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miércoles, 18 de enero de 2012

La venganza del Señor de la Muerte (relato clásico)

Dieter Helsnicht fue un gran hechicero de enorme reputación que vivía en la ciudad de Middenheim en la era de los Tres Emperadores. A lo largo de sus estudios, Dieter descubrió la existencia del gran Rey Nigromante Kadon, y decidió viajar hasta las tierras que había gobernado en los reinos fronterizos para aprender más de esta enigmática y maligna figura. Dieter empezó a oír rumores sobre el regreso de Nagash después de haber sido derrotado por Sigmar mientras estaba allí. Dieter, arrastrado por una curiosidad irresistible, siguió viajando hacia la fortaleza de Nagashizarr.

Lo que le sucedió e ese lugar maldito nadie lo sabe, pero al regresar a Middenheim era un hombre cambiado; su cabello se había vuelto prematuramente gris y su piel tenía una palidez malsana. ¡Había nacido el Señor de la Muerte! Poco después de su regreso empezaron los rumores sobre los malignos estudios y los viles rituales que Dieter y sus seguidores llevaban a cabo durante la noche.

Consciente de las posibles consecuencias de estos actos, el Sumo Sacerdote de Ulric reunió a una compañía de caballeros y cayó sobre la morada de Dieter. Llegó justo a tiempo, interrumpiendo el ritual mágico que hubiera permitido a Dieter animar a los muertos enterrados en Middenheim, creando un ejército de no muertos. Amenazando con el puño y prometiendo vengarse, Dieter huyó de la ciudad, pasando sobre las cabezas del sorprendido Sumo Sacerdote y sus caballeros montado en una monstruosa mantícora.

Dieter era un hombre muy inteligente, aunque retorcido. Su inteligencia le había permitido prepararse para cualquier eventualidad. Había construido una fortaleza secreta en lo más profundo del bosque de las Sombras, a donde podía escapar si sus actividades era descubiertas. Planeó su venganza desde ese lugar recóndito y maligno, reuniendo fuerzas poco a poco. Transcurrieron décadas. Aquellos que habían conocido a Dieter Helsnicht habían muerto u olvidado su existencia cuando empezaron a extenderse los rumores de una plaga de pestilencia y muerte que se extendía por los bosques hacia el Imperio. Ante ella huían las tribus de orcos y hombres bestia, y viajar por la carretera que unía Middenheim con Erengrado se había vuelto extremadamente peligroso.

Decidido a solucionar el problema, Einrich Moltke, el Conde Elector de Norland, movilizó a su ejército. Avanzó rápidamente, aplastando fácilmente a las dispersas paridas de guerra de orcos y hombres bestia que encontró en su camino. Sin embargo, cuando penetró más profundamente e el bosque de las Sombras, llegó el desastre. Mientras el ejército avanzaba por un viejo camino junto al lago del Infortunio fue presa de una emboscada por parte de una poderosa horda de no muertos. Atacado en columna de marcha, con el lago en un flanco y los no muertos en el otro, el ejército fue prácticamente aniquilado. Algunas tropas intentaron huir atravesando el lago, pero Dieter, astutamente, había escondido algunos regimientos de esqueletos bajo las aguas, por lo que las tropas que intentaron huir nadando fueron arrastradas bajo el agua a una muerte horrible. ¡Dieter había eliminado de un solo golpe a la mitad de las tropas Imperiales que se interponían entre él y Middenheim!

Uno de los pocos supervivientes de la batalla fue el propio Conde Elector. En el momento de producirse la emboscada estaba al frente de un regimiento de herreruelos que estaba explorando por delante del ejército Imperial. Al frente de esa pequeña unidad logró abrirse paso a través de la emboscada y regresar al pequeño pueblo de Beeckerhoven, en la carretera de Middenheim a Erengrado. En el pueblo había una pequeña guarnición encargada de proteger las líneas de comunicaciones. Estas tropas, y los pocos supervivientes de la emboscada, eran todo lo que quedaba del anteriormente poderoso ejército de Norland. Con expresión sombría, el Conde organizó sus escasa tropas para una defensa desesperada. Envió mensajeros a caballo a Middenheim y Kislev para pedir refuerzos.

Por suerte para el Imperio, Dieter no persiguió inmediatamente al Conde Elector, retrasando su avance para poder realizar los rituales que le permitirían añadir las tropas muertas de Norland a su ejército no muerto. Incluso cuando avanzó, lo hizo muy lentamente, enviando caballería esquelética y carroñeros para explorar por delante del grueso de su ejército. Cuando Dieter llegó a Beeckerhoven, los defensores habían dispuesto de varios días para prepararse, y los refuerzos de Middenheim y Kislev ya estaban de camino.

