El pequeño Izzet escupió en la palma de una de sus delgaduchas manos y se las frotó. - Tan zolo obzervadme. -
Squelch se escurrió bajo el ogro entre sus piernas como troncos y bajo los escudos del batallón de soldados que tenía delante, que estaban demasiado ocupados con Ruric Thar. Tras trepar por un muro derruido, Squelch se subió a lomos de una bestia de guerra acorazada. Entonces el goblin sacó una púa de metal de un bolsillo secreto y la colocó en la cabeza de la criatura justo antes de saltar.
Volaron chispas. La bestia de guerra comenzó a tambalearse, trompeteando, para luego volverse hacia su compañero. Lo siguieron unos bramidos de angustia, junto con el crujir de la madera y el entrechocar del acero. Los soldados humanos se dispersaron mientras los enloquecidos behemoths huían de ellos en estampida y desaparecieron por los callejones.
La inmensa máquina de guerra comenzó a venirse abajo con una gracia extraña, para caer lentamente hacia uno de sus laterales. Varias ruedas giraban lentamente, chirriando. Pasó un momento. Entonces el artilugio explotó con una enorme llamarada.
- ¿Cómo ha ocurrido eso? - dijo Ruric entrecerrando los ojos.
- ¿A quién le importa? - gritó Thar. - ¡Vamos!
El inmenso ogro se abrió paso a hachazos por la plaza hacia el portal del gremio, arrollando los restos en llamas y los cuerpos con armaduras esparcidos por los adoquines.
- ¿A dónde habrá ido ese tipejo? - Ruric giró la mirada hasta que sus enormes colmillos rozaban la nuca de la cabeza de Thar.
- ¡Eztoy aquí! - dijo una voz que venía desde detrás. El goblin saltó a los hombros del ogro, entre las dos cabezas, y se agarró a uno de los colmillos de Ruric para apoyarse. - Oz dije que lo zolucionaría. -
- ¡Hey! ¡Fuera! - bramó Ruric mientras se agitaba violentamente.
El goblin pegó un alarido pero logró sujetarse. - Teníamoz un tra-a-a-a-to. Lo prometizteiz.
- Si, lo hicimos, -dijo Thar. - Y tu has cumplido con tu obligación. Ahora podemos comprobar ese portal. Tu también, si quieres. -
- ¡Claro! Pero ezo no zalda el favor que me debéiz. Podéiz hacer ezo de gratiz, pero aún me debéiz algo.
- Sí, sí, - murmuraron ambas cabezas.
- ¿Dónde vamos a encontrar una gallina por aquí? - refunfuñó Ruric.
***
- ¿Cuántos hay ahora? -
- 'amos a veeeer... - Ruric comenzó a contar con sus rollizos dedos. - Tres.. más, uh... ¿dos?... y otro más. - dijo levantando su hacha-mano.
- Entonces, ¿ocho? -
- Algo así. -
- Zeiz, - dijo una aguda voz.
- Tenemos que golpear el correcto pronto. -
- ¿Y luego qué vamos a hacer? -
- Lo mismo que hacemos siempre. -
- ¡Aplastar! Y después recoger las golosinas, - dijo Ruric mientras daba un mamporro al aire.
- ¡Ezto ez muy divertido, chicoz! - Squelch asomó la cabeza de la nueva cesta que colgaba de las espaldas del ogro. - Vamoz a derrotar por completo a todoz loz demáz corredorez. -
- ¿Cuánto tiempo vamos a tener que llevar esta cosa? - lloriqueó Ruric.
- Hasta que ganemos, por supuesto, - recriminó Thar.
- Hey, chicoz, he eztado penzando... realmente podríaiz uzar algunaz mejoraz como eza hacha vueztra. Tengo variaz ideaz. Acción de corte automático. Tal vez algunaz cabezaz diztintaz. -
- No le prestes atención. Tal vez se marche él solo. - Ruric Thar siguió caminando.
- ¿A que zí, chicoz? Realmente hacemoz un gran equipo... ¿chicoz? -
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