Magic; cuestión de gustos o moralidad

Ayer estuve un rato mirando la página de Magiccards.com, buscando cartas con las que poder ir dando forma a una futura baraja con Azusa, Lost but Seeking (y no, de momento no me han encontrado remedio :P). Mientras rebuscaba entre los artefactos que pudieran darme la posibilidad de robar cartas, apareció algo que me hizo daño a la vista; el Bastón de Dominación vuelve a estar permitido en Commander.

Este artefacto tan majo tiene la capacidad de hacer brutalidades inenarrables. Con una criatura que nos proporcione cinco o más manás nos proporciona un combo de maná infinito que abre las puertas de las demás capacidades. Es decir, ganar las vidas que quieras, tapear o destapear las criaturas que se te antojen y robar las cartas que necesites para matar con tus infinitos manás. Bien puedes castear un Terremoto o un Huracán de mil y seguir vivo, hinchar a un commander de millones, robarte el mazo y bajar todas tus criaturas con algo que les dé Prisa, pagar cuatrocientos manás para matar de un golpe con una Mina de Magma... lo que se le ocurra a vuestra calenturienta imaginación para que vuestros amigos dejen de hablaros.

Es en este momento en el que me paro a reflexionar, y os invito a hacer lo mismo. Magic es sin duda un juego en el que se busca una sinergia entre las cartas para eliminar a nuestro/s oponente/s, pero por curioso que resulte hay combos que le quitan toda la gracia al juego. Por supuesto, las cartas existen y ahí están, y seguro que habrá alguien que las use en tu contra en un torneo y te vayas para casa con la sensación de estar haciendo el tonto. Es aquí cuando me asaltan las dudas. ¿Dónde acaba la simple sinergia y empiezan las guarradas del calibre "pegar a un padre con un calcetín sudado"? ¿Dónde está esa línea fronteriza? ¿Cuál es el número de cartas que hacen falta para que la persona que tienes delante se acuerde de todos tus ancestros?

Vamos a tomar el ejemplo de Azusa como Commander. Ahora, imaginad una baraja que incluya cosas como el bastón del que he hecho mención, la Hélice de Mishra, el Kudzu, el Crisol de Mundos,  la Cantera, todos los hechizos que destruyen tierras (unos diez en verde, más el Tsunami y la Sierpe Argotiana) y una buena combinación de aceleradores de maná, regrowth's varios, tutores de tierras que merecen la pena,  peta-artefactos/encantamientos/permanentes a porrón, nieblas varias, el Lignificar por lo que pudiera pasar, el Ascetismo y un algún bichito, (Vengador de Zendikar, Báloths impetuosos, la nueva Hidra hendeniebla, el Polukranos, la Sierpe lomo del mundo, Vorinclex o incluso eldrazis). Puede que incluso incluyera el combo que hay con el Nido de Ardillas y el Arte de la Tierra (con Cuna de Gaia, por supuesto), además de un Revitalizar y un Concordant Crossroads. ¿Veis ahora por dónde voy? La maldad que hay en mi persona crearía una control-green tan llena de "amor y contraventanas" que asustaría al más pintado. Sin embargo me pregunto hasta qué punto resulta eso divertido, puesto que personalmente no me gusta enfrentarme a barajas de control ni de combo.

El formato Commander permite desarrollar una estrategia con mayor libertad y tiempo que otros formatos. Incita a la libertad de creación, a elegir un color o colores que te gusten y un commander cuyas habilidades combinen con el mazo. Por supuesto, esto es solo una de las muchas opciones. Hay mazos que por si solos ganan partidas y que simplemente incluyen un commander que les de los colores con los que quieren jugar. Peta-tierras, control, agro, daño directo, combo... todo el mundo tiene afinidad por matar con un estilo determinado y una aversión irrefrenable a perder contra ciertas cosas. ¿Debemos entonces cortarnos un poco a la hora de meter según qué cosas en nuestras barajas? Y de ser así, ¿quién pone los límites?

Y por ultimo me pregunto, ¿qué pensáis vosotros al respecto?