SECCIONES DE LA BIBLIOTECA

viernes, 30 de mayo de 2014

Los Simpson según Magic: The Gathering

Si hay algo en lo que creo que coincidimos todos los españoles es que en algún momento de nuestra vida hemos visto a los Simpson, por activa o por pasiva. Todos los días desde hace veinte años han aparecido en nuestras cajas que atontan de manera religiosa a la hora de comer, y puedo aseguraros que en mi círculo de frikis nadie ha mamado sobre sus historias más que un servidor. Pero hoy no voy a hablaros de opiniones personales sobre la serie,sino que voy a intentar analizar de forma objetiva a los cinco miembros de esta peculiar familia en base a los colores de Magic.



Empecemos por Bart. Bart sería el color negro de Magic. El egoísmo y la falta de consideración por el sufrimiento que pueda ocasionar a los demás es algo presente en todas sus trastadas, y no se arrepiente ni cuando lo pillan con las manos en la masa; solo se lamenta de que lo hubieran pillado y del castigo que sufrirá. En sus sueños más perversos puede verse a si mismo gobernando Springfield con mano de hierro con la elegancia de un supervillano, bien sea adquiriendo superpoderes como con una flota de hormigas gigantes robóticas. Él lo que quiere es reirse, que la vida es corta.

Pasemos a su hermana Lisa, quien es el color azul. Pocas dudas quedan de que su mayor ambición es el conocimiento en si mismo, y en principio resulta una persona pacífica a la que no le gustan los problemas. Por otro lado, su tendencia al "sabelotodismo" suele acabar derivando en una serie de locuras mentales de las que ni ella misma sabe salir sola. Suele ocurrir que cuando lleva la razón se crece como el oleaje y acaba resultando tan pedante que aburre hasta a las ardillas reticuladas, pero cuando no tiene la respuesta a un problema, enseguida se viene abajo y se echa a llorar.

Como no hay dos hermanos sin tres, vamos con Maggie. El maná verde fluye por las venas de esta pequeña. Tiene un gran potencial y toda la vida por delante. Pese a ser ninguneada por su condición de bebé y su escaso vocabulario, sabe hacer que todos la entiendan cuando la conviene, y en cuanto dejes de escuchar el sonido de su chupete puede acabar liderando una revolución de bebés en su guardería. No ve venir el peligro, bien por ignorancia del mismo o porque sabe que va a salir indemne. Y si tropieza y se cae, siempre vuelve a levantarse sin importarle el daño que haya sufrido.

Sigamos con Marge, la madre protectora. Marge representa a la perfección el color blanco, pues si estás con ella no tienes nada que temer. Su instinto maternal le impulsa a proteger aquello que más quiere aunque tenga que arriesgar la vida en el intento. Pero Marge no es el tipo de persona a la que le gusten las sorpresas o las emociones fuertes. Al menor indicio de que algo pueda resultar peligroso, inmoral o ilegal, tratará de alejarse de allí por todos los medios, no sin antes haberlo destruido o reducido su potencial pernicioso. Y es que Marge en realidad ansía dejarse llevar y hacer alguna locura, pero necesita el empujón adecuado. Entre sus mayores logros podemos destacar que se hizo policía y llegó a detener a su marido por infringir la ley, pero como dijo el reverendo Lovejoy, cuando algo se vuelve legal pierde su condición de inmoral y rápidamente se hizo ludópata a causa del juego legalizado, o se pone a "rockanrolear la Casbah" en lugares públicos cuando se da cuenta de que seguir la norma establecida resulta demasiado poco excitante.

Y por último, Homer. Homer es, evidentemente, rojo. Se trata de un personaje muy impulsivo, que se deja llevar fácilmente por sus deseos y las circunstancias. En cualquier momento puede cambiar de opinión, dar un giro de 180º y continuar "avanzando" con la misma energía que lo había llevado hasta ese punto. Los objetivos de sus peripecias suelen verse influenciadas por el personaje con el que se junte para realizarlas, pero en todas ellas hay un elemento clave: el caos. 

Hasta aquí los personajes principales de los Simpson. Pero, ¿y qué hay de los personajes secundarios? Pues según lo veo yo, la inmensa mayoría pueden presentar ya dos o incluso más colores. Vamos a darle un pequeño repaso a los colores de algunos de ellos. 

Otto Mann: Rojo/Verde. Quiere vivir la vida intensamente.
Martin Prince: Blanco/Azul. Su mayor deseo es que lo admiren por sus logros e ideas.
Edna Krabappel: Azul/Verde: Hace falta tener fuerza para ser la profesora de Bart.
Joe "Diamond" Quimby: Blanco/Negro. Pacta con quien tenga que pactar para conseguir mantenerse en el poder, y para usarlo a su antojo.
Milhouse Van Houten: Blanco/Verde. Hace cualquier cosa por que le presten atención.
Dolph, Jimbo, Kearny y Nelson: Rojo/Negro. Les da lo mismo las normas, y si quieren algo, lo toman.
Ned Flanders. Blanco. La fe, la rectitud, la honradez y masticar bien son sus actividades favoritas.
Charles Montgomery Burns: Negro/Verde/Rojo. Tiene recursos para quitar de su vista cualquier cosa que se interponga en su camino, y no morirá nunca.
Waylon Smithers: Blanco/Negro/Rojo. Tiene un enorme conflicto de intereses consigo mismo, y con el señor Burns.
Abraham Simpson: Rojo/Azul. Tantas experiencias vuelven loco a cualquiera.
Jeff Albertson: Negro/Azul. Arisco y descontento con la vida, usa sus conocimientos para acallar o ningunear a los demás. (es el dependiente de la tienda de comics)
Cletus y Brandine Spukler: Rojo/Blanco. Sacan adelante a los suyos sin importarles un pimiento lo que piensen los demás.
Robert Underdunk Terwilliger: Pentacolor. Culto, pasional, candidato republicano, un tanto hedonista y consumido por la sed de venganza.
Patty y Selma Bouvier: Incoloro. Esas dos son artefactos.

jueves, 29 de mayo de 2014

Guardián del Honor (capítulo 4)


Capítulo cuatro
Pactos

IR A CAPÍTULO TRES / IR A CAPÍTULO CINCO


El Rey Bagrik se sentó en su sala de cuentas, rodeado de los ingresos mensuales proporcionados por los clanes del asentamiento. Ondeaba el humo de la pipa que tenía sujeta con los dientes, llenando la estancia con la pesada esencia de su tabaco. El rey iba ataviado con una simple túnica marrón, y en su calva se reflejaba la luz del enclave de antorchas situadas por la habitación. Estaba estudiando minuciosamente sobre una mesa de piedra unas tablas unos pergaminos encorvados esparcidos frente a él, encorvado sobre un amplio trono, el cual, al igual que la mesa, estaba adornada con wutroth lacrado, una rara e increíblemente fuerte madera enana. Las paredes de piedra de la pequeña cámara fueron talladas con el Klinkarhun, el alfabeto enano numérico.

Piezas de oro, plata y cobre (varias de ellas hechas monedas con el estampado de la runa real de Ungor, otras, sin embargo, eran pepitas de mineral puro guardado en bolsas) estaban apiladas en torno al rey, en un orden que solo Bagrik podía comprender. Con cautelosa deliberación, el rey comprobó los tributos e impuestos de sus clanes, los arrendamientos de las minas y granjas sobre tierra, impuestos estatuarios de barba y diezmos de cerveza. Como señor feudal del reino, un porcentaje de las remuneraciones de toda la bodega fue al rey, y Bagrik era meticuloso con sus adquisiciones.

- ¿Cómo es que los gastos son tan altos, Kandor? - preguntó el rey con voz ronca y profunda mientras escudriñaba las cuentas.

- Los clanes Manofuego y Ojopétreo todavía deben treinta piezas de oro cada uno por yunques y picos, - respondió el mercader, que estaba sentado tras un pequeño escritorio junto al rey, mientras repasaba pergaminos y tablas por su cuenta. Como tesorero real, era parte del deber de Kandor el atender la reunión del oro de los impuestos de cada mes y enviar a los recaudadores, los administradores del rey, a reclamar los pagos retrasados o a actuar en su nombre sobre los clanes que tuvieran causas de agravio sobre sus compañeros enanos.

- ¡Marca eso! - bramó el rey. Seguido al edicto de Bagrik resonó el rascar de una pluma desde la otra esquina de la habitación, donde Grumkaz Grimbow, el jefe de deudas, estaba sentado en un velo de sombras. El barbalarga anotaba todo pago con retraso o perdido en el informe de deudas, escrito con la sangre del rey y establecido en el enorme tomo que descansaba sobre un atril de piedra junto al venerable enano.

- Tengo aquí una reclamación de los Dedopétreo, quienes afirman que los Barbacuero les vendieron ponis de carga para las minas en malas condiciones y perdieron todo un día de trabajo cavando túneles para saldarlo, - dijo Kandor, mientras ojeaba la pila de papeles.

