sábado, 24 de marzo de 2012

Los recuerdos de Thanquol (relato clásico, y 4)

(Ir a la tercera parte)



Mientras Thanquol avanzaba, una mortecina luz verdosa comenzaba a señalar un punto en el centro de la sala. apuntaba directamente a un gran círculo donde una vez más estaba grabado el símbolo de la Rata Cornuda. Thanquol supo sin que nadie se lo dijese que era ahí donde debía situarse. Caminaba con calma, peleando contra los impulsos de salir huyendo e incluso contra la imperiosa necesidad de mostrar sus dientes en forma de amenazadora sonrisa. El Hambre Negra hacía rugir su estómago y fue en ese momento cuando supo que estaba preparado incluso para luchar contra el Consejo de los Trece, si fuera preciso.

El suelo crujía bajo su peso y supo que donde se había situado era hueco e inestable. --bajo sus pies emanaba un leve olor a agua estancada y a algo más, algún tipo de reptil. Estaba seguro de haber escuchado el sonido de un distante chapoteo y un leve siseo. De modo que era cierto, el Consejo tenía aquí un dispositivo secreto. Había oído terribles rumores sobre una trampa de foso para arrojar a aquellos que les decepcionaban a una piscina plagada de mutados monstruos hambrientos, horribles híbridos que mezclaban Skaven y cocodrilos. se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que descubriera la verdad.

Permaneció de pie mientras observaba la luz con los ojos entrecerrados. Ahora, con la luz en sus ojos, definitivamente no podía ver nada. Las figuras apostadas en los sillones aparentaban ser meras formas sombrías. Supo que estaría en terrible desventaja si se veía obligado a combatir. Era un blanco perfecto para armas o hechizos mientras que él no podía apuntar a nada. Decidió a regañadientes que la lucha no era una opción. Cualquiera que fuese su destino, ya estaba sellado.

- Saludos-saludos, Vidente Gris Thanquol - dijo una profunda y aguda voz, llena de vieja maldad.

-Sí, saludos - dijeron otras voces. Algunas eran sibilinas y aflautadas, y tan débiles que eran casi inaudibles. otras eran tan graves que parecían salir de la garganta de un troll. - Saludos y felicitaciones.-

La voz de Thanquol casi se rompió al responder. luchó para que no sonase chirriante. -Saludos, grandes y poderosos Señores de la Descomposición.-

-Deseamos hablar contigo sobre tus recientes actos en la ciudad humana de Nuln...-

- Puedo explicarlo- interrumpió Thanquol. - Mis incompetentes subordinados...-

- No necesitas ser modesto, Vidente Gris Thanquol, la responsabilidad de los planes era completamente tuya.-

- Sí... ¡no! Ha sido un ligero contratiempo, eso es todo. Puedo rectificar la situación.

- No es necesario. La ciudad está medio en ruinas y los guerreros del Clan Skab han sido reducidos a una décima parte de su potencia. Ya no son una amenaza para el Consejo.-

Rápidamente Thanquol se dispuso a realizar cálculos. Vio un destello de luz al final del tunel. - Ellos planearon la rebelión.- Intentó hablar a medias entre una afirmación y una pregunta.

-Sí-sí, Vidente Gris Thanquol. Ya no maquinarán nunca más. Felicidades. Tenemos otra misión para ti. Una de suma importancia. Para ayudarte te proporcionaremos un nuevo guardaespaldas.-

Thanquol intentó examinar la situación desde todos los ángulos. Parecía muy improbable que el Consejo conociera las traicioneras expectativas del Clan Skab cuando él no las tenía. Estaban demasiado bien informados para eso. Sin embargo debía adaptarse a las sugerencias y fingir que había destruido al Clan Skab premeditadamente. Tal vez el clan estaba bajo el mandato de alguno de los Señores de la Descomposición que había planeado algún tipo de movimiento contra el Consejo. Si ese fuera el caso, admitir abiertamente que alguien había operado en contra del Consejo provocaría una nueva y desastrosa guerra civil. Nadie en el Consejo quería tal cosa. Por lo tanto se preparó para aparentar que había desbaratado la situación por sus propios medios.



De todos modos, ¿acaso no era cierto? Thanquol se sintió henchido de orgullo. Lo asaltó otro pensamiento. Su misión había sido saboteada para asegurar su fracaso. Ahora estaba en lo cierto. Tal como él sospechaba todos sus planes habían sido echados a perder por la traición de alguien más.

Mientras el consejo le detallaba su nueva misión permitió que sus pensamientos trazaran nuevos planes de venganza. Primero debería descubrir a su enemigo y entonces... También decidió que llamaría a su nuevo guardaespaldas Quebrantahuesos, en honor a su leal y tristemente finado seguidor de confianza. Sí, Thanquol siempre había pensado que las ratas ogro traían buena suerte. 

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