lunes, 10 de febrero de 2014

El cuento de Roreca (y 2)


(Aquí la primera parte)

La tormenta comenzó a disminuir, y eso me tranquilizó un poco. El viento había despejado el hedor de la tumba y volvió a salir el sol. Me preguntaba si los osos también habrían perecido o solamente aquel al que escuché bramar. Worzel aún continuaba murmurando sobre el lazo blanco que le faltaba, y de la protección que obtendría si la encontrara, cuando de pronto se detuvo como si estuviera congelada. Miró en la distancia y comenzó a ponerse pálida. Oteaba ansiosa el terrón flotante, y volvió a trenzar con esfuerzos redoblados. Yo estaba aterrorizado. Miré en el mapa y vi una sombra oscura acechando hacia un lado. El aire comenzó a apestar otra vez - no tan fuerte como con los muertos vivientes, pero mucho más corrupto. Y sospechaba que la fuente del olor se encontraba aún lejos.

Un farfulleo salvaje resonaba desde el fondo del barranco, y desde la colina se aproximaba corriendo una figura humana algo larguilucha y encorvada. Parecía que Worzel ni siquiera le estaba prestando atención. Al principio me sentí aliviado de que la amenaza fuese tan pequeña. Pero el aroma del humano no era el mismo que el olor corrupto que venía de las montañas. De hecho, el olor ahora era tan fuerte que casi podía sentir cómo desgarraba las protecciones de Worzel. Worzel tiró de una de sus cuerdas invisibles y aparecieron más hadas venidas de ninguna parte. Oculté mi desaprobación. Creó otra luciérnaga para que éstas la siguieran y las envió hacia la montaña, confirmando mi temor de que la amenaza real no había llegado aún.

El sol había sido borrado, esparciendo una sólida oscuridad que venía de las montañas. Su fuerza era insoportable. Los llantos del humano eran ahogados en el batir de enormes alas. Cuando la oscuridad aterrizó, el impacto fue tan grande que las rocas de la cima se partieron y cayeron a nuestro alrededor. La criatura se posó en el cauce del río colina abajo, pero su cabeza se hallaba sobre nosotros. Se trataba de algún tipo de demonio, con la piel ennegrecida y llena de parches de llamas. De sus enormes puños con uñas tan grandes como guadañas cayeron los restos carbonizados de las hadas.

El calor me golpeaba a medida que el demonio se acercaba por la colina; los árboles y arbustos se prendían en llamas a su paso. El humano aún gritaba y arañaba ante nosotros, intimidado por este nuevo peligro. Aplastado por la mano izquierda de la bestia, el demonio destrozó el cuerpo inerte con sus dientes. "Bueno, ese es un problema menos", pensé de manera histérica. "¡Thomil, estúpido, estúpido!", gritó Worzel. "¡El Señor del Abismo! No puedo creer que seas tan estúpido." El demonio alzó ambos puños sobre su cabeza con los restos del humano colgando de su boca. Los lanzó con tanta fuerza hacia nosotros que Worzel cayó al suelo incluso estando bajo la protección de los escudos. La escuché gritar de dolor. Yo aullé. Jadeando, se incorporó sobre sus rodillas y comenzó a gesticular frenéticamente. cerré los ojos y me tiré al suelo. Tal vez el Señor del Abismo no se fijó en mi. Tampoco es que importara; si Worzel moría, yo sería tan útil como si me hubiera ido a cualquier lado. Me preguntaba a cuál de nosotros se comería primero el Señor del Abismo.

Pude escuchar a Worzel tras de mi, mientras murmuraba algo en un último y desesperado intento de luchar contra el demonio. Las pisadas del Señor del Abismo hacían temblar el suelo y su fuerza era paralizadora. Worzel gritó; yo quería correr, pero el miedo me había paralizado. Me llevó un tiempo darme cuenta de que en realidad se estaba riendo. "¡Thomil, estúpido, maravillosamente estúpido!". Abrí los ojos y la vi sonriendo hacia la palma de sus manos. Algunos de los lazos de la tierra estaban cambiando de color, desvaneciéndose desde el rosa al blanco. "¿Lo arrastraste hasta aquí para negarme el poder de las montañas, Thomil? Supongo que no sabías que he estado puliendo mi magia blanca". Giró en círculo sobre si misma mientras el Señor del Abismo bajaba nuevamente los puños. Esta vez se chocaron contra un muro de llamas blancas que se había formado sobre nuestras cabezas. El Señor del Abismo aulló de sorpresa y dolor. El calor se apagó, el sonido se apaciguó e incluso el olor se desvaneció hasta convertirse en una reluciente membrana de luz que nos rodeaba. Pude escuchar al Señor del Abismo rugiendo afuera, pero no sentía el menor temblor mientras clavaba sus garras en la superficie de la esfera de luz. Donde quiera que tocase la esfera volaban chispas y surgían llamas blancas.


El Señor del Abismo bramó, pero parecía distante. Worzel lo observó intensamente, mientras trenzaba los lazos de las tierras con sus dedos. Frustrado por la impenetrable luz que nos rodeaba, el Señor del Abismo rindió pronto su ataque. Expandiendo sus enormes alas, el demonio se lanzó hacia las alturas y voló sobre la montaña. Worzel parecía complacida consigo misma. Volvió a reparar en el aún flotante musgo y observó el parche de oscuridad moverse desde el centro a uno de los bordes. "Pobre Thomil. Debiste tener más cuidado con lo que jugabas".

Supuse entonces que el duelo había acabado y que Worzel había ganado. El brillo se desvaneció, y Worzel salió trepando del barranco. La seguí, de mala gana - Sin la esfera para protegernos, no estaba seguro de que el Señor del Abismo no regresara. Worzel se dio cuenta de que me retrasaba y sonrió. "No te preocupes, Roreca," y volvió a sonreír. "No pasará mucho tiempo antes de que Thomil se vea obligado a abandonar este plano, y estoy segura de que pasará siglos curándose. Mientras tanto es hora de reclamar nuestros botines de guerra". Sabía lo que eso significaba. A menudo, cuando un mago es desterrado de un plano en el calor de la batalla dejan lazos sin atender. Avanzamos por las montañas hacia la última localización de Thomil. Pudimos haber llegado allí mucho más rápido, pero parecía disfrutar de la escalada. Estaba pensando en algo, algo que la excitaba.

El Señor del Abismo se enfureció por un momento, pero con el tiempo acabó cansándose de descargar su furia sobre la vida salvaje de Ergamon y su flora: cuando miré el mapa de Worzel unas horas más tarde, el punto negro había desaparecido. Un fino humo aceitoso flotó en el aire durante lo que quedaba de día. Cuando llegamos al lugar en el que Thomil había caído, lo único que vimos fue un humeante cráter silbante. No pude encontrar ningún lazo de tierra. Incluso, más debió haber ocurrido en el duelo con Thomil que su derrota, porque Worzel ni siquiera parecía decepcionada. "Creo que es hora de otro viaje a Cabralin, Roreca", dijo ella.


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