- ¡Denegado! - dijo Bagrik. - Los Dedopétreo deberían aprender que es mejor examinar la mercancía antes de comprarla. -

- Otra de Grubbi Tresdedos, un recaudador, pide una remuneración por una bota de cuero gastada durante el seguimiento de las leyes del rey. -

- Concedido, - comenzó el príncipe, pero entonces se giró hacia la sombría forma de Grumkaz, quien estaba a medio camino de anotar la orden del rey.

- ¿Cuántos impuestos ha recuperado Grubbi el mes pasado? - preguntó.

El maestro de cuentas le echó un vistazo a sus registros.

- Ciento cincuenta y tres piezas de oro, a quince piezas de lo que se le requería, - anunció el maestro de cuentas.

- ¡Denegada! - bramó nuevamente el rey, y volvió a los pergaminos de su mesa mientras el sonido del frenético rascar  procedía del maestro de cuentas mientras realizaba un abrupto ajuste.

Dime, Kandor, - dijo Bagrik pasado un momento, con su cabeza aún posada ante los pergaminos del escritorio. - ¿Qué piensas de esos elgi? ¿Hay comercio por realizar entre nosotros? -

El mercader dejó caer una tabla de piedra, sorprendido por la repentina pregunta.

-Han viajado muy lejos, mi rey. Y el elgi, Malbeth, tiene mucho honor. No creo que hubieran tal cosa si pretendían hacernos perder el tiempo, - dijo.

- No me preocupo por su embajador, - respondió el rey con sequedad. - ¿Qué hay de su príncipe, ese... Ithalred? Es él quien tiene poder entre los elgi. Morek me dice que es un arrogante bastardo. -

- Morek no sabe nada de diplomacia, - comenzó a exponer Kandor antes de que el rey lo interrumpiera.

- Ni yo tampoco, Kandor Barbaplata. Es por eso que te lo pregunto. -

Kandor comenzó a responderle con franqueza.

- Los elfos son completamente diferentes a nosotros en todos los sentidos, mi señor, y... los pequeños problemas entre nuestros pueblos son inevitables, pero el comercio abierto entre nosotros podría ser muy rentable para Karak Ungor. Sería de tontos no dignarse tan siquiera a escuchar lo que tienen que proponernos. -

- ¿No pensarás entonces que soy tonto, Kandor? - preguntó Bagrik, alzando la vista de su recuento.

- Por supuesto que no, mi señor, - balbuceó Kandor, con la frente enrojecida con repentina preocupación.

- Entonces sabrás que soy consciente de la falta de respeto que han mostrado hacia mi reina, y que han convertido el Recibidor de Belgrad en un cuchitril elgi, ¿no? -

- Mi señor, yo... -

Bagrik frunció el ceño y agitó su mano para pedir silencio.

- Confío en tu juicio, Kandor. Por supuesto que lo hago, es tan firme como una piedra, - le dijo Bagrik. - Y la confianza de un rey no es asunto pequeño. Sé que no has traído a mi reino a esos elgi sin una buena razón. Y sé de tu talento para ganar oro. Pero que sepas esto, también, - añadió con una mirada dura como el acero. - ¡Si vuelvo a oír una palabra acerca de que esos elgi han deshonrado a mi reina de nuevo, o que la mancillan de manera alguna, los echaré de aquí. Y tu barba será afeitada, Kandor del clan Barbaplata, por traerlos a mis puertas en primer lugar! -

- Por favor, acepte mis disculpas, señor. He hablado con Malbeth y le he dejado claro que tal atrevimiento no será tolerado de nuevo, - dijo Kandor, intentando apaciguar la repentina ira del rey.

- Estás en lo cierto, no lo será, - añadió simplemente Bagrik, mientras miró durante un largo momento a Kandor para dejar clara su postura, antes de volver su atención a los impuestos apilados sobre la mesa.

- Todo parece en orden, - dijo. - Enviad recaudadores a los Manofuego y Ojopétreo a poner al día sus cuentas, y que añadan diez piezas de cobre por pago con retraso.

- Inmediatamente, Rey Bagrik, - respondió Kandor, ligeramente aliviado por haberse escapado con una leve reprimenda.

- ¡Ve entonces a tus quehaceres! - vociferó el rey. - Y reza a Grungni para que esos elgi me pongan de mejor humor. -

- Así se hará, mi rey, - dijo, y mientras se marchaba se encontró con que la Reina Brunvilda y Tringrom venían juntos en dirección opuesta. Les hizo una reverencia mientras salía de la casa de cuentas.

- Mi reina, - dijo Bagrik calurosamente mientras su esposa se aproximaba. Brunvilda hizo una reverencia una vez había llegado al lado de su marido. Entonces el rey mandó retirarse a Grumkaz, quien salió en silencio de la habitación con el trabajo hecho por el momento.

- Y Tringrom, - añadió el rey. - Pareces un wanaz*. -

- Mi señor, Tringrom ha estado de grobkul** con tu hijo, - dijo la reina antes de que el ayudante real pudiera contestarle. - Tarde, otra vez, - añadió con rostro severo. - Se está preparando para el festín, como deberías hacer tú. -

*Enano sin honor y con la barba descuidada.
**Arte de acechar a los goblins en las cuevas.
- Bah, estaré preparado a tiempo, - espetó Bagrik. - Pero dime, Tringrom, - añadió con aires zalameros. - ¿Cómo le fue a mi hijo? -

- Ha superado su cuenta, mi señor, - añadió el ayudante real.

El rey pegó un jactancioso alarido mientras golpeó con sus manos el escritorio e hizo desperdigarse los pergaminos por el suelo. - Apenas sesenta y nueve inviernos y ya ha superado la cuenta de su padre, - dijo con orgullo. - Vamos... ¡anótalo en el Libro de los Registros, para que todos conozcan los logros de mi hijo! -

- De inmediato, mi rey, - respondió, tras lo que dejó al rey y a la reina solos, mirándose con nostalgia el uno al otro.

- Nuestro hijo será un buen rey, - dijo Bagrik una vez se quedaron a solas.

- Así es, - respondió Brunvilda. mientras posaba su mano sobre el hombro de su marido. - Pero es imprudente, y tampoco me gusta nada su amistad con Rugnir. Brondrik ha realizado un condenatorio informe sobre Morek que deberías escuchar. -

- Es joven, - dijo el rey con intención de calmarla. - Es de esperar. En cuanto a Rugnir, - dijo el rey mientras tomaba a la reina por la cintura, quien gritó de sorpresa y deleite mientras la acercaba hacia si, - deja que el capitán de la guardia real se encargue de él. -

 - ¡Bagrik Cejajabalí, suéltame de una vez! - gritó Brunvilda, aunque su demanda fue claramente poco entusiasta mientras miraba amorosamente los ojos de su marido.

- ¿Es eso lo que realmente quieres que haga, muchacha? - respondió.

- No... - respondió recatadamente mientras le alisaba la barba al rey con la palma de sus manos.

- Hueles a lúpulo y a miel, - dijo, mientras respiraba su olor como si fuera néctar.

- Y tú apestas a oro, mi rey... - respondió sonriente. - ¿Bagrik? - preguntó ella pasado un momento.

- Sí, mi reina, - respondió con voz ronca debido al ardor del abrazo.

- Me gustaría ver a nuestro hijo. -

- Y lo verás, - respondió como si hubiera perdido placer. -Estará en el banquete, Grungni logrará que esté preparado a tiempo. -

- No, Nagrim no... - dijo Brunvilda en voz baja, mientras sacudía la cabeza.

El rostro de Bagrik se oscureció en el momento en el que se dio cuenta de a lo que ella se refería. Con silencio, la soltó suavemente del abrazo y la dejó ir gentilmente.

- Esa... cosa, no es hijo mío, dijo esta vez con una voz fría como la piedra.

- Él es hijo tuyo, tanto si lo quieres admitir como si no, - insistió Brunvilda, volviendo a posar sus ojos en la mirada de Bagrik, quien se había puesto a revisar pergaminos que ya había leído. - No le voy a abandonar, a pesar de que tú lo repudies, - continuó diciendo.

- ¿Abandonado? - dijo el rey mirando a la reina. - Sí, debimos haberlo abandonado. ¡Echado a las montañas nada más nacer para que lo devoraran las bestias! -

El rostro de Brunvilda se llenó de furia, y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas tras escuchar la dureza en las palabras del rey. Bagrik se arrepintió de inmediato y trató de hacer las paces en vano.

- Lo siento, pero la respuesta es no. He accedido a que se quede a mi lado, y yo he cumplido ese pacto. Pero eso es todo lo que voy a hacer. -

- Él es tu hijo, - repitió la reina, implorando.
Bagrik se levantó cojeando de su trono, haciendo una mueca de dolor por su vieja pierna herida, y le dio la espalda a la reina.

- No hablaré más del tema, - suspiró.

La Reina Brunvilda no dijo nada más. Bagrik escuchó el resonar de sus pasos en la piedra desvanecerse a medida que ella se iba, y sintió que su corazón le dolía una vez se había marchado.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Módulos de WFRP para descarga

 NUEVO ENLACE: EL VIEJO WARHAMMER EN UN TORRENT 

Hoy quiero compartir con vosotros todo aquel material que he encontrado en la red sobre "El Enemigo Interior" y "Piedras del Destino", las que son probablemente las campañas más largas de todo Warhammer Fantasy Rol. ¡Que lo disfrutéis!

