Cuando el sol descansa,
y el mundo está oscuro,
se encienden los grandes fuegos,
y la cerveza se escancia en jarras,
entonces llega el momento de cantar las sagas,
como hacen los enanos.
Y la más grande de todas es
la Saga de Sigmar,
de los guerreros el más poderoso.
Oíd, oíd estas palabras
y vivid llenos de esperanza.
En un tiempo antes del tiempo,
los orcos recorrían la tierra.
Todo era oscuridad.
Era una época de lamentos.
Era una época maldita.
Era una época de lobos,
y la humanidad era su presa.
Los hombres alzaron la vista al cielo,
gritando a los dioses: libradnos del mal.
Y los dioses respondieron.
A la oscuridad llegó una luz.
Una antorcha de los dioses.
Un cometa de dos colas
volando en el cielo nocturno.
Las gentes se miraron entre sí
¿Qué podía significar aquello?
Los orcos empezaron a tener miedo,
y los lobos se escondieron en sus guaridas.
Entre los Unberogens,
nació un niño.
El hijo de un jefe, destinado a la grandeza.
Y los dioses decretaron
que su nombre fuese Sigmar,
aquel cuya llegada fue profetizada
por la señal de los dioses.
Y este Sigmar, cuando aún era joven,
se enfrentó a los orcos y goblins
con el hacha de su padre,
mientras otros huían.
Defendió su casa y su hogar.
No temas, madre; hermana, no tengas miedo.
Ni esta casa ni este pueblo van a arder,
no mientras la mano de un hombre
pueda sostener el mango de un hacha.
Los hombres acudieron a Sigmar,
el valiente guerrero.
Le convirtieron en su jefe,
favorecido por los dioses.
Que no seamos presa de los orcos y los goblins
porque ha llegado la hora del hombre.
Noticias le llegaron a Sigmar de unos incursores goblins,
una poderosa partida de guerra,
cargada de botín,
con cautivos encadenados,
regocijándose en la matanza.
Los hombres defendieron el desfiladero,
y Sigmar se encontraba entre ellos.
Aniquiló a los goblins,
detuvo a la horda
como un muro de valientes hombres
en los días anteriores al hierro.
Grande fue la victoria,
rescatado fue Kurgan, el Barba de Hierro,
el primero entre los enanos, un Alto Rey.
Viejo y de larga barba,
encadenado por los goblins, sujeto a un rescate,
liberado por Sigmar, el más valiente de los hombres.
Nunca en mis largos años
he visto tal matanza
de la raza goblin, ni de la orca,
ni siquiera en los días de mi juventud,
en las montañas de los enanos.
Así habló el rey Kurgan.
Poderoso es Sigmar,
aquel que ha salvado al rey enano
del deshonor.
¿Cómo puedo recompensarlo?
Acudid a mis salones, festejemos
en honor a la victoria.
Toma este martillo.
Un martillo de guerra,
un martillo de hierro
que cayó del cielo
con dos lenguas de fuego
desde las forjas de los dioses.
Labrado por un herrero rúnico,
Ghal Maraz es su nombre:
el Rompecráneos.
(Ir a la segunda parte)
Tardé mucho tiempo en conseguir esta saga. La disfruté como un enano, como un herrero contemplando su última maravilla. Gracias por compartirla.
ResponderEliminar¡Encantado! No podía faltar esta saga en la biblioteca.
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