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viernes, 18 de noviembre de 2011

Los parientes perdidos (un relato de Gotrek y Félix)

El viejo enano estaba muriendo, lentamente