EL ENEMIGO INTERIOR



















LAS PIEDRAS DEL DESTINO

















martes, 27 de mayo de 2014

Salió la última ¡Cargad!

Los chicos de ¡Cargad! han hecho un esfuerzo más y nos han regalado por última vez la revista más completa que con tantas ganas han compuesto en los últimos años.



En los últimos años, ¡Cargad! ha estado con nosotros por el afán de compartir con nosotros su visión de los juegos de batallas, su visión del trasfondo, nos ha aconsejado, nos ha dado tácticas, personajes, relatos... y nos ha entretenido. Por eso desde la Biblioteca les damos las gracias y compartimos su trabajo. Podéis disfrutarlo aquí.

lunes, 26 de mayo de 2014

Guerra en color: Gran Reina Khalida Neferher


Continúo trabajando lejos de casa y sin acceso a internet, ni a pinturas. Un horror, vamos xD

Aunque no haya pintado nada recientemente, no quiero descuidad la sección de "Guerra en Color" de amigo Bairrin, y voy a sacar fotos a alguna miniatura que tenga ya pintada. Hoy os traigo un par de fotos de una miniatura que pinté hace ya bastante tiempo: la Gran Reina Khalida. Siempre me gustó esta miniatura, una de las pocas de GW que tienen unas proporciones corporales correctas.




Y esto es todo por hoy: ¡Nos veremos la semana que viene! Mientras tanto, os dejo con el Niño Borracho.

Por cierto, seguimos trabajando en 40K Revolution, pero a un ritmo más lento. ¡Paciencia!

viernes, 23 de mayo de 2014

Sylvania profunda (Condes Vampiro, quinta edición)

Frederick el buhonero suspiró aliviado. Había estado viajando por esta carretera maldita durante tres días sin encontrar un solo pueblo o aldea. Su capa estaba polvorienta, su poni estaba cansado y él estaba harto de los siniestros bosques de Sylvania, donde los tortuosos caminos parecían conducir a ninguna parte. Pero finalmente había encontrado un pueblo.

Mientras el rojizo sol se ponía en el horizonte, Frederick atravesaba el portón de entrada al pueblo. Se sostenía sobre unos oxidados goznes, y crujió como si no lo hubieran abierto en muchos años. Las casas del pequeño pueblo estaban en un lamentable estado de conservación y muchas de ellas no tenían techo. Las ventanas estaban rotas y un insalubre hedor era omnipresente en todo el área.

Los aldeanos abrieron sus ventanas para ver quién había entrado en el pueblo. Eran desgarbados y feos, cubiertos de ronchas y pústulas y presentaban marcas inconfundibles de mutaciones. Uno de ellos le miró con su único ojo, levantando su deforme mano en lo que Frederick pensó que era un saludo. Se obligó a sonreír y le devolvió el saludo.

Frederick ya había visto desechos humanos como esos y conocía la causa. No era extraño en pueblos aislados, donde los parientes se casaban entre ellos generalmente con resultados horripilantes. Pero Frederick no estaba allí para juzgar a las personas, sino para vender sus mercancías y regresar a Stirland. Otros mercaderes no se atrevían a comerciar en Sylvania, pero Frederick Hansen no era un cobarde. A él le importaban muy poco las historias de viejas histéricas y las murmuraciones de los sacerdotes. El duro invierno había provocado una dura hambruna en el Imperio, y por lo tanto seguro que su grano se vendería por un muy buen precio en esas tierras, donde la cosecha había sido especialmente pobre, si los rumores eran ciertos.

Mientras Frederick se dirigía a la plaza del pueblo en busca de una posada, se fijó en algo que había junto al pozo. En el suelo había una chica joven, como si se hubiera caído. Sus ropas eran blancas, como las mortajas con las que se entierra a los muertos. Un hombre vestido con harapos estaba agachado junto a ella, con la evidente intención de ayudarla, con la cabeza oculta a su vista. De repente, Frederick oyó un chasquido, como si algo se hubiera roto. Corrió hacia delante para ver si la chica estaba gravemente herida. Hubiera deseado no hacerlo. El hombre agachado giró la cabeza hacia él y dos ojos rojos le miraron desde una cara horripilante. De su boca goteaba sangre fría y negra. En su mano sostenía la cabeza de la chica. Frederick se sintió enfermo.

"¡Necrófagos!", pensó Frederick, Evidentemente había oído leyendas sobre los hombres devoradores de cadáveres de Sylvania, pero jamás había esperado encontrar uno de estos caníbales. La criatura se levantó y dio un paso hacia Frederick. Sus dientes agrietados revelaron una fila de dientes que parecían tremendamente afilados.

Controlando su repugnancia, el buhonero desenfundó una espada corta que llevaba oculta bajo su capa. Los largos años recorriendo caminos le habían enseñado a estar preparado para cualquier eventualidad. Con un rápido embite cercenó la mano del necrófago a la altura de la muñeca, cuando ésta intentaba agarrarle la cara. Frederick dio un salto atrás mientras el necrófago caía gritando, sosteniéndose el muñón. El buhonero miró a su alrededor nervioso. Para su horror, los aldeanos habían comenzado a salir de sus casas y estaban dirigiéndose hacia él. Un grupo de desgarbados y repugnantes hombres, mujeres y niños desfigurados el habían rodeado.



Notando cómo el pánico recorría su interior, Frederick buscó una ruta para escapar. No encontró ninguna. Su poni relinchaba de terror y coceaba mientras desaparecía bajo una aullante masa de necrófagos. Mientras Uñas y dientes desgarraban al indefenso animal, las alforjas se rompieron. Mientras los necrófagos devoraban la carne, el preciado grano iba desperdiciándose en el fangoso suelo. Entonces empezó a estrecharse el círculo alrededor de Frederick. Blandió salvajemente la espada a su alrededor, intentando mantener a las criaturas a distancia. De repente alguien le agarró por las piernas desde detrás. Girándose por la cintura, se dio cuenta de que un niño se había arrastrado hacia él y en ese momento le agarraba las piernas con una fuerza increíble. Notó cómo sus pequeños y afilados dientes se le clavaban en el muslo, y golpeó con su espada para partirle la cabeza al niño. Trozos de cerebro y sangre salpicaron a Frederick, que aunque intentaba mantener el equilibrio acabó cayendo al suelo.

En un instante las hediondas criaturas saltaron sobre él y alguien le arrancó la espada de la mano. Lo último que vio Frederick el buhonero antes que la misericorde oscuridad le cubriera, fue una mujer necrófago desnuda y cubierta de suciedad que se lamía sus labios mientras se inclinaba sobre él para arrangarle un gran trozo de carne caliente y ensangrentada.

jueves, 22 de mayo de 2014

Nunca son demasiados Skaven

Llego a publicar; tarde, pero llego. Hace poco he podido permitirme un capricho y he añadido a mi colección unas cuantas miniaturas. Como se suele decir por aquí, "nunca tienes suficientes (espacio a rellenar con goblins, esqueletos, skavens, tiránidos...), y menos si son a mitad de precio".

Para empezar, dos Ratas-Ogro para montar a placer, junto con cinco Portadores del Incensario de metal que van a ser sujetos ideales de experimentación para las "copias de seguridad".


En el paquete vino también unas piezas de la rata topo desnuda Abominación de Pozo Infernal, que seguramente pueda usar Yibrael en alguno de sus monstruacos.


Y con un séquito de veinte guerreros de clan, llega por fin la más temida, la más pestilente y la más gorda de todas las ratas, ¡la Graaaaan Cooornudaaaaa!


Y es que ya era hora de que viniese el avatar de la Gran Cornuda a imponer algo de orden en el campo de batalla. Lo cierto es que me ha gustado muchísimo más verla en directo y con una pintura distinta a como sale en la mayoría de manuales. Sin embargo, la peana no le hace justicia (sorprendido me quedé cuando vi que solo estaba pegada a una pata).


Y con ella por fin tengo todos los personajes Skaven que hay actualmente, salvo una. Meek Gnawdoom, que aunque ya no aparezca en el libro de ejército ha sido uno de los personajes más importantes de su trasfondo. Y tiene nuestras reglas de la casa.

Algún día, pequeño. Algún día...

miércoles, 21 de mayo de 2014

¿El mejor videojuego?

Ha llegado el momento de reconocer que necesito ayuda para superar una de mis múltiples adicciones.  Siempre que acabo cayendo digo que será la última, pero me viene a la mente esa secuencia de Trainspotting; hay chutes finales y chutes finales.

Allá por 1999, unos diseñadores gráficos se reunieron para protestar ante las compañías de videojuegos, contra aquellos que les coartaban. "¡Queremos hacer el videojuego perfecto!", pedían ellos. "¡No os dejaremos; no se vendería ningún otro juego y arruinaréis nuestro negocio!", defendían las empresas. "Bueno, ¡pues entonces queremos hacer el Heroes of Might and Magic 3!" respondieron, y fue entonces cuando cayeron en el engaño.



