"Escucha bien, mientras te relato la historia de Be'lakor, el señor oscuro, cuyo verdadero nombre ha sido olvidado y maldito por siempre. En su arrogancia, atrajo la mirada de los Dioses del Caos a este mundo, trayendo la condenación sobre todos nosotros."
- Frederich Weirde, Cronista del Final de los Tiempos.
Be'lakor fue el primer mortal que se alzó hacia las exaltadas filas del Príncipe Demonio, aunque los sacrificios que realizó y los horrores que cometió se pierden incluso en las más antiguas historias. De todas formas fue Be'lakor quien atrajo la mirada de los Dioses del Caos y de algún modo se las arregló para intrigar lo suficiente a los cuatro hermanos como para que cada uno le concediera una fracción de su divino poder. Esto se reveló pronto como un error. Rara vez los Dioses del Caos comparten nada durante mucho tiempo y así lo hicieron con Be'lakor.
Como el primer - y por entonces único - Príncipe Demonio, Be'lakor era un premio incomparable. Así ocurrió la guerra de los Dioses del Caos por el control del alma de Be'lakor, cada uno de ellos decidido a sus hermanos a renunciar a sus peticiones. A medida que la batalla rugía, cada uno de los Dioses del Caos le ofrecía a Be'lakor un mayor poder, a cambio de que considerara liderar sus ejércitos hacia la victoria. Tales negociaciones era nimias para los gustos de Be'lakor, de modo que engatusó a los Dioses del Caos para que le garantizasen sus proféticos regalos y luego huyó al mundo mortal sin cumplir con su parte de los tratos.
Be'lakor llegó en un momento lleno de oportunidades para alguien como él. Los enormes portales de los polos habían colapsado, y los vientos de la magia fluían a través del mundo. Los demonios habían rastreado el despertar de la magia, y Be'lakor doblegó a muchos de ellos bajo su voluntad, forjando así un ejército que sirviera a sus propios propósitos en lugar de los de los Dioses del Caos. Así fue como el Príncipe Demonio conquistó a los primitivos humanos del norte, aunque muchas tribus se pusieron voluntariamente a su servicio, las cuales ya se habían comprometido con los Dioses del Caos y habían visto su reflejo en la oscura majestuosidad de Be'lakor. Era una criatura de sombras vivientes, tangibles solo cuando estas lo deseaban, un maestro del terror y la ilusión que se daba festines con los temores de los mortales.
"Él es el Primero, Heraldo de Perdición. Por donde él pisa, las sombras se agitan y la luz huye aterrorizada. No digáis su nombre."
- del Libro de las Sombras, traducido del arábico por Albretch Anroth.
Durante muchas generaciones de bárbaros, Be'lakor se deleitaba con su nuevo estatus. Aplastó razas que cayeron en el olvido, y trajo la guerra a los reinos recién surgidos de los Elfos y los Enanos. Pocos podían resistirse a Be'lakor, pues la esencia del Caos soplaba fuerte en todo el mundo y ésta era tanto su arma como su sustento. Las ciudades caían bajo su ira, sus nombres fueron borrados de la historia y sus gentes reducidas a polvo. A cada victoria, Be'lakor ordenaba que se erigieran estatuas en honor a su gloria. Así es cómo las rocas fueron talladas para darle forma: tronos, estatuas y monolitos de calaveras, y palpitaban con el poder del Caos. Escaleras de caracol que llegaban hasta los cielos, lo mejor para que el Príncipe Demonio bañarse en los vientos vivificantes de la magia, y se hicieron pozos muy profundos en la tierra, para que pudiera sorber las caóticas energías que se habían filtrado en el lecho de roca.
Sin embargo, tras cada conquista Be'lakor no solo se hacía más poderoso, sino que también se acercaba más a su caída, pues incliso en su rebeldía, había estado cumpliendo sin desearlo la voluntad de los Dioses del Caos. Be'lakor había hecho mucho para difundir el credo del Caos por todo el mundo. Con el tiempo, los seguidores mortales más poderosos del Príncipe Demonio llamaron la atención de las miradas que no parpadean de los Dioses del Caos, y ellos mismos se alzaron como Príncipes Demonio. En esta ocasión, los hermanos no hicieron ningún esfuerzo por compartir sus premios mortales, y tampoco había ninguna necesidad, puesto que no había escasez de campeones adecuados. en un vistazo comparativo, Be'lakorse convirtió en un príncipe Demonio de entre muchos. Donde una vez él había mandado sin oposición, ahora se encontraba a sí mismo rodeado de docenas de posibles usurpadores. Peor aún, pues con cada Príncipe Demonio que ascendía, Be'lakor sentía menguar sus propios poderes, mientras sus dones le iban siendo despojados desde la distancia y entregados a sirvientes más leales.
