La historia del mundo de Warhammer
comienza con la historia del cosmos y con la de la primera raza que
lo exploró. Eran conocidos como los Slann, una raza de criaturas
anfibias y de alto intelecto que evolucionaron hace millones de años.
No se sabe nada de su mundo natal, salvo que debe haber sufrido
cambios sustanciales con el paso de los eones. Con toda probabilidad
hace mucho tiempo que ha dejado de existir.
Esta raza inimaginablemente antigua se
extendió por toda la galaxia, descubriendo muchos secretos extraños
y aprovechándose de poderes nunca vistos antes en el multiverso. Uno
de sus mayores logros fue la creación de portales espaciales entre
mundos, haciendo así más rápidos los viajes por la vastedad del
espacio. Estos portales espaciales, o portales a la disformidad, eran
construidos sobre planetas habitables, pareciéndose a enormes
agujeros negros sobre el firmamento.
Al entrar en un portal a la
disformidad, la astronave de los Slann se zambulló en los reinos
desconocidos de otra dimensión, una dimensión cuya sustancia
comprimió la materia y la energía en un estado sin forma. Esta era
la dimensión del espacio disforme conocida ahora como Caos. A través
de ese mar de materia disociada, la astronave Slann surcó las
corrientes arremolinadas hacia sus profundidades. Y ocurrió que los
Slann conquistaron la vastedad del espacio y se proclamaron amos de
la galaxia primigenia.
Habiéndose ganado el acceso al espacio
disforme, los Slann ganaron también el acceso a cualquier punto del
universo y a otros aspectos del multiverso jamás soñados hasta
entonces. Al manipular los extraños poderes del espacio disforme,
los Slann fueron capaces de conquistar y transformar incontables
planetas. Aprendieron la manera de ajustar la órbita de los mundos
relativos a sus soles, a dar forma a los continentes y a recrear
condiciones adecuadas para la vida.
Los Slann evolucionaron una forma de
control hidro-estático global mediante alineamiento continental.
Como resultado de sus esfuerzos, muchos de sus mundos poseen una
geografía básicamente similar, un hecho que a día de hoy continúa
inquietando las mentes de otras razas inteligentes capaces de viajar
por el espacio.
Los Slann descubrieron criaturas
vivientes en muchos mundos. Algunas de esas criaturas se convirtieron
en sujetos de experimentos genéticos. Nuevamente crearon mundos que
se convirtieron en el hogar de la descendencia de estas criaturas
manipuladas genéticamente. Se encontraron conque en otros mundos
había formas de vida que eran peligrosas o desagradables, criaturas
que posteriormente fueron destruidas o alteradas para hacerlas más
útiles. Esto significa que los Slann crearon muchos de los mundos
habitables de la galaxia y la sembraron con los ancestros de los
hombres y otras criaturas humanoides.
Llegó la caída de la antigua
civilización de los Slann, hasta donde se ha podido descubrir,
simultáneamente por toda la galaxia. De pronto, abandonaron casi
todos sus mundos, sus portales a la disformidad cayeron en desuso y
sus enormes logros fueron olvidados. En muchos mundos, los
asentamientos de los Slann degeneraron en la barbarie, y en otros
apenas pudieron contener un vestigio de su otrora inmenso poder.
Esta catástrofe fue el resultado de un
problema largamente sopesado por los Slann, pero se trataba de algo a
lo que eventualmente iban a ser incapaces de hacer frente. Se trataba
de poderosas y malignas inteligencias procedentes de la dimensión
del Caos. Al abrir los portales entre el universo de la materia y el
Caos, los Slann habían abierto involuntariamente accesos a través
de los cuales las peligrosas y terroríficas fuerzas podían moverse
hacia el universo. Los Slann aprendieron cómo aprisionar a estas
entidades usando la magia, magia que en sí misma era la manipulación
de las energías invisibles e inherentes al Caos. Los Slann pudieron
aplacar a algunas de esas entidades mediante sacrificios o rituales.
A otras las mantuvieron bajo control solo con la ayuda de aquellos a
los que habían ganado previamente. Muchas fueron imposibles de ser
repelidas y era solo cuestión de tiempo antes de algo saliera
desastrosamente mal.
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