Los jugadores estaban satisfechos y tenían la sensación de verse jugando al mejor videojuego de batallas medieval-fantásticas que había, pero los diseñadores sabían que la gente completaría lo que ellos empezaron y fue un año más tarde cuando surgió "HOM&M3: In The Wake Of Gods". Este avance incluía todo aquello que le faltaba: la figura del héroe, nuevos poderes y objetos mágicos y escenarios a capricho del diseñador, además de un programa de edición de escenarios. Cada jugador podía escoger una facción (demonios, seres mitológicos, seres de mazmorreo, no-muertos...) y era responsable hacer que ése ejército creciese en número y prosperase cada día o turno de juego. Encontrar recursos, hacer prosperar tu castillo y conquistar los del oponente, derrotar ejércitos de dragones y obtener poderosos objetos mágicos... entre muchas otras cosas forman parte de cada campaña (que, a términos de juego, duran meses).

Tan solo tiene como pega que los textos salen aveces un tanto raros, pues hay ocasiones que da conflictos con el formato o el que lo escribió lo hizo de cualquier manera (es muy habitual encontrarte con "manadas de archimagos" y cosas por el estilo). Pero es que resultó ser que la perfección no existe...

martes, 20 de mayo de 2014

Traduzioni pour the volk - Traducción para la gente

Aunque la cosa nos haga gracia, lo cierto es que no la tiene. Poco a poco la malvada multinacional británica ha ido recortando esfuerzos en todo aquello que la hacía atractiva. El asunto de las traducciones a medio hacer no es sino otro claro ejemplo de lo poco que le importan a la empresa sus seguidores.



Por un lado hay gente tan loca como nosotros, que nos tomamos nuestro tiempo en realizar traducciones (con mejor o peor tino) sobre relatos que nos gustan o información que le interese a la gente. ¿Y por qué, vuelvo a insistir? Porque nadie más lo va a hacer.

Por otro lado existe gente igual de inconformista, pero que por falta de tiempo, conocimientos u otras cuestiones no puede permitirse semejante lujo. Y es mucha gente. Tan solo hace falta unirla de la forma que sea y darles una voz para que puedan ser escuchados. Existe una iniciativa de recogida de firmas para hacer saber a la empresa que no está yendo por buen camino, que hay muchos descontentos con sus posturas y mucha gente a la que va a perder si sigue así. Si os interesa el tema, podéis pinchar aquí, visitar la página, leer la lógica de los comentarios y añadir vuestra firma.


lunes, 19 de mayo de 2014

¡Ya está aquí la Goblin Panzudo Nº7!

Con unos días de retraso, os informo de la salida de la Goblin Panzudo , la revista de nuestros compañeros de Fanhammer.


El nuevo número viene cargado de reportajes sobre miniaturas, artículos de opinión y relatos. ¿A qué esperáis? ¡Podéis verla aquí!

jueves, 15 de mayo de 2014

Leyendas Warhammer: Kholek Suneater



"Es una bestia terrible, grande como una montaña. La oscuridad le sigue a donde va, o quizá simplemente el sol se oculte de su siniestra presencia. Las historias dicen que es uno de los mayores de su especie, y espero que sea cierto: no quiero imaginar otros mayores que él. Como nosotros, han perdido su lugar en el mundo. Como nosotros, luchan contra la lenta agonía de la extinción. Pero nosotros no vendimos nuestras almas a los Poderes Ruinosos. Es una historia triste, con una importante lección: es mejor la muerte que la condenación eterna."
KRAGG EL GRUÑÓN, SEÑOR DE LAS RUNAS DE KARAZ-A-KARAK

"Por supuesto que conocemos al Devorador del Sol. No personalmente, por suerte. Se dice que lleva dormido desde la última Gran Guerra contra el Caos, y esperemos que continúe así. Los archivos del reino de Kislev hablan acerca de la caida de Praag, de cómo los guerreros del Señor de los Cráneos, comandados por Arbaal el Invencible, penetraron por la brecha en la muralla. Y tras ellos llegó la oscuridad. Su gigantesco martillo derrumbó las antiguas murallas con dos golpes, y las hordas del Caos entraron a raudales. Muchos héroes murieron tratando de abatir a la bestia, pero parecía invulnerable. Quizá la leyenda sea cierta... Sí, la leyenda que dice que Kholek sólo puede encontrar la muerte bajo la luz del sol. O quizá sólo sea otra patraña, y nada pueda matarlo. No me gustaría averiguarlo."
ZARINA KATARIN DE KISLEV

"Desde vuestra perspectiva puede que no haya mucha diferencia, pero la estirpe de Krakanrok habitaba este mundo mucho antes de que los Ancestrales llegasen en sus barcos plateados que surcaban los cielos. Son, por así decirlo, parte de la naturaleza. Una parte corrupta que nosotros, como jardineros de la obra de los Ancestrales, debemos podar. Pero algunas malas hierbas son resistentes, y el hijo de Krakanrok en especial."
SEÑOR MAZDAMUNDI

"Ziempre penzé ke eran el rezultado de un kruze entre ogroz y dragonez. Pero rezultó ke no era azí. ¡Y kómo daban mamporroz, por Gorko!"
SKIGGIT, EL GOBLIN NEGRO

"Fue un honor para mí y para todos mis guerreros luchar junto al Comesoles en Praag. Era un avatar viviente de la matanza, un ídolo de Khorne en músculo, escamas y acero. Ver en acción aquel gigantesco martillo que hacía que la misma tierra temblase con cada golpe fue una experiencia catártica que me apartó momentáneamente de la matanza. Sé que la estirpe de Krakanrok no juró alianza con ninguno de los cuatro Grandes Dioses, pero aquel día Kholek parecía la misma encarnación del Dios de la Sangre."
ARBAAL EL INVENCIBLE, PALADÍN DE KHORNE

"Los ogros dragón son, ciertamente, una de las especies más antiguas del planeta, sólo superados por algunos árboles milenarios y quizá alguna criatura marina de las profundidades abisales. Se habla de Krakanrok como del padre de toda la estirpe, pero creo que ese título es simplemente metafórico, pues Krakanrok es sólo el ogro dragón más antiguo con vida (suponiendo que aún viva). Lo que sí parece ser cierto es el lazo de parentesco entre Krakanrok y Kholek, lo cual indica que el Devorador del Sol es, ciertamente, antiguo. Cuando lo vi en Praag, una furiosa tormenta de disformidad lo seguía allí donde iba, descargando furiosos rayos que destrozaban a los guerreros a su alrededor, tanto amigos como enemigos. Incluso se cubría con una coraza de cobre para atraer los rayos sobre sí. Cuán bajo han caído los más antiguos..."
TECLIS, GRAN MAGO ALTO ELFO

"Toda inmortalidad tiene un precio. La mía no está manchada con pactos con los Poderes Ruinosos: la gané yo mismo a base de esfuerzo. Patéticas criaturas..."
NAGASH, EL GRAN NIGROMANTE

"Kholek estaba allí cuando se selló el Gran Pacto. Fue divertido: se dieron cuenta en aquel momento de cuánto habían bailado al son dictado por el Arquitecto del Destino, pero su honor les impidió rehusar el pacto. Y fueron nuestros, por toda la eternidad. Ni siquiera la muerte pondrá fin a su servidumbre."
AMON'CHAKAI



miércoles, 14 de mayo de 2014

Básicos de Warhammer Fantasy Rol para descarga

El juego de rol de Warhammer Fantasy es un juego por el cual sentimos una especial predilección en nuestro grupo de juego. Los motivos son muchos: la larga experiencia de Yibrael como master en un trasfondo que se conoce al dedillo, los "cameos" estelares que han hecho varios personajes emblemáticos de toda la historia de su tarsfondo, lo peculiar y mortífero que resulta ese mundo... sin ir más lejos, aproveché una campaña para realizar "Aventuras por el Viejo Mundo", modesta novelita que muchos de vosotros seguisteis con atención. :)

Con el paso del tiempo he recopilado un montón de manuales (varios de ellos en castellano, muchos de ellos en inglés), y creo que va siendo hora de que ocupen un espacio en la sección de "Reglamentos y Descargas", de modo que iré publicando todo el material que poseo de primera y segunda edición. Voy a hacer hincapié en que la mayor parte de los manuales que están en español pertenecieron al ya extinto blog daimonster.blogspot.com, de modo que voy a intentar ir llenando el hueco que nos dejaron.





lunes, 12 de mayo de 2014

La Gran Guerra contra el Caos (Imperio, 6ª edición)

En el año ciento cincuenta y siete del reinado de Finubar el Vavegante. Informe del Alto Mago Teclis a la Torre de Hoeth.

Sire Belannaer,

En respuesta a su demanda de un informe acerca de mi misión en el reino de los hombres, le envío la presente. En este pergamino he recogido la suma de todos los conocimientos cosechados durante mis batallas y viajes a través de esta extensa y peligrosa tierra.

El calendario del Imperio empieza a contar desde el año de la coronación de Sigmar (año 1); pero, como puede imaginarse, se trata de una mera especulación basada en datos imprecisos. El actual Emperador, Magnus el Piadoso, fue coronado en el año 2304.