Durante años, las batallas rugían sobre las tierras que Be'lakor había reclamado, ya que los Príncipes Demonio recién nacidos pretendían labrar sus propios territorios. Pero Ninguno de ellos pudo lograr un enorme dominio, ni siquiera Be'lakor, a pesar de su ingenio y astucia. En las guerras entre los Príncipes Demonio perecieron incontables miles de humanos, aunque entre su gran maldad, unos pocos hombres buenos se alzaron. Se habían traído tantas legiones demoníacas a este conflicto que el reino de Ulthuan no estaba siendo tan presionado como hubiera podido estarlo, y esto les dio a los Elfos la oportunidad de realizar un último intento de detener la ola del Caos - un Gran Vórticew que desviaría todas las energías mágicas del mundo.
El gran éxito de los Elfos fue lograr la caída de los Príncipes Demonio. A medida que la magia se desvanecía del mundo, los demonios iban siendo arrojados de vuelta a los Reinos del Caos. Be'lakor fue el último en ser desterrado, debido a que su conexión con el plano mortal era mayor que la de ningún otro, pero ni tan siquiera él pudo resistirse al sumidero del vórtice. En el momento en el que Be'lakor fue desterrado, sus monumentos se colapsaron y sus ruinas fueron tragadas por las montañas como si nunca hubiesen existido. No quedó rastro alguno de su dominio.
Durante miles de años, a Be'lakor no se le permitió adentrarse en los reinos mortales cuando los Vientos de la Magia soplaban con fuerza. Anhelaba posar sus pies de nuevo sobre la tierra de los mortales una vez más y, fingiendo estar arrepentido, suplicó a los Dioses del Caos que lo enviaran de vuelta una vez más. Sin embargo los hermanos oscuros recordaban demasiado bien que Be'lakor los había manipulado y habían ideado un castigo adecuado. Así, por segunda vez en su existencia, Be'lakor había unido a los hermanos en un objetivo común, a pesar de que esta segunda ocasión no le era de tanto agrado como la primera.
A diferencia de otros Demonios, a Be'lakor no se le permitía regresar al reino de los mortales cuando los Vientos de la Magia soplaran fuertes. En lugar de eso, solo podría abandonar el Reino del Caos en aquellos momentos en los cuales los Dioses del Caos así lo desearan. Esta era una ayuda que ofrecían a cuentagotas, y solo para coronar a un mortal como Elegido del Caos - una ceremonia que servía para asegurar la celebración del favor de sus dioses, y para atormentar a Be'lakor con su caída en desgracia. Cada vez que una coronación concluía, Be'lakor se veía obligado a visitar su rabia sobre el mundo como asesor del Elegido. Infundido por una sumisión no deseada, Be'lakor lideró ejércitos demoníacos bajo el mandato de su Elegido, solo para ser expulsado cada vez que su no deseado señor mortal fuese derrotado.
Sin embargo, Be'lakor encontró gracias a su astucia la manera de extender una vez más su voluntad sobre el reino de los mortales. En los tiempos en los que carecía de forma corpórea, susurraba a través de los sueños de los locos y los señores de la guerra, ofreciéndoles sus servicios sólo si iban a convocarlo hacia el reino mortal. Con demasiada frecuencia, estos hombres aceptaban las promesas de Be'lakor, inconscientes, creyendo que podrían controlar al Príncipe Demonio para lograr sus fines. Una vez le daban una entrada al reino de los mortales, Be'lakor mataba a su liberador sin dudarlo, ensalzaba a los seguidores del inconsciente y los enviaba a reconstruir la gloria de sus días felices. Sin embargo, tales liberaciones duraban bien poco. El poder de Be'lakor era una fracción del cual hacía gala en tiempos antiguos, y sus ambiciones superaban sus habilidades con creces. Así, intento tras intento, un campeón mortal yacía ante Be'lakor y enviaba el espíritu herido del Príncipe Demonio de vuelta a los Reinos del Caos, trazando una nueva forma de escapar, o para esperar el alzamiento del siguiente Elegido.
Doce veces ha cumplido ya su destino como heraldo, y en cada ocasión ha intentado escapar de su destino ya marcado, pero encontrándose con el fracaso en última instancia. Ahora que la decimotercera coronación está próxima, Be'lakor es impulsado como nunca antes a desprenderse de sus grilletes. Está decidido a que esta vez, las legiones demoníacas no marcharán bajo los caprichos de del Elegido Arcaón, sino que de acuerdo a su propio plan, arrastrará a los Dioses del Caos lo deseen o no.
NO HAY MEJOR MINIATURA DE PRINCIPE DEMONIO
ResponderEliminarDel gran Juan Díaz, yep
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