Decimocuarta entrada
Infiltración e información
Afortunadamente para Grotón, los enanos de la torre habían conseguido aprovisionarse lo suficiente como para resistir encerrados durante meses sin que les faltase de nada. Esa fue la razón de que pudieran engrasar a Grotón lo bastante como para no quedarse atascado en los angostos pasadizos secretos de la fortaleza. Heimrich encabezaba la expedición. Le seguía de cerca Stullgrim, que no se separaba de Valiria. Les seguía Grotón a marchas forzadas y yo, me ocupaba de que Grotón no se quedase atascado. El pasadizo nos dejaría dos pisos por debajo del templo y a partir de entonces deberíamos evitar ser vistos. Por fortuna para nosotros la salida del pasadizo nos dejó en una sala desprotegida.
Heimrich salió algo encogido del pequeño túnel y avanzó hasta la entrada de la estancia. Echó un vistazo cauto en el pasillo y pudo ver dos centauros que vigilaban la habitación contigua. Nos avisó de que saliésemos haciendo el menor ruido posible y por fortuna pudimos darles esquinazo fácilmente. Avanzamos rápidamente por un largo pasillo hasta unas escaleras ascendentes. Al girar por el codo de la escalera Heimrich se topó casi de bruces con un hobgoblin que se quedó aún más impresionado que Heimrich.
- ¡Intruz...!- fue lo último que pudo pronunciar el hobgoblin antes de que su cabeza explotase como una pompa de jabón a causa del siniestro hechizo del cual suele hacer gala Heimrich con su mirada. Afortunadamente no le dio tiempo a alzar la voz lo suficiente, ya que a escasos pasos en la siguiente habitación se encontraba un pequeño grupo de Enanos del Caos. A fin de evitar un combate que podría poner en alerta a más guardias, Heimrich utilizó un hechizo que recreaba el sonido de unos pasos a la carrera en dirección opuesta a nuestro destino y los enanos salieron apresurados a ver de qué se trataba. Despejado el camino pudimos continuar.
Mientras avanzábamos por el último de los pasillos, Valiria se detuvo en seco y comenzó a realizar unos gestos con sus manos y a musitar una oración en idioma enano. Nos reunimos en torno a ella y vigilamos el pasillo para protegerla de un posible ataque. De repente en la pared comenzaron a brillar una serie de juntas entre los bloques de piedra que acabaron por dibujar una puerta. Con un silencioso mecanismo, la puerta se adentró unos centímetros en la pared y comenzó alzarse hasta que se ocultó completamente, dejando a la vista el templo de Valaya. Rápidamente nos dirigimos a su interior. Grotón se quedó guardando la puerta, mientras el resto de nosotros preparamos un par de alfombras y comenzamos a apilar sobre ellas todos los objetos sagrados y tesoros que guardaba el templo: armas, escudos, estandartes... mientras que la sacerdotisa se apresuró hacia el altar a recoger otro de los tomos del Libro de la Verdad.
De repente, la alfombra que se encontraba a la entrada comenzó a arder formando un pequeño círculo de fuego tras Grotón, que se percató de ello inmediatamente. La alfombra se consumió enseguida, dejando ver bajo el círculo que se había formado la piedra fundida que comenzaba a brotar del suelo y a tomar forma. La parte más alta comenzó a tomar la apariencia de un Enano del Caos. Inmediatamente comenzaron a perfilarse en su cara una sonrisa adornada por dos inmensos colmillos, además de joyas y extraños ropajes sobre su cuerpo. Sin embargo, bajo sus piernas se formó con la lava un extraño pedestal que acababa rematado en una bola pétrea relativamente grande. Ésta comenzó a girar y a desplazar al enano, que una vez lo hubo abandonado el resplandor de la piedra al rojo vivo resultó estar fusionado al mágico pedestal por sus piernas de piedra.
- Por fin recuperaremos lo que nos pertenece, ¡y vosotros seréis nuestras ofrendas a Hashut! - Aprovechando que nos había cogido por sorpresa, inmediatamente después de despegarse del suelo fundido liberó un potente hechizo. Tan potente, que lo dejó paralizado y el único efecto resultante fue que su hacha salió disparada de su cinto en dirección al pecho de Stullgrim. Por fortuna, el matador estuvo atento y desvió el proyectil con su hacha, haciendo que saltasen chispas por el entrechocar de los metales. Grotón no se lo pensó dos veces y levantó su maza preparado para golpear. En el instante antes de recibir el golpe, el hechicero enano del caos profirió una espantosa carcajada y cuando la maza golpeó su cráneo la figura del enano se resquebrajó en mil pedazos como si fuera una estatua de piedra hueca.
En vista de que ya sabían de nuestra existencia, terminamos de recoger los objetos en las alfombras y salimos de la habitación tan rápido como pudimos. Valiria volvió a sellar el templo y nos apresuramos a volver a la torre por el mismo camino que habíamos tomado. Desgraciadamente un grupo de hobgoblins capitaneados por un enano del caos de aspecto mucho más rudo y fiero que aquellos que nos habíamos encontrado hasta ahora. Grotón comenzó a aplastar hobgoblins sin ningún miramiento, mientras que Stullgrim se abalanzó sobre el capitán Enano del Caos. Yo me quedé protegiendo a la sacerdotisa de los hobgoblins. Grimnioz se enorgullecería de saber que su martillo rúnico sigue acabando con los enemigos de su pueblo.