En el lejano norte del Viejo Mundo, mucho más allá de las fronteras del Imperio, existe un desierto de arena y piedras cambiantes donde periodos de creciente actividad mágica inundan las tierras dejando a su paso rocas extrañamente deformadas y un paisaje desolador. Esta castigada zona es conocida por los hombres del Imperio como la Desolación del Caos o los Desiertos del Norte; y está rodea de una tierra sólo un poco menos distorsionada y corrupta de árboles y piedras deformes llamada Territorio Troll.

Todas estas tierras están al norte del Imperio, más allá de la fría tierra de Kislev. Los desiertos están habitados por todo tipo de criaturas monstruosas; y es aquí donde los ejércitos del Caos dominan con más fuerza. Cuando los vórtices de magia soplan con fuerza, el reino del Caos se expande, los Desiertos del Norte son engullidos y los ejércitos del Caos avanzan a través del Territorio Troll dirigiéndose a Kislev y al Imperio. Cuanto más avanzan estos ejércitos del Caos hacia el Sur, la consiguiente matanza fortalece más los vórtices mágicos y el Reino del Caos crece aún más, amenazando con desbordar las regiones más norteñas. La mayor extensión que ha logrado jamás el Reino del Caos fue durante la Gran Incursión del Caos, conocida entre los hombres como la Gran Guerra contra el Caos.

El poder del Caos había aumentado gradualmente durante algunos años. Los Hombres Bestia proliferaban en los oscuros bosques y muchos asentamientos humanos apartados tuvieron que ser abandonados. La honda división entre las provincias del Imperio aseguraba que nadie tuviera suficientes fuerzas para hacer frente a los Hombres Bestia. Guerreros del Caos y forajidos humanos procedentes de las guerras se unieron a los Hombres Bestia y a otras malignas criaturas. A medida que el poder del Caos crecía, el portal de disformidad empezó a vomitar magia oscura sobre el mundo y el Reino del Caos se expandió terriblemente deprisa.



En el invierno del año 138 del reinado del Rey Finubar, los ejércitos del Caos comenzaron su marcha hacia el Imperio potenciados por la creciente oscuridad de sus fuerzas. Los demonios marchaban con ellos, alimentados por la energía mágica sobrenatural que les daba vida y, por todas partes, los agentes del Caos se volvieron mucho más poderosos. En el corazón del Imperio, los adoradores y hechiceros de los Dioses Oscuros emergieron de sus cónclaves secretos para atacar la sociedad humana desde dentro.

Con la llegada de los fríos días de invierno del Viejo Mundo, los ejércitos del Caos atacaron. Las tierras del Norte de Kislev fueron tomadas rápidamente. Un poderoso ejército compuesto por Kislevitas y tropas del Conde Elector de Ostland fue totalmente destruido al Norte de Praag; y el ejército del Caos avanzó sobre las colinas más occidentales de las Montañas del Fin del Mundo. La primavera del año siguiente se recuerda como la más fría habida en siglos y, por entonces, el ejército del Caos marchó sobre Praag cruzando el río Lynsk tras destruir un contingente Kislevita que defendía sus puentes. Con el último de los ejércitos defensores derrotado, las hordas del Caos avanzaron sobre Praag y la pusieron bajo asedio.

El asedio de Praag duró toda la primavera y el verano, periodo durante el que los bravos defensores lograron mantener a raya a la mayor parte de las fuerzas del Caos. Pero a mediados de invierno, a medida que el año llegaba a su fin, Praag cayó y las hordas del Caos se desperdigaron por la ciudad. El creciente Reino del Caos se extendió por la ciudad engulléndola, por lo que Praag cambió para siempre. Sus murallas y sus edificios se derritieron para tomar formas inhumanas e infernales; aquellos ciudadanos que tuvieron la mala fortuna de estar aún vivos fueron arrollados por el torbellino y sus cuerpos vivos se fusionaron con los propios muros de la ciudad, siendo imposible distinguir el hombre de la piedra. Caras distorsionadas miraban de forma lasciva desde los muros, miembros agonizantes surgían del pavimento y pilares de piedra gritaban con voces enloquecidas que una vez brotaron de labios humanos. Praag se había convertido en una pesadilla viviente y en una gran advertencia de lo que ocurriría si los ejércitos del Caos conquistaban la tierra.

Los restos del derrotado ejército kislevita huyeron hacia el sur y empezó a correr el rumor de su derrota por todo el país. De entre la confusión y el pánico de aquellos tiempos desesperados surgió un líder: Magnus, un noble de Nuln. Posteriormente se le conocería como Magnus el Piadoso debido a su inquebrantable fe al culto de Sigmar y en los ideales nacionalistas que Sigmar aún representaba para el dividido Imperio.

Magnus era un gran orador cuyos inspirados discursos tuvieron una masiva y rápida aceptación entre la gente sencilla del Imperio. Marchó hacia el norte de ciudad en ciudad arengando a la gente en mercados y plazas, con lo que consiguió reunir a su alrededor un ejército de tropas devotas. Los Condes Electores y Burgomaestres reconocieron en Magnus al líder al que todos seguirían, Así que pronto el ejército de ciudadanos fue reforzado con soldados de las diferentes provincias y con tropas de los propios Condes Electores. Fue en ese momento cuando el barco de Pieter Lazlo, enviado por Magnus en busca de ayuda, alcanzó las costas de Ulthuan. Como ya sabe, el hermano Yrtle, el hermano Finreir y yo mismo nos ofrecimos voluntarios para ir al Viejo Mundo en ayuda del asediado Imperio. Llegamos justo a tiempo para unirnos al ejército de Magnus, un ejército desesperadamente necesitado de protección contra los oscuros poderes de los hechiceros del Caos.



Cuando el ejército de Magnus alcanzó la escarpada roca sobre la que se alza Middenheim, era la fuerza más grande de la historia del Imperio; por lo que Magnus tuvo que dividir sus tropas en dos ejércitos, ya que ningún asentamiento era capaz de facilitar la cantidad de comida y agua necesaria para tal masa de hombres.

El primer ejército, compuesto sobre todo por Kislevitas y tropas de caballería ligera, marchó con total celeridad hacia Praag con la esperanza de levantar el asedio. El hermano Finreir les acompañó, pero ya era demasiado tarde; así que, deteniéndose sólo para destruir parte de la retaguardia del ejército del Caos, volvieron hacia el sur con rapidez en pos del ejército enemigo principal.

El hermano Yrtle y yo nos unimos al segundo y más numeroso ejército. Conducidos por el propio Magnus, marchamos hacia el norte en dirección a Kislev esperando poder aprovisionarnos en la capital antes de seguir nuestro camino. Descubrimos que Kislev ya estaba siendo asediada por las hordas del Caos y nos lanzamos al ataque de inmediato. La ciudad estaba siendo defendida por las últimas tropas que quedaban del ejército kislevita y una gran hueste de Enanos que se había dirigido hacia el norte tan pronto la noticia de la caída de Praag fue conocida en los salones de Karaz-a-Karak. Concentrado en los atrapados defensores, el ejército del Caos no estaba preparado para el enérgico asalto del ejército de Magnus; así que, inicialmente, la batalla inclinó a nuestro favor. Las fuerzas del Caos fueron arrasadas y sus líderes no tuvieron oportunidad de evitar la matanza generalizada; no obstante, pronto la increíble superioridad numérica de las fuerzas del Caos empezó a manifestarse y el ejército de Magnus fue gradualmente empujado hacia un círculo defensivo.

Cuando un enloquecido Guardián de los Secretos atravesó nuestras filas, el hermano Yrtle dio su vida en un heroico intento de destruirle. Sus esfuerzos debilitaron al demonio y entonces fui capaz de eliminar a la abominación, pero la nuestra fue una terrible pérdida. Los enanos que se hallaban en Kislev intentaron hacer una salida para ayudar a Magnus, pero fueron contenidos y forzados a volver tras los muros de la ciudad.

Mientras el ejército del Caos se reagrupaba para su golpe final, los kislevitas que regresaban de Praag aparecieron por el norte y golpearon la retaguardia del Caos. Atrapadas entre nada más y nada menos que tres ejércitos, las hordas del Caos dudaron y cargaron en todas direcciones, desconcertadas y confundidas por el nuevo giro de los acontecimientos. Los kislevitas estaban presos de una furia salvaje provocada por lo que habían visto en Praag, así que el ejército del Caos comenzó a desmoronarse bajo su implacable ira. Magnus aprovechó la oportunidad para cargar con sus tropas, mientras que los defensores enanos y kislevitas que quedaban salían de la ciudad. Las tropas del Caos se desmoralizaron y huyeron, cayendo a miles mientras intentaban escapar. El Viejo Mundo se había salvado y el Reino del Caos volvió a retraerse hacia el Norte.

Magnus fue elegido emperador el año siguiente. Los condes Electores no pudieron oponerse a su designación: el pueblo lo pedía y no se lo podían negar.

Magnus el Piadoso comenzó inmediatamente a restaurar el orden en las provincias del Imperio y, desde entonces, se está revelando como un Emperador extremadamente capaz. Los sirvientes del Caos fueron aniquilados en los bosques y muchas tierras salvajes y abandonadas hacía mucho tiempo han vuelto a ser colonizadas.

