sábado, 22 de septiembre de 2012

Eltharion (relato clásico, 2)



Los exploradores Altos Elfos encontraron la vanguardia del ejército de Grom en el Vado de Peledor. Permanecieron a la espera y lanzaron una lluvia de flechas sobre los Goblin cuando intentaron cruzar. Los goblin sufrieron grandes bajas y los gritos de burla de los Elfos les enfurecieron. Sin embargo, el viejo y astuto Grom había analizado con más calma la situación y envió un grupo de guerreros río arriba con órdenes de cruzar el río a nado y atacar a los defensores elfos por el flanco. Los elfos fueron expulsados del vado.

Recordando su juramento de no poner pie nunca más en un bote, Grom no cruzó el río en ninguna de las balsas construidas apresuradamente. En lugar de eso, ordenó a su guardia personal a meterse en el río con sus escudos sostenidos sobre sus cabezas, y Grom cruzó el Peledor sobre un puente de escudos. Tan solo tres de sus guardias personales murieron tratando de sostener su enorme peso.

En la otra orilla, los goblins descubrieron una gigantesca piedra erguida, uno de los menhires de los elfos. El chamán de Grom, Colmillo negro, examinó el monolito élfico grabado con runas y descubrió para qué servía: se trataba de un nexo conductor de una gran cantidad de energía. Los dioses oscuros sonrieron y el chamán consiguió unir su mente al menhir. La energía fluyó a través de él. Se elevó exultante en el cielo nocturno montado sobre su serpiente alada, Muerte Alada.



Al día siguiente, el ejército goblin llegó a la fortaleza de Tamarha. Contemplando el enorme palacio-fortaleza, Grom decidió que esa debía ser la ciudad de Tor Yvresse. Permaneció alelado durante unos instantes; su belleza le superaba. Como muchas ancestrales construcciones élficas, la torre parecía haber crecido de la roca viva, con sus torres elevándose desde su base de piedra como troncos de árboles petrificados. Ancestrales bajorrelieves ligeramente erosionados por el viento estaban esculpidos en sus muros. Bellas estatuas montaban guardia sobre el lago-foso ante la fortaleza. Sus ojos desprovistos de vida vigilaban el puente de entrada de basalto.

Moranion contempló desde su torre el ejército de criaturas verdes y supo que estaba perdido. El informe de los exploradores no le había preparado para la magnitud real del ejército que se extendía ante sus ojos. Cubría toda la sierra más próxima y fluía como una marea verde a través de la llanura, dirigiéndose hacia su hogar ancestral. Al frente del ejército vio la enorme silueta de Grom, cómodamente instalado en su carruaje de guerra. En lo alto, una poderosa serpiente alada surcaba el cielo con un chamán montado en su lomo. Los hechizos de ilusión que rodeaban Athel Tamarha se habían debilitado y desvanecido el día anterior. Al contemplar al chamán goblin, el viejo noble elfo supo el motivo; una nube de energía flotaba a su alrededor, más brillante que el relámpago, más terrible que cualquier dragón enfurecido.

“No sabe lo que hace”, pensó Moranion con un estremecimiento. Semejante volumen de energía acabaría consumiendo al chamán como una llama consume una rama seca aunque antes causará terribles estragos. El chamán había unido su mente a los conductos de energía mágica que los elfos utilizaban para mantener sus tierras por encima de las aguas.

Los menhires eran el eje de los hechizos que mantenían el Caos apartado del mundo; sus hechizos eran tan poderosos, intrincados y complejos que ningún mago viviente podía aspirar a reproducir. Salvo en momentos de gran necesidad, ningún mago elfo se atrevería a interferir con ellos porque, ¿quién sabe lo que le ocurriría si su equilibrio fuera alterado aún si solo fuera ligeramente? Era una amenaza a todo el continente de Ulthuan, no sólo a Athel Tamarha.

Con un poderoso rugido, los goblins avanzaron hacia el puente de entrada. Mientras lo hacían, la serpiente alada descendió en picado. De la mano de su jinete surgió un colosal rayo de energía. El olor a ozono llenó el aire. Las puertas de la fortaleza de Tamarha estallaron en mil pedazos. Moranion sabía que no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. La fortaleza disponía de pocos guerreros en ese momento; la mayoría eran viejos y jóvenes sin experiencia. No podrían contener a los goblins en la puerta de la fortaleza.

Grom dirigió su carro a través del puente, matando a todo al que se interponía en su camino. Penetró en el patio de armas, donde fue interceptado por Monarion. El viejo elfo llevaba una cota de malla plateada y una capa de piel de lobo blanco. En su mano sostenía una espada cubierta de runas, la Espada Colmillo. El viejo elfo le desafió. Grom bajó de su carruaje y avanzó entre los demás combatientes. Bloqueando con su hacha la espada del eflo, derribó al anciano guerrero con un golpe de su puño enfundado en cota de malla. Entonces se irguió lanzando gritos de triunfo entre sus guerreros, con el inconsciente Alto Elfo agarrado sobre su hombro.

La batalla terminó rápidamente. Los victoriosos goblins recorrieron las estancias del antiguo palacio, envolviéndose en los tapices, corriendo y brincando por los salones, desfigurando obras de arte de valor incalculable y rompiendo los brazos de las exquisitas estatuas. Alrededor de las hogueras avivadas por pergaminos irremplazables, los goblins bebieron los alucinógenos vinos de botellas que eran más viejas que algunos reinos de los hombres, y devoraron vorazmente los frutos de los más resplandecientes huertos.

(Continuará)

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