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lunes, 10 de septiembre de 2012

El niño borracho (música de batalla, 25)


Buenos días, señores. Pasen al Niño Borracho, tomen asiento donde puedan y les ruego me disculpen todo este desastre. Mi mujer y yo aún seguimos limpiando los destrozos de una comida que organizamos para unos salvajes kislevitas. ¡Una y no más, se lo aseguro! Resulta que uno de los guerreros más prometedores de la región se casó con una muchacha de esas hostiles tierras y me alquilaron el establecimiento para celebrar tal acontecimiento. Pagaron muy bien, eso sí; me encargaron el convite para las dos familias e incluso contrataron unos bardos para que amenizasen la velada. Todo iba como yo esperaba – los kislevitas se lo pasaban en grande emborrachándose y lanzando por los aires platos llenos de comida mientras las mujeres de la familia del muchacho y los bardos intentaban apartarse de los improvisados proyectiles. Sin embargo el padre del novio parecía hasta divertirse con la situación, animado por el vino sin duda y hasta empezaba a seguirles el juego lanzando trozos de pan al otro lado de la mesa, hasta que un grito femenino ahogó la música y las risas. Un hacha había salido volando de alguna parte y se incrustó en la cabeza del desgraciado hombre, dejándolo en el sitio. El muchacho y su familia comenzaron a pedir cuentas de lo sucedido y entonces, la muchacha kislevita se levantó de su asiento y les recriminó que eran unos blandos que no sabían aceptar una broma, además de dar el casamiento por anulado. Ignoro en qué acabó todo aquello, ya que cuando las espadas comenzaron a salir de sus vainas mi familia y yo salimos corriendo y no volvimos hasta esta mañana. La gente y sus costumbres... ¿verdad?

Mientras tanto, en otra línea temporal de un universo alternativo...

No señor, aquí en el Muchachuelo Achispado no se ponen los deportes en el televisor. Tan solo permito que se vea el santo canal del Cardenal para ver si la gente aprende a ser feliz con la suerte que tiene de estar como están. Mire, mire, ese obispo está en lo cierto; toda esa gente que entrega su cuerpo a Cybertronic entrega también su alma inmortal. Acaban siendo más máquinas que seres humanos y esa antinaturalidad viene dada por la infelicidad que les produce su constante búsqueda de placeres y conocimientos prohibidos. Habría que mandar a todos los infelices fuera del universo para que este volviera a ser un lugar feliz marcado por la rectitud y la... ¿a dónde ha ido? En fin... ¿alguien quiere media copa de whisky a mitad de precio?




Hoy vamos a experimentar un poco de la sub-cultura del Steampunk. Se trata de un género artístico basado en la ciencia-ficción y bebe de fuentes como el cyberpunk, solo que con un carácter ambientado en la época victoriana. De esta extraña mezcolanza han nacido juegos de rol como Paranoia (esto por lo de hace dos semanas, Gran Nigromante).  


La música que ha nacido de esta rama resulta un tanto extraña ya que podemos encontrarnos encontrarnos con que un grupo hace sonidos de lo más variopintos. Abney Road es uno de ellos y han sufrido una constante evolución. Esta banda norteamericana entremezcla sonidos electrónicos con instrumentos más convencionales como el violín y otros elementos como duros guitarreos eléctricos o sonidos propiamente arabescos. Recuerda un poco a algunos trabajos de compañías como X-Ray Dog o Epic Scorte, de las cuales ya hablé anteriormente, pero cuyos temas constan de mayor duración y siempre acompañados por la voz del cantante Thomas Truax.



Recomendaciones: From dreams or angels, Ancient world, The death of tragedy.

Y unos enlaces a Youtube:


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