El hermano Yrtle fue enterrado con grandes honores; y Magnus, posteriormente, nos pidió al hermano Finreir y a mi que enseñáramos los secretos de nuestra magia a su pueblo. Este nuevo emperador conoció de primera mano la importancia de la magia como arma para mantener a raya a las fuerzas del Caos y necesitaba que los hombres pudieran desarrollar la capacidad de defenderse por sí mismos de las fuerzas de las tinieblas. Tras largo debate, decidimos acceder y, con vuestra autorización, comencé a instruirles en los caminos de la magia. Los hombres no son tan hábiles como los de nuestra raza en el control de los Vientos de la Magia, pero han demostrado ser estudiantes extremadamente hábiles en el control de la magia elemental. He fundado una academia en Altdorf conde varios hombres seleccionados de todo el Viejo Mundos se reúnen para aprender los antiguos secretos de la Magia. Esta institución se conoce como los Colegios de la Magia y está dividida en Ocho Órdenes , cada una de las cuales está especializada en un saber de la magia elemental. Le agradará saber que muchas de las normas principales de aprendizaje de Hoeth se aplican aquí también. Elegí a Volans, mi estudiante más prometedor, como Patriarca Supremo de los Colegios de la Magia y le dejé el poderoso bastón del hermano Yrtle como símbolo de su posición.

Sabiendo que mi trabajo aquí ha finalizado, echo de menos la paz de la Torre Blanca, así que estaré pronto de regreso en nuestro amado Ulthuan.

Que la verdad os acompañe.

Teclis

viernes, 9 de mayo de 2014

Una temporada en el exilio



Ayer me llamaron por teléfono. Decían algunas palabras extrañas, palabras muy antiguas que en este país pocos han escuchado en mucho tiempo: venía a ser algo así como "tra...ba...jar".

De modo que en los próximos meses no voy a poder encargarme de la Biblioteca tanto como quisiera, así que dejaré de nuevo al Niño Borracho de encargado. Trataré de escribir algo de vez en cuando, pero no esperéis demasiado: preveo una larguísima jornada laboral (y un cortísimo sueldo xD)

No os preocupéis, que el proyecto 40K Revolution seguirá adelante: no al mismo ritmo que hasta ahora, pero seguimos trabajando en ello.

Pues eso: hasta pronto a todos.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El Consejo de los Trece (recopilación)



Hoy ando un poco liado, de modo que os dejo un documento en pdf para descargar con el trasfondo de todo el Consejo de los Trece Skaven. Ya había publicado la historia de cada uno de ellos por separado, pero ahora os lo presento en un único documento para facilitar la consulta.

DESCARGAR CONSEJO DE LOS TRECE

Las imágenes son miniaturas de the2blackdragons.

martes, 6 de mayo de 2014

lunes, 5 de mayo de 2014

Guardián del Honor (capítulo 3)


Capítulo tres
Cazando goblins

IR A CAPÍTULO DOS / IR A CAPÍTULO CUATRO


Seis enanos atravesaban un estrecho desfiladero lleno de rocas. A pesar de encontrarse a varios kilómetros de distancia, los picos de Karak Ungor se elevaban al igual que unas rocosas torretas con vigilantes que observaban el progreso de la expedición. Los enanos avanzaban contra el viento en fila de a uno, mientras sus capas ondeaban a causa del gélido viento. Llevaban túnicas sobre sus cotas de malla, además de una ballesta corta que colgaba sobre sus espaldas. Los enanos estaban de caza y su presa no estaba lejos.

- Estamos cerca, Príncipe Nagrim – dijo Brondrik desde la cabeza de la expedición. Estaba agazapado tras un montón de rocas que sobresalían del manto de nieve que cubría el camino. Se asomó al borde del precipicio que se hallaba ante él para observar que el camino conducía más adelante hacia una meseta natural.

Nagrim asintió hacia el viejo buscador de caminos, observándole olfatear el frío aire de la montaña y viendo cómo su nariz vibraba al detectar el aroma se los pielesverdes.

- Su apestoso olor se va haciendo cada vez más fuerte – añadió Brondrik tras escupir al suelo, como si el percibir el rastro le hubiera dejado un amargo regusto en su boca.

- ¿Cuántos? – preguntó Nagrim mientras buscaba con la mirada a su compañero entre la nieve que caía arrastrada por el viento.

- Diecinueve, creo – respondió Brondrik, antes de comenzar a moverse de nuevo. – Estamos muy cerca. -

Bondrik llevaba puesta su indumentaria de guardabosques, una túnica verde grisácea con una pequeña capa de lana de hruk. El hruk era un tipo de cabra muy dura de las montañas que los enanos criaban en granjas subterráneas y asentamientos menores. Las bestias producían una lana muy cálida, perfecta para patrullar sobre los riscos de las montañas. Brondrik tenía cicatrices por su mejilla y su oreja derecha. Su barba estaba decorada con flecos grises que habían crecido de manera natural y sin haber sido arreglados nunca. Cuando el venerable explorador percibió el olor de los goblin gruñó, dejando entrever los tres huecos entre los dientes de su boca.

Nagrim sonrió ampliamente mientras pensaba en la presa que los aguardaba más adelante. En este día superaría el record de su padre.

El príncipe enano, en contraste con el explorador, vestía una túnica de un azul muy profundo. Su tono delataba su linaje y el legado que portaba como miembro del asentamiento real de Karak Ungor. En sus muñecas había engarzados brazaletes de fino bronce, caprichosos torques de cobre finamente ajustados a sus musculosos brazos y pequeñas horquillas en forma de lingotes de oro que sujetaban su barba color castaño. Su capa estaba abrochada con botones de bronce, que también sujetaban firmemente su túnica. Estaba apropiadamente armado para la cacería; su ballesta reposaba sobre su amplia espalda y un hacha de mano atada a su cinturón de cuero.

La partida de caza alcanzó la zona alta del camino, adentrándose en una meseta rocosa. Al otro lado del estrecho desfiladero podían observar de nuevo las rocosas montañas. Allí, a la intemperie y con el viento azotándoles continuamente, los enanos se sentían como en el cénit del mundo.

- Maravilloso... - suspiró Brondrik, exhalando una pequeña nube de vapor en el frío aire mientras una lágrima recorría su mejilla.
Los elevados riscos de las Montañas del Fin del Mundo estaban coronadas de blanco y adornaban el horizonte como enormes dedos rocosos. La nieve cubría los picos distantes como un fantasmagórico velo, similar a un chal extendido sobre las agrupaciones de pinos situados en las tierras bajas. Las aguas del deshielo corrían serpentinas como un cristal congelado mientras se adentraban en el valle y desembocaban en pequeños lagos; las finas venas plateadas y grisáceas de la ladera de la montaña. las nubes se aglutinaron sobre sus cabezas como un cielo de acero cargado con la amenaza de una tormenta de nieve. El camino dejado atrás por los enanos estaba espolvoreado con los pasos de su rumbo que iban desapareciendo a medida que la errática nieve las rellenaba.

Un enano con un equipamiento ligero, armado únicamente con un hacha de mano y ataviado con un chaquetón de pieles y pantalones bombachos, se aproximó con paso dificultoso hacia el príncipe.

Nagrim se había aproximado hacia el borde de la meseta y observó hacia abajo, en dirección a la larga carretera atosigada por la ventisca que conducía al boscoso valle salpicado de rocas.

- Nuestra cantera está cerca, ¿no es así, Tringrom? - dijo el príncipe mientras el enano más pequeño lo alcanzaba. Los copos de nieve quedaba capturados en la barba de Nagrim mientras sonreía con calidez a su compañero enano.

- Esperemos que así sea. No podemos llegar tarde al festín. Tu padre me cortaría la barba por la mitad si permito que eso ocurra, - respondió Tringrom. La compañía real llevaba continuamente el ceño fruncido, y llegar de esa forma a la bodega era un tanto inadecuado. Caminaba de manera desgarbada mientras atravesaba la sima, con las otrora finas ropas desgarradas por las rocas y la maleza. Incluso ahora, situándose junto al príncipe, se preocupaba por el broche de oro del chaquetón que se había enganchado en un ramaje y estaba ahora deshilachado.

- ¿Lo encuentras un camino duro? - dijo Nagrim a su ayudante real con cierto recochineo, mientras este resoplaba y trataba de enmendar el broche de su chaquetón.

- ¿durante cuánto tiempo más vamos a quedarnos aquí? - gruñó. - El Rey Bagrik espera nuestro regreso antes del anochecer para reunirnos con los elfos. Si no lo...-

- ¡Eso es, y les traeremos un montón de trofeos a esos orejas puntiagudas!, ¿eh, ufdi*? - gritó un enano que apareció junto a Tringrom con la cara enrojecida. Se notaba con gran evidencia que estaba borracho por su aliento y por la manera que tenía de pisotear el camino con la sutileza de un ogro. Sus vestiduras estaban desgastadas y en sus dedos llevaba unos desgastados anillos que en otros tiempos fueron hermosos. Su vestimenta andrajosa y su actual condición embriagada se confabularon para darle al enano un aspecto decididamente lamentable.

