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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los orígenes del Dragón Sangriento

"Que vuestra espada sea vuestra única verdad, que la muerte sea vuestra única respuesta, y que vuestra búsqueda no tenga otro fin que convertiros en más de lo que ya sois."
Juramento del clan Dragón Sangriento.



El clan Dragón Sangriento tiene su origen en el deber. Aborash no sólo era el mejor guerrero de la antigua Nehekhara, sino también el más fiel sirviente de la reina Neferata. Cuando descubrió que esta se había transformado en vampira, sintió un gran horror, pero era su vasallo y debía acatar su voluntad. Respetando sus deseos, le procuró víctimas para saciar su sed; en un intento para protegerla, sólo le suministraba criminales y enemigos de la nación, para que el pueblo no se sublevara contra sus gobernantes. Y para gozar de su favor, también él bebió e elixir y se unió a su señora al otro lado del abismo de la muerte.

Pero Aborash no era sólo fiel a su reina, sino también a una idea: el honor del trono de Lahmia, la nobleza de quienes lo ocupaban y el sagrado deber para con sus leales ciudadanos. Aborash resistió el hambre tanto como pudo en nombre de Lahmia, pero con el tiempo tuvo que ceder a sus oscuros deseos. Cuando sucumbió, su sed era tan grande que mató a doce hombres. Al día siguiente, y cada uno de los días posteriores, encendió doce cirios en el templo para recordar las vidas que había segado. A partir de entonces sólo se alimentó de los criminales de su ciudad, y aún así lo hizo comedidamente. También se obsesionó con el dominio de su habilidad con la espada, en la creencia de que la disciplina del guerrero le proporcionaría control sobre sus nuevos impulsos.

Aborash redactó un gran estatuto para que los señores vampiros de Lahmia pudieran seguir su ejemplo y honrar sus nobles obligaciones, fueran cuales fuesen sus necesidades. Pero los primogénitos se burlaron de su estatuto y lo ignoraron, especialmente el pomposo Ushoran, y continuaron con sus excesos y sus decadentes prácticas. Aborash sabía que acabaría costándoles caro, pero no pudo ser desleal a sus amos.

Sus temores se hicieron realidad: la brutalidad y decadencia de Lahmia no pasó desapercibida para el resto de Nehekhara. El sobrino de Neferata, Alcadizaar, no pudo tolerar la amenaza que suponía aquella ciudad para su soberanía, y la sed de sangre de sus gobernantes le proporcionó toda la motivación que necesitaba para destruirlos. reunió un gigantesco ejército compuesto por guerreros de toda Nehekhara y se lanzó sobre Lahmia. Sólo había una persona capaz de rechazar la invasión: Aborash, nombrado comandante supremo de la defensa de Lahmia, apodado El Sanguinario.

Durante meses, Aborash y sus tropas mantuvieron a raya al enemigo aún a pesar de su inferioridad numérica. Miles de invasores fueron masacrados, pero no bastó. lentamente,. el ejército de Alcadizaar diezmó las filas de Aborash, derribó las murallas de la ciudad y se adentró en ella, saqueando, incendiando y matando por doquier. Aborash fue el único que quedó en pie defendiendo el Templo de la Sangre de Neferata, y nadie pudo vencerle, pero a su alrededor los defensores ya habían ganado la batalla. Su ciudad era pasto de las llamas, su pueblo había sido masacrado, y todo ello había sucedido por defender a una Gran reina que ya no era digna de tal título, pues en lugar de proteger a sus súbditos había huido presa del pánico. Al comprender esa verdad, Aborash renunció a toda lealtad hacia su reina, su casa y su linaje. Y al contemplar el interminable sufrimiento y la devastación que habían provocado los ejércitos de Alcadizaar, juró renunciar a toda compasión por la humanidad, jurando destruirlos como ellos habían destruido su ciudad. Y tras esta promesa tomó su armadura, sus armas y a sus lugartenientes de confianza, y abandonó la ciudad a su suerte. A partir de entonces continuó encendiendo los doce cirios para no olvidar que la humanidad merecía ser exterminada, pues no eran más que animales, y que fue un necio al lamentarse por ellos en el pasado.

Viajó hacia el norte con su séquito, buscando en el Viejo Mundo una señal que diera sentido a su existencia. Al atravesar las Tierras yermas y enfrentarse a los pielesverdes que las habitaban, dieron rienda suelta a los instintos depredadores que durante tanto tiempo habían intentado controlar. La habilidad de Aborash era tal que a día de hoy los chamanes orcos todavía narran la matanza llevada a cabo por aquel ejército de "degolladores". Las antiguas tribus humanas también tienen sus leyendas de aquellos tiempos, al igual que los enanos, que hablan de los cinco individuos que no dejaban más que muerte a su paso. Pero ni aquellos ni otros festines de sangre lograron aplacar la cólera de Aborash ni darle un sentido a su no-vida. Le enfurecía verse esclavo de sus impulsos animales, ya que no le hacían mejor que los nobles a los que despreciaba o las alimañas humanas que lo rodeaban. jamás llegaría a ser un auténtico guerrero mientras le dominase el hambre.

Muchos años después, Aborash y sus seguidores llegaron a una montaña cuya cima estaba envuelta en llamas. Ansioso, Aborash subió a la cima él solo y se topó con un dragón descomunal, rojo como la sangre. Cuenta la leyenda que, mientras duró su combate, las montañas se estremecieron y los relámpagos partieron las rocas. Lucharon durante un día y una noche, hasta que finalmente el vampiro abatió a la antigua sierpe, y mientras yacía moribunda se lanzó sobre ella y bebió hasta hartarse.

Después, Aborash profirió un grito de triunfo, pues su búsqueda había llegado a su fin. La sangre del dragón rojo había aplacado para siempre sus ansias bestiales, y con ello también desapareció su temor al sol. Se había convertido en la criatura definitiva, dotado de toda la fuerza y poder de un vampiro pero sin ninguna de sus debilidades. Había alcanzado la perfección, y al hacerlo encontró algo nuevo en lo que creer: en sí mismo.

Aborash exhortó a sus discípulos a seguir su ejemplo y perfeccionar su destreza marcial hasta convertirse en los guerreros definitivos, y con ello trascender el vampirismo y todas las demás limitaciones del débil mundo mortal. Sus seguidores juraron hacerlo, y adoptaron el nombre de Dragones Sangrientos.

Del Liber Necris, escrito por Mannfred von Carstein

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