La lucha era encarnizada. Grotón conseguía contener la marea verde, pero Stullgrim se encontraba en serios problemas. Heimrich preparó un potente hechizo explosivo, pero al lanzarlo un aura brillante lo envolvió por completo y cuando ésta desapareció, también lo había el pelo de su cabeza, barba, cejas y probablemente cualquier otra parte de su cuerpo. No fue más que un pequeño contratiempo en relación a la cantidad de hobgoblins que había hecho desaparecer. Este hecho propició que pudiese sacar mi pistola enana, apuntar hacia el enano del caos que tenía a Stullgrim en el suelo a punto de ser rematado por su hacha, y disparar. La bala entró por el ojo del capitán Enano del Caos, que murió en el acto. Stullgrim parecía contener la rabia que le corroía por haberle salvado la vida pero simplemente se volvió a un lado, pues la lucha no había concluido.
En poco tiempo los pocos hobgoblins que quedaban con vida huyeron despavoridos de un jadeante Grotón. Apenas había sufrido heridas, pero extrañamente parecía agotado. Continuamos nuestro regreso, pero al llegar a la entrada del pasaje secreto que nos conducía de vuelta a la torre Grotón cayó desfallecido. Valiria lo examinó brevemente y concluyó que había sido envenenado, veneno que seguramente estaba impregnado en las armas de los hobgoblins. Heimrich se apresuró a darle a beber la poción que le había entregado Fiona, la hechicera que conocimos en la aldea de Piotr. En penas unos segundos Grotón recuperó su vitalidad pero el veneno seguía en su cuerpo. Por suerte la poción le dio las energías suficientes para volver a arrastrarse por el pasadizo y pudimos llegar a la torre, donde la sacerdotisa se tomó el tiempo suficiente para sacar el veneno del cuerpo de Grotón.
Los enanos agradecieron de forma insulsa que recuperásemos para ellos el resto del Libro de la Verdad, además de un estandarte de Valaya y una buena cantidad de objetos muy valiosos y poderosos. En aquel momento Heimrich pidió explicaciones acerca de cómo era posible que el pueblo de los enanos fuese capaz de utilizar la magia. Esa reveladora acusación, unida al hecho de que Heimrich había arriesgado su vida y perdido todo su vello facial por recuperar los tesoros de los enanos, hizo que nos revelasen más datos que desconocíamos. Al parecer uno de los motivos por los cuales los Enanos del Caos eran capaces de utilizar las corrientes del la magia era porque se habían vendido a un oscuro dios menor del Caos: Hashut. Ha sido gracias a sus bendiciones e influencia que los Enanos del Caos sean capaces de lo que sus parientes lejanos se niegan en rotundo. Por otro lado, creen también que la misma magia fue el motivo de su cambio final. La prueba viviente era el diabólico hechicero que nos habíamos encontrado, cuyo nombre suponían que era Zarduk el Oscuro. Al parecer habían llegado hasta estas tierras los rumores de sus despiadados métodos de tortura y esclavismo.
Aquella noche descansamos bajo una extraña tranquilidad mientras asimilábamos, yo por lo menos, el oscuro secreto del pueblo enano. Pensaba en el odio que parecía consumir las caras de los Enanos del Caos que nos habíamos encontrado hasta ahora, y en la paz que reflejaban los cadáveres de los mismos. orprendentemente los Enanos del Caos no tomaron ninguna represalia por nuestro escarceo en el templo de Valaya de la tarde anterior, tal vez porque consideren que intentar entrar aquí es un esfuerzo innecesario o tal vez porque prefieran que nos volvamos locos aquí dentro, o bien que nos muramos de hambre aunque pasarían semanas antes de eso.
Al amanecer del día siguiente, un virote de ballesta se coló por una de las ventanas de la torre, clavándose en la pared. ¡Habían llegado refuerzos! Un pequeño regimiento de enanos liderado por el señor enano Vorek Digginson había aprovechado la noche para infiltrarse silenciosamente en la fortaleza y para librarla de sus captores. En el momento en que llegó a las forjas la noticia de la lucha que se estaba librando en los niveles superiores, los esclavos se rebelaron y acabaron con sus capataces hobgoblin. Los enanos del Caos que aún quedaban con vida, entre ellos huyeron de la fortaleza. Las forjas habían sido desalojadas y los esclavos liberados estaban siendo conducidos al exterior para comenzar a llevarles a sus lugares de procedencia. Tras comprobar la lista de los esclavos liberados, pudimos comprobar que tanto Krals, el hermano de Grimnioz, y el hijo del tabernero de Nuln estaban con vida y habían sido liberados de las garras de los Enanos del Caos, aunque pasaría algo de tiempo antes de que pudieran ser trasladados a Nuln de forma definitiva.
Por desgracia solo había llegado un contingente lo suficientemente grande como para crear la confusión que permitió la revuelta de esclavos. Por si no fuera poco, los escasos refuerzos recibidos serían nuestra única ayuda en la resistencia contra el ejército de Zarduk el Oscuro, el cual seguramente volverá con ansias de venganza y de recuperar la producción de armamento que los esclavos habían logrado producir durante su cautiverio.
(La semana que viene, el final)
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