- Mi nombre es Tringrom, - replicó el ayudante real con los dientes apretados - del clan de los Espaldas de Cobre, y mi familia ha estado atendiendo las necesidades del linaje real de Ungor durante mil años, Rugnir Oroyermo. -

El enano de enano de rostro enrojecido se puso rígido de furia debido al insulto, pero la reacción fue escueta. Su ira pareció apaciguarse con la brisa y volvió a destacar únicamente por su indecencia.

- Tranquilo, muchacho, - dijo Rugnir. - Siempre serás un ufdi para mí. - El enano le dedicó una amplia sonrisa que hacía que se le vieran los dientes. - Parecido a una flor invernal con tus sedas prensadas y tu barba perfumada, como un gorrión de pico rojo que se acicala el plumaje. - dijo. - Si no te conociera mejor... - añadió, cerrando el ojo de forma burlesca como si lo estuviera tasando.  - ¡te creería dinn**! - Rugnir rió de manera escandalosa, mientras le daba a Tringrom una sonora palmada en la espalda. El ayudante real no estaba sujetando la chaqueta y la fuerza del golpe que le propinó su camarada ebrio hizo que la costura del broche que terminara de romperse.

- ¡Guardad silencio! - bramó Brondrik desde la parte baja del camino, mientras los rodeaba con aspecto severo para que guardasen compostura.  - El viento está cambiando y pronto se podrán escuchar nuestras voces en las tierras bajas, y el grobkul*** durará hasta que encontremos a los grobi**** y quememos su madriguera - añadió. El explorador palpó una cartera forrada de piel y se la echó sobre el hombro, como último acto antes de continuar la marcha.

La barba de color pajizo de Tringrom se encrespó a la vez que se sonrojaba ante la amonestación de Brondrik. Rugnir, que se encontraba a su lado con las mejillas enrojecidas como el color de su barba y con los ojos vidriosos, simplemente levantó su mano en señal de conformidad con los deseos del explorador. Por su parte, Nagrim sonrió a su pletórico Rugnir. Ambos solían ser compañeros, tanto en las expediciones como en las tabernas.

Nadie era mejor que Rugnir en las fiestas o celebraciones. Al príncipe le gustaban sus ruidosos modales y fácil trato. Le aliviaba los intensos tratos con su padre, el rey, y con el resto de lacayos reales cada vez que salía de la bodega. Fue solo gracias a la petición del príncipe que Rugnir consiguiera unirse a la partida de caza. No les gustaba a muchos de los enanos de la bodega, acusándole de ser un indigente y un wazlik, un enano sin honor que pedía prestado a otros y no pagaba sus deudas.

* Término utilizado para describir a los enanos que ponen mucho empeño en acicalarse la barba. No se suele confiar en ellos en el combate.
** Damisela enana. Consorte del rey.
*** Arte de acechar a los goblins en las cuevas.
**** Goblin



La riqueza, para un enano, era la medida del éxito y por lo tanto de su prestigio. Con eso venía el respeto. El clan de Rugnir, una vez conocido como Maestros del Oro o Goldmasters era ahora mentado en susurros como Goldfallow o Erial de Oro. Antaño se jactaban de formar parte del Gremio de Mineros y eran reconocidos como los más grandes localizadores de vetas y creadores de túneles de todos los asentamientos del norte. Su fama había llegado incluso a Karak Ocho Picos, el Vala-Azrizungol, uno de los reinos más al sur de las Montañas del Fin del Mundo. Por desgracia, el destino había sido cruel con el clan Goldmaster, y la fortuna amasada por Kreggin y Buldrin Golmaster, padre y abuelo de Rugnir, se erosionó con el paso del tiempo. El derrumbamiento de unos túneles, varias inundaciones y una serie de malas inversiones los habían desposeído de sus objetos de valor y los habían dejado en la miseria. Rugnir, el último de los Goldmasters de Karak Ungor, había malgastado los fondos que tenía en cerveza y apuestas después de que su a su padre lo mataran unos trolls. Los cofres de los Maestros del Oro se habían secado.

Ahora Rugnir estaba satisfecho con el patronato de Nagrim, el cual le pagana las deudas, las juergas y mantenía su estomago lleno, a pesar del profundo desagrado que sentían los demás enanos de la bodega. La sombra de su ignominia era larga, y de hecho algunos temían que ésta tocase al príncipe en poco tiempo. De todas formas, Nagrim no quería oir hablar de ellos y fue por eso que Rugnir había acompañado a los cazadores hacia las montañas.

 - Tringrom - dijo Nagrim, aventurándose tras Brondrik una vez había visto que Harig y Thorn, dos guardabosques exploradores, lo habían alcanzado. Ellos seguían la estela dejada por Rugnir, esforzándose por ocultar las señales que el ruidoso enano dejaba a su paso, para evitar llamar la atención. Había cosas más mortales que los goblins acechando en las montañas y no estaba de más guardar cautela y prudencia, o el cazador podría convertirse en la presa. Aunque los enanos reinaban bajo la tierra, no tenían semejante dominio sobre los picos de las montañas como para poder pisarlas impunemente.

El ayudante real había guardado el broche de oro de su chaqueta en el bolsillo y caminaba siguiendo al príncipe con una sensación de desconsuelo.

- ¿A cuanto asciende la cuenta de mi padre? - preguntó Nagrim.

Tringrom sacó de la cartera que llevaba al hombro un libro forrado en cuero de aspecto pesado. Interpuso su cuerpo y su capa entre el libro y el viento y la nieve para evitar que este sufriera daño alguno, y comenzó a ojear entre sus páginas. Se detuvo cuando encontró lo que buscaba y comenzó a leer con voz alta.

"Queda registrado que la cuenta de Bagrik Cejajabalí, de tan solo setenta inviernos, asciende a quinientas tres decenas más un grobi"

- ¿Y a cuánto asciende la mía? -

- La suya, Príncipe Nagrim, está a solo cinco de alcanzarla, - dijo Tringrom.

- Seis grobi - pensaba Nagrim mientras sonreía profundamente. - ¿Tú crees que puedo superar la puntuación de mi padre, Brondrik?  ¿Hay suficientes presas para lograrlo? - le preguntó al explorador que estaba agazapado en la vertiente de un riachuelo  junto a la carretera del valle, mientras este buscaba huellas invisibles a los demás ojos.

- En efecto, mi príncipe. Habrá suficientes grobi para eso, - respondió con toscos modales, y se detuvo. - Por aquí, - dijo, - y no más cháchara a partir de ahora, el olor de los grobi es tan fuerte que se me saltan las lágrimas. -

- ¿Estás seguro de lo que estás olfateando no es tu culo, explorador? - preguntó Rugnir, mientras soltaba enormes carcajadas.

Brondrik se giró sobre sus talones y descolgó su ballesta. Su mirada era fría como el granito, y su mejilla temblaba debido a la ira.

- Haz que tu compañero se calle la boca o le dispararé yo mismo, - le dijo a Nagrim.

- Tranquilo, Brondrik, - dijo el príncipe levantando las palmas de sus manos, mientras le propinaba a Rugnir una mirada por encima del hombro haciéndole entender al ex-minero que debía callarse de aquí en adelante. El color desapareció de la cara del enano borracho cuando observó al enervado Brondrik apuntándole con la ballesta.

- ¿Podemos continuar? - preguntó Nagrim. - Aún quedan grobis por matar y esta precosa luz se esfumará dentro de poco. -
El bajo sol del invierno se estaba ocultando a sus espaldas, llenando de sombras la ladera del valle. Les quedaba una hora, tal vez menos.

Brondrik lo vio también, y asintió mientras guardaba su ballesta y condujo a los enanos hacia su presa.

- Brondrik, - susurró Nagrim, mientras tomaba una cómoda posición entre las rocas. Sus compañeros enanos le seguían de cerca, ocultos tras los peñascos.

La bifurcación en el largo camino del valle había dado lugar a que se formase una alta cordillera plagada de cantos rodados. La nieve caía rápidamente desde el cielo y cubría la escarpada subida. El campamento goblin se encontraba más abajo, descendiendo por una ladera poco empinada, en la base de un cañón ancho. Aquellas alimañas habían construido su nido en una pequeña caverna, con varias marcas como garabato en el exterior. No había guardias. En el exterior de la guarida de los pielesverdes solo había excrementos y restos de otros animales menores como ratas, pájaros, y el cráneo de algún alce.

Nagrim observó por la mirilla de su ballesta mientras cerraba un ojo para apuntar a la boca de la cueva. - Lanzad el zharrum*, ahora, - dijo.

El venerable explorador hizo lo que se le pidió. Metió la mano en la bolsa que llevaba y sacó una pequeña barrica con una mecha que salía de su tapa. Brondrik encendió rápidamente la mecha con pedernal y acero y lanzó la bomba por el aire. La mecha se consumía peligrosamente mientras la bomba se dirigía con una parábola hacia la entrada de la cueva. pero se humedeció al chocar contra la pared húmeda y se coló rodando en el interior de la cueva.

Nagrim y sus compañeros cazadores no pudieron evitar reprimir una mueca de dolor cuando la bomba hizo explosión. Hubo un destello de luz, tras el cual salieron disparadas al exterior un montón de siluetas afiladas. De la cueva salieron un coro de agudos gritos, seguidos de una espesa columna de humo. Momentos más tarde, salió corriendo el primer goblin mientras se daba de palmadas en su cabeza, intentando apagar el fuego que tenía en el cogote.

