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lunes, 7 de octubre de 2013

Aventuras por el Viejo Mundo (Y capítulo 15 / anexo 3: ¿final?)


Decimoquinta entrada
Con la ayuda de Grugni

Escribo estas líneas con rabia y alivio en mi interior, postrado en un improvisado camastro junto al resto del los heridos en la batalla que se originó en Karak-Azrizungol. Siento rabia por no haber podido hacer nada por mis compañeros, y alivio porque a pesar de haber desfallecido al poco de comenzar la lucha, habíamos ganado. Con el brazo y la pierna izquierda rotos, el dolor me recuerda que por fortuna sigo vivo y podré recuperarme en relativamente poco tiempo. Hubo otros que no han tenido tanta suerte. Los días previos a la batalla estuvieron colmados de un ajetreo constante mientras se organizaban todos los preparativos. Según el pequeño grupo de montaraces enanos que acompañaba a la resistencia, tan solo disponíamos de dos días para preparar la fortaleza para el asedio. El ejército de Zarduk el Oscuro se componía de aproximadamente unos cincuenta Enanos del Caos y de un centenar de hobgoblins o más, acompañados de máquinas de guerra y una sierpe alada atada con cadenas a su largo y escamoso cuello, sirviendo de montura a un general Enano del Caos. Nosotros, la resistencia, contábamos con apenas un total de cincuenta enanos entre guerreros y atronadores, además de algunas máquinas de guerra que habían estado guardadas en un arsenal oculto de la fortaleza. A todo ello hemos de añadirle una sacerdotisa de Valaya y un matador con ganas de morir, además de Heimrich, Grotón y yo.

Las piedras que habían saltado en pedazos de la fortaleza en el asedio anterior hicieron las veces de barricada en la línea de defensa, tras la cual se situarían a un lado los guerreros enanos y al otro el amenazador dúo formado por Grotón y Stullgrim el matador. Los enanos habían trabajado duro cavando enormes zanjas de manera que el enemigo solo podría atacarnos por puntos muy concretos. Los atronadores cubrirían el flanco derecho y a su vez, yo me ocultaría y les cubriría a ellos.

- No te preocupes, humano. Ya verás como Grugni nos ayuda.- me dijo uno de los ingenieros enanos que montaban las estructuras de los cañones y lanzaagravios, con aparente buen humor en vista de las circunstancias. Me ofreció unas bombas, las cuales acepté sin dudar con la esperanza de poder utilizarlas apropiadamente.



El escenario estaba dispuesto. Todos nos encontrábamos descansados y preparados para la batalla. Poco antes del amanecer del tercer día, los Enanos del Caos hicieron su aparición en el horizonte. Resultaba increíble y a la vez espeluznante, ver a enanos y pieles verdes marchando en la misma dirección. El ejército de Zarduk el Oscuro se encontraba ya en formación cuando el sol había salido por completo, y era ligeramente más numeroso de lo que nos habían informado. Por fortuna la moral de los enanos estaba alta tras la reconquista de Karak-Azrizungol y pensaban vender caras sus vidas antes de permitir que se lo volvieran a arrebatar. Por si no fuera poco, el estandarte de Valaya que habíamos recuperado estaba ondeando bien alto en el centro de la fortaleza, inspirando a los enanos y recordándoles su deber.

Fue entonces cuando sonaron los cuernos de guerra y la línea de los Enanos del Caos comenzó a avanzar. En ese momento, la serpiente alada había sido despojada de sus cadenas y alzó el vuelo. No sé si fue la propia serpiente que me vio apetecible, o tal vez la vista de su jinete era magnífica y prefirió empezar por un objetivo pequeño y fácil, pero el caso es que me di cuenta de que la enorme bestia se estaba dirigiendo hacia mí. La serpiente hacía extrañas maniobras en el aire. Apunté con mi trabuco y logré darle, pero seguía en pié y acercándose cada vez más. Preparé una de las bombas como me había enseñado el ingeniero. Esperé a estar a la distancia suficiente para lanzarle la bomba y lo hice, pero logró esquivarla y estalló en el aire. Empezaba a estar demasiado cerca. Los atronadores abrieron fuego, logrando hacer que la sangre del monstruo volviera a brotar, pero eso fue todo. La serpiente alada y su colérico jinete estaban apenas a unos metros. Intenté saltar detrás del muro y ocultarme, pero no pude.