Sin embargo, las precauciones de Dieter no habían sido en vano, ya que sabía exactamente con qué fuerzas debía enfrentarse en Beeckerhoven, y qué refuerzos estaban de camino. Sabía que si los contingentes Imperiales llegaban a unirse en una única fuerza superarían en número a su ejército de no muertos. En vez de permitir que esto sucediera, decidió atacar rápidamente e intentar derrotar por separado a cada contingente antes de que pudieran formar una fuerza combinada invencible.

A este efecto, Dieter envió un pequeño contingente de caballería esquelética hacia el norte, para detener, o al menos retrasar, a los refuerzos de Kislev. No podía hacer nada para retrasar a los refuerzos de Middenheim, ya que el pueblo de Beeckerhoven se encontraba entre sus no muertos y el ejército de Middenheim que se acercaba. Preparó un asalto demoledor contra Beeckerhoven. Si podía destruir las tropas del conde de Norland con suficiente rapidez, podría enviar sus tropas contra los refuerzos de Middenheim y aplastarlos cuando llegasen al campo de batalla.

LA BATALLA DE BEECKERHOVEN

El plan de Dieter fue casi un éxito. Empezó atacando Beeckerhoven con regimientos de esqueletos, zombis y necrófagos, manteniendo su caballería y sus carruajes en reserva. El ataque estaba bien apoyado por los Lanzacráneos, que arrojaban sus mortales proyectiles con gran precisión sobre el pueblo, silenciando a la artillería de Norland antes de que esta pudiera causar bajas significativas entre los no muertos. El asalto de los no muertos chocó contra los defensores, ampliamente superados en número, y pronto hubo violentos combates por las calles entre los edificios del pueblo. Lenta pero firmemente, los defensores fueron obligados a retroceder. El Conde de Norland dirigió un ataque desesperado al frente de sus alabarderos, pero fue rápidamente rodeado y aislado por parte de las victoriosas tropas no muertas.

Mientras tanto, Lothar Metternich, el Conde Elector de Middenheim, había forzado la marcha para llegar lo más rápidamente posible. Aunque el Tanque a vapor que acompañaba al ejército rompió una junta y tuvo que ser abandonado, el resto de los refuerzos llegaron justo a tiempo para salvar a los valientes defensores de Beeckerhoven. Desplegándose en el campo de batalla, las tropas de Middenheim atacaron al ejército no muerto por el flanco.

Las tropas de Norland sacaron fuerzas de flaqueza y redoblaron sus esfuerzos. Por unos instantes parecía que el ejército no muerto sería rechazado. Era el momento adecuado para que Dieter empleara sus refuerzos, cargando con la caballería y los carruajes contra las tropas Imperiales recién llegadas. El propio Dieter dirigió la carga a lomos de su mantícora, picando para atacar al Conde Elector de Middenheim y sus Caballeros del Lobo Blanco en un feroz combate cuerpo a cuerpo. La batalla pendía de un hilo mientras los combates se sucedían por todas partes.

En estos momentos vitales llegaron los refuerzos kislevitas tras haber aniquilado a la pequeña fuerza de contención de Dieter. Sin perder tiempo, los Lanceros Alados cargaron contra la retaguardia de los regimientos no muertos que estaban atacando Beeckerhoven, cambiando decisivamente el destinoo de la batalla en contra de los no muertos. Cuando el ataque perdió intensidad, el Conde de Norland vio una oportunidad y atravesó las líneas de los no muertos para atacar directamente al Señor de la Muerte. Cuendo lo vio aproximarse, Dieter lanzó un poderosísimo hechizo que debería haber fulminado el alma del Conde, pero el amuleto que llevaba le protegió. Este amuleto hizo rebotar la energía del hechizo, aturdiendo a Dieter y dejándole indefenso.

El Conde Elector acometió contra la indefensa figura, y atravesó a Dieter con su espada. Con un grito terrible, Dieter cayó sobre su silla, y las legiones animadas por su oscura voluntad quedaron destruidas. Los esqueletos se derrumbaron en montones de huesos. Los zombis se tambalearon y cayeron, descomponiéndose ante los ojos de quienes observaban hasta convertirse en montones de carne putrefacta. Los necrófagos huyeron hacia lo más profundo de los bosques. El silencio dominó el campo de batalla, y con un escalofriante gemido, la mantícora del Señor de la Muerte levantó el vuelo y aleteó con fuerza mientras se alejaba, llevando a Dieter sobre su lomo. ¡Los planes del Señor de la Muerte habían sido desbaratados!

El Señor de la Muerte sobrevivió a la batalla, aunque había sufrido heridas que habrían matado a un hombre normal. En los próximos siglos volvería a amenazar Middenheim muchas veces más. Desde su fortaleza secreta, en lo más profundo del bosque de las Sombras, sigue siendo aún en la actualidad una amenaza real contra la seguridad del Imperio.

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