Nagrim abatió a la criatura de un disparo que le dejó atravesado un virote de ballesta en el cuello.

- ¡Apuntador, - gritó a Tringrom, que llevaba el pesado tomo de cuero en el brazo y una pluma en ristre, - apunta uno más para Nagrim Cejajabalí! -

de la cueva emergieron tres goblins más con los rostros chamuscados mientras tosían flemas.

- ¡Ese es mío!, rugió Rugnir, mientras casi se cae del entusiasmo al fijarse en un goblin que expulsaba mocos negros por su nariz bulbosa. El enano había estado yendo a por la cabeza pero su puntería dejaba ahora mucho que desear y tolo logró quitarle el casco de un disparo. Confundido, el goblin palmeó su cabeza para intentas averiguar el motivo de que sintiese frío en su cabeza de repente, percatándose de que había perdido algo y se dio la vuelta para buscarlo.

Nagrim se incorporó,prescindiendo de la cobertura de las rocas para obtener un mejor blanco, clavando un virote en el ojo de la desdichada criatura. El impacto lo hizo girar y cayó de bruces en el suelo.

- ¡Já! - espetó. - ¿Estamos disparando a los grobi o tan solo jugamos con ellos, Rugnir? -

El ex-minero enano enmudeció, tragándose su aliento que apestaba a alcohol.

Las llamas chocaron contra los objetivos más próximos, quemando paja, piel y cualesquiera que fuesen las cosas que los goblin guardaban en su morada, mientras un montón de pielesverdes salían desconcertados de la cueva. Los escasos miserables pielesverdes que tenían un mínimo de ingenio arrojaron flechas a los enanos con rudimentarios arcos cortos, pero la mayoría de los disparos acabaron quedándose cortos o estrellándose en las rocas.

Nagrim y los guardabosques aprovecharon que los goblins se encontraban confundidos o huyendo para salir de sus escondites e hicieron que los pielesverdes aullaran mientras libraban mortíferos enfrentamientos. Los enanos avanzaron por la cresta con constancia, concentrándose sobre el punto más bajo del cañón, y la guarida de los goblins. Tan solo Rugnir resbaló, y cayó de cabeza por la pendiente. Se reía mientras aterrizaba con su trasero a la vista de todos.  Sacó rápidamente un hacha arrojadiza y la arrojó hacia un goblin que se dirigía bramando hacia él para ensartarlo con su lanza. El hacha se hundió en la cara del pielverde y se desplomó en el suelo mientras la sangre manaba de la herida.

*Fogonazo
- ¡Ese cuenta! - aulló Rugnir, mientras se levantaba sobre sus pies y se encaminó hacia los demás goblins.

Tras la llegada poco ceremoniosa de Rugnir a la base del cañón, Nagrim se encontraba cerca del nivel inferior. Cegado por las llamas, un pielverde cometió un grave error al pasar por delante del enano, completamente inconsciente de su entorno. Nagrim descendió su hacha y la hundió en el cráneo de la criatura, partiendo sus huesos mientras la arrancaba de la herida con un sonido grotesco de hueso roto. A pesar del incendio que se había provocado en el interior, otro iba corriendo hacia la cueva y Nagrim volvió a cambiar sus armas, tras lo cual atravesó la espalda de la criatura con un disparo de su ballesta.

Mientras respiraba agitado,  el príncipe se mantenía al tanto de la situación de sus guardabosques, tomando palabra de las muertes obtenidas y haciéndoselas saber a Tringrom, el portador de la cuenta. La fina túnica de seda y los pantalones de terciopelo del ufdi, ya arruinados por la caminata a través de la garganta, estaban cubiertos de suciedad y de sangre grobi. Una abultada mochila que llevaba a la cintura guardaba orejas de goblin, narices y dientes, y cuando los cazadores le arrojaron sus trofeos, no fue lo bastante rápido como para evitar que la sangre le estropeara los ropajes.

- ¡Un mutilado no vale! - gritó Nagrim, refiriéndose a uno de los "muertos" de Rugnir, que todavía mostraba coletazos de vida. El enano borracho musitó algo en respuesta, pero sus palabras se perdieron entre los gritos de los goblin mientras caían bajo su hacha.

La matanza duró unos pocos minutos, el mismo tiempo que tardó el sol en desvanecerse en el cielo. Los cuerpos de los goblin se encontraban esparcidos por todas partes, y los enanos campaban entre ellos mientras recogían sus trofeos.

- Dieciocho, sea dicho - anunció Brondrik entre murmullos tras relamerse los dientes. - Habría jurado por Grimnir que había más, - murmuró finalmente.

- ¿Cómo nos ha ido, Tringrom? - preguntó Nagrim, mientras limpiaba el filo de su hacha en uno de los cadáveres humeantes de los pieles verdes.

El ayudante real dejó de remover los trofeos de su bolsa para consultar su enorme tomo de cuero.

- Un total de seis para vos, príncipe Nagrim - le dijo. Nagrim se regocijó por dentro. Había superado la puntuación de su padre.

- Cuatro para Brondrik - continuó el ayudante real, - y Harig y Thorn llevan tres cada uno. -

- Y qué hay de Rugnir, - dijo el ex-minero borracho, - ¿a cuánto asciende la cuenta, eh? - preguntó de nuevo.



- Dos, - respondió Tringrom con rostro imperturbable.

- ¿Eh? ¿Dos? ¿Dos? ¡Han sido un montón más!, - respondió enfurecido mientras se dirigía con paso firme hacia Tringrom para tener una mejor vista de sus cuentas.

- ¡Dos! - confirmó el ayudante real, mientras cerraba el tomo con un sonoro golpe y anclaba el candado de su cerradura. Rugnir se indignó y hundió sus puños cerrados en las caderas mientras fulminaba con la mirada a Tringrom.

- Aquí hay mucha falsedad - gruñó, antes de darse la vuelta disgustado.

- ¿Qué es eso, - dijo Nagrim, - el sonido de las cincuenta piezas de cobre que me debes?

Nagrim volvió a gruñir mientras miraba hacia el paisaje.

- ¡Espera, veo a uno! - declaró repentinamente, mientras intentaba posicionar su ballesta con nerviosismo para disparar. Brondrik estaba en lo correcto, había supervivientes. el último superviviente goblin había logrado evitar a los enanos de algún modo y estaba corriendo como un loco hacia el camino del valle. Cuando lanzó una mirada furtiva a los enanos, se dio cuenta de que lo habían visto y redobló sus esfuerzos.

- Doble o nada a que puedo ensartar a ese cerdo - dijo Rugnir jactanciosamente.

- Sé mi invitado, - respondió Nagrim mientras le hacía un gesto para que procediera.

- Cien piezas de cobre que me vas a deber, chaval - dijo con una sonrisa mientras apretaba el gatillo de la ballesta. El tiro erró de largo.

- Un buen intento, - dijo Nagrim con falsa sinceridad. Tomó su propia ballesta, fijó la mirada en la lejana mancha verdosa que era ahora el goblin, y disparó.

- ¡Sí! - gritó mientras alzaba su puño en señal de victoria cuando el goblin tropezó cuando recibió el disparo y cayó muerto en el suelo.

- Marca ese como el séptimo, apuntador, - dijo Nagrim antes de girarse hacia Rugnir.

- Imposible... - suspiró el enano, tras lo que su colorado rostro de borrachera se tornó pálido.

- Entonces, son cien monedas... - se regodeó Nagrim.

- Ehm... ¿le importa si se lo dejo a deber, príncipe? - preguntó Rugnir con esperanza.

- No te apures viejo amigo, tus cobres no son buenos para mi. -

- ¿Qué cobres? - murmuró Tringrom para sí mismo mientras fruncía el ceño.

- Lo cual, ehm... me recuerda, - dijo el ex-minero, ignorando la puntilla. - Tengo algunas... obligaciones financieras pendientes con Grodi Dedopétreo y Ungrin Ungrinson... -

- ¿Cuánto? - suspiró el príncipe.

- Veinte monedas de plata cada uno, - respondió Rugnir.

- Tringrom, - dijo Nagrim avisando a su ayudante real. - Toma esa cantidad de mis cofres y salda esas deudas a nuestro regreso. -

- Sí, Príncipe Nagrim, . dijo Tringrom muentras apuñalaba con la mirada a Rugnir, quien tuvo cuidado de evitar su mirada.

- Condúcenos de vuelta al fuerte, Brondrik, - dijo Bagrik. - ¡Debo informar a mi padre de que su record ha sido batido! Hay una celebración que realizar y debo ponerme a beber enseguida si quiero ponerme al nivel de mi camarada, - añadió, mientras se reía efusividad y posaba su brazo sobre los hombros de Rugnir en un gesto de camaradería.

- Así es, mi príncipe - murmuró el rastreador, quien lanzó una mirada fulminante hacia Rugnir antes de regresar al camino. El ex-minero no se dio cuenta de ello y siguió riéndose junto a Nagrim. Su sonrisa se desvaneció cuando observó los rostros de desaprobación de los otros enanos.