Mi vecino de camastro, uno de los pocos atronadores que quedó con vida, me contó que la serpiente batió sus alas y logró arroyarme en pleno vuelo, lanzándome a varios metros del lugar. Después de eso y desde una distancia más que cercana, volvieron a disparar sobre la serpiente y su jinete, esta vez logrando abrir numerosas heridas en la piel del monstruo y logrando también herir mortalmente a su enfurecido dueño. Sin embargo la serpiente aún tuvo fuerzas para ensañarse con los atronadores y varios de ellos acabaron en su estómago o rodando por ahí, como fue el caso de ese enano.

Por aquí y por allá se escuchan pequeñas historias personales, pero sin duda alguna había una que ensombrecía a todas las demás juntas: la llegada de la Espíritu de Grugni, la obra maestra de Malakai Makaisson, uno de los ingenieros-matadores enanos más famosos de todos los tiempos por su capacidad para crear imparables ingenios mecánicos que acaban siendo parados. Pese a que ninguno de entre todos los enanos convalecientes y conscientes que se hallaban en esa sala hablaba maravillas del enorme ingenio volador de los enanos, todos hablaban de ella en mayor o menor medida y daban a entender que si nos salvamos, fue gracias a la intervención de sus cañones órgano. Incluso escuché alguna que otra palabra de alabanza perdida sobre la carnicería que organizaron una pareja que bajó del dirigible enano, formada por un matador enano con un parche en el ojo y una enorme cresta roja y un hombre rubio ataviado con una capa de lana roja, ambos con armas de inmenso poder mágico aparentemente.



Apenas logré enterarme de cómo había ido la batalla en realidad. Tal vez si me encuentro con Heimrich de buen humor, logre que me cuente qué ocurrió con Zarduk, cuántos Enanos del Caos logró aplastar Grotón bajo su maza... pero han sido momentos muy difíciles, y ahora será mejor que descanse un poco.

Anexo III: ¿Final?

La Espíritu de Grugni había partido ya en dirección a las tierras del norte, en no quiero ni imaginar qué tipo de misión suicida. Yo cuanto menos espero que mis pasos nunca me conduzcan a esos lugares de demencia, pero como dice Grotón, el destino puede jugárnosla en cualquier momento. Mientras tanto me espera una larga convalecencia, durante la cual Grotón y Heimrich también se han ganado un merecido descanso. El pueblo enano volvía a quedar en deuda con nosotros por nuestra participación en la reconquista de Karak-Azrizungol. Heimrich se dirigió al Colegio Luminoso de Aldorf acompañado por Grotón que volvía para crear escuela, pero lo haría en la arena de gladiadores, como ogro libre, buscando mejorar sus habilidades en el combate. Antes de eso también pudimos despedirnos de los enanos cuyas familias nos habían pedido que les llevásemos noticias; el hijo de Gorgul y el hermano de Grimnioz. Ambos tenían el aspecto de haber superado finalmente el peor de los tormentos y la larga travesía hacia sus hogares les parecía ahora una minucia en comparación.

En cuanto a mí, regresaré una temporada a mi Estalia natal para volver a ver a mi familia e intentar cambiar ciertas cosas que estaban claramente mal montadas en mi tierra, como ese inmundo vallado con el que los adinerados y los poderosos están privando a la gente de su único modo de vida. Tal vez con mi reconocimiento como héroe por dos veces del pueblo enano pueda...

“Héroe”, me dicen... ¡ja! Valiente patraña. No soy ningún héroe; tan solo me he comportado como un niñato asustado al que le dieron un oportuno empujón para enfrentarse al mundo y que desde entonces ha intentado hacer lo que haría cualquiera para sobrevivir, tanto si salió bien como si no.

***

Años más tarde, Heimrich, Grotón y yo nos volveríamos a reencontrar. Tendríamos nuevos compañeros de aventuras. Volveríamos a luchar contra el Caos que tienta y destruye a los hombres con sus oscuros secretos. Nos enfrentamos a la muerte las veces que hicieron falta, o cuantas veces pudimos hacerlo. Y seguiría rellenando las páginas de un maltrecho diario, con la esperanza de poder mantener un lazo con el que recordar que soy un ser humano.

Pero esa ya es otra historia y tal vez la cuente en otra ocasión...

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