domingo, 5 de agosto de 2012

Asedio (relato clásico, 8)

(Ir a la séptima parte)

Estaba siendo un pésimo día para Ugrug. Los bretonianos habían realizado una salida con antorchas y habían incendiado sus lanzadores de rocas. Ugrug quería ver cómo las murallas del castillo caían bajo las rocas lanzadas por sus máquinas de guerra, pero ahora tan sólo tenía unos restos humeantes. El corazón maligno del señor de la guerra ardía de rabia. El informe de sus jinetes de lobo había sido aún peor. Un gran ejército bretoniano se aproximaba rápidamente, y llegaría al castillo en pocos días.

Ugrug estaba decidido a tomar el castillo y marcharse rápidamente de allí con todo el botín que pudiera obtener. Ya habían empezado a producirse las primeras deserciones entre los goblins, e incluso los chamanes habían comenzado a murmurar contra él. Preocupado por todo lo acontecido, Ugrug decidió desahogarse con el primer goblin que se cruzara en su camino.

-¿Ya haz enkontrado la rezpuezta ke te pedí? -gruñó al chamán Grub, que tuvo la desgracia de ser el primero en cruzarse en su camino.

-Zí, jefe. Demolizión. -sugirió Grub rápidamente, pues demolición fue la primera palabra que se le pasó por la cabeza.

-¡Demolizión! -dijo Ugrug -¿Ké ez demolizión?

-Ez kuando deztrozaz alguna koza -replicó Grub -Komo derribar murrallaz y otraz kozaz.

Ugrug consideró las posibilidades durante unos instantes.

-¡Ezo ez, deztrozar alguna koza! ¡Loz orkoz puedez deztrozar kualkier koza, inkluzo un kaztillo! -respondió Ugrug exultante -De akuerdo, ke loz goblinz trabajen día y noche. Kiero ke deztrozen laz murallaz. ¡AHORA!



Los peones goblin, supervisados por los orcos negros y orcos grandotes que habían sobrevivido, empezaron a cavar una trinchera hacia una de las murallas del castillo. Avanzaban a buen ritmo, sin importar lo pesadas que fueran las rocas que los bretonianos les arrojaban y que rebotaban en las pantallas de madera que protegían a los obreros. Los goblins trabajaron rápidamente, y al atardecer habían conseguido construir un camino de tierra a través del foso. Al acabar el día habían llegado junto a las murallas. Al ver su objetivo tan cerca, los goblins redoblaron sus esfuerzos, tirando de las grandes rocas que servían de cimientos a las murallas, y apuntalando los huecos con gruesos troncos de madera.

-Jefe, ya eztamoz bajo la muralla -dijo el orco negro encargado de dirigir los trabajos.

Ugrug parecía satisfecho.

-Ke ze preparen loz chikoz. Eze kaztillo ze va a kaer bajo loz piez de ezoz humanoz, y nozotroz akabaremoz kon loz ke keden.

(mañana la última parte)

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