio, y no sabía quiénes ganarían. Esperaba que a ambos lados encontraría los secretos que mostraría a todo Paliano, pero sabía que tal vez no tendría éxito.


Cuando Selvala había corrido lo suficiente como para no escuchar la batalla tras de ella, se desplomó. Encontró una celda abierta y se arrastró hasta una esquina con los escarabajos. Al día siguiente, abandonaría la ciudad alta y volvería a los lugares salvajes que se encontraban más allá. Sus botas estaría cubiertas de barro, sus extremidades cansadas y sudorosas mientras corría entre los árboles, recogiendo fruta y observando a los animales. Pero en aquel momento, su tarea se reducía a esconderse en la oscuridad con los insectos y a dormir.

2 comentarios:

  1. Está muy bien el relato. Veo que Grenzo es un empresario pro-obsolescencia programada ¿Volveremos a ver a Selvala?
    Adoraba la idea de Ravnica... Dios hace años que no juego a magic, qué recuerdos!

    Saludos,

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  2. A mi también me ha gustado siempre la idea de los gremios.

    En mi caso es a día de hoy que no pasa una semana sin que juegue por lo menos un par de partidas a Commander, pues es un formato en el que las posibilidades se disparan.

    Un saludo.

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