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miércoles, 22 de febrero de 2012

Nombrad a los muertos (relato clásico, 2)

(ir a la primera parte)

Thorgrim supo entonces que se trataba de vencer o morir. No era una mera fuerza expedicionaria, sino un ejército skaven entero, como nunca se había visto en las salas subterráneas durante generaciones. Sabía que los skaven tenían que ser rechazados allí y en aquel momento. También sabía que, sucediera lo que sucediera, se escribirían nuevas páginas en el Libro de los Agravios.

-¡Formad la cadena de la hermandad!-ordenó.

Dio media vuelta para contemplar a sus valientes guerreros enanos. Cada enano miró a su derecha y a su izquierda, memorizando las caras de los guerreros que se encontraban a su lado. Un murmullo suave llenó la sala mientras cada enano decía a sus compañeros su nombre. De esta forma los muertos podían ser recordados por sus camaradas, y los nombres de los muertos se anotarían en el Gran Libro de los Agravios. Se trataba simplemente de un ritual. Todos los enanos de cada regimiento sabían ya los nombres de todos sus compañeros. Sólo si la totalidad del regimiento era eliminado se perderían sus nombres.

Y ni tan sólo en ese caso, si Thorgrim podía evitarlo. Había memorizado el nombre y el rostro de cada uno de los enanos de su ejército. No era un simple humano, apenas capaz de recordar los nombres y las caras de un centenar de individuos. Thorgrim observó con orgullo a su ejército. La visión era capaz de animar el corazón y erizar la barba de cualquier enano verdadero.

A cada lado de su trono se hallaban dos regimientos de veteranos barbaslargas, los más viejos y más feroces de sus soldados. A su izquierda estaban los martilladores de Guttri al mando de Guttri Garikssen, su viejo camarada de cientos de escaramuzas. A su derecha estaba la Implacable Hermandad al mando de Harek Harekssen, que había venido desde Zhufbar para presentar sus respetos a Thorgrim y visitar el Gran Templo de Grimnir. Estos se habían presentado voluntarios para acompañar al ejército desde el mismo momento en que se tuvo noticia de la incursión de los skaven. En la penumbra de esta parte de la sala sus armas rúnicas brillaban con frialdad.



A la izquierda de los martilladores, el herrero rúnico Kragg estaba en lo alto de su poderoso y sagrado Yunque Rúnico, sosteniendo su enorme martillo en una mano. Thorgrim sabía que pronto invocaría rayos para atacar al enemigo. A su izquierda se encontraban dos regimientos enteros de enanos armados con ballestas. En ese momento, todos aquellos bravos guerreros estaban cargando sus armas, incrementando la tensión de las cuerdas, dispuestos para poner el virote en posición de disparo.

A la derecha de la Implacable Hermandad se encontraban los matadores, al mando de su capitán Skalli Matademonios, el más poderoso de los matadores de Karak-a-Karaz. Las canciones de muerte de los tatuados enanos de vistosas crestas retumbaban por al campo de batalla mientras se preparaban para enfrentarse a su destino. De hecho, Thorgrim pudo ver que estaban quedando presos de un estado de furia homicida.

A su lado, en una ligera elevación del terreno, las sudorosas dotaciones de los cañones colocaban en posición sus piezas de artillería. Snorri Gunaimer sacaba brillo con extremo cuidado a las runas de su cañón, mientras Grunni Hellheimer supervisaba la disposición de los barriles de pólvora. A la derecha se encontraba el nuevo cañón lanzallamas experimental, recién salido de las forjas del gremio de ingenieros.  A su derecha formaban las numerosas filas de los atronadores, con sus arcabuces listos para disparar. Desde su elevada posición podían abrir fuego sin dificultad sobre cualquier punto del campo de batalla.

Desde detrás del ejército enano llegaba el sonido de aspas girando y de los motores de vapor aumentando la presión: los pilotos de los girocópteros se preparaban para el despegue. Thorgrim dio la señal de hacer ondear el estandarte. Todo el ejército enano lanzó un grito de ánimo cuando la Runa Magistral de Valaya quedó al descubierto. Los guerreros enanos estaban dispuestos a enfrentarse cara a cara a los hombres rata. Estaban preparados para hacer entrechocar el acero puro forjado de los enanos contra las herrumbrosas armas skaven. Estaban ansiosos de poner a prueba su lealtad y de emplear las creaciones del gremio de ingenieros contra el enloquecido ingenio constructor de los hombres rata. Después de aquel día, los enanos saldrían triunfantes o los carroñeros skaven se alimentarían de los últimos huesos de su antiguo imperio.

(mañana la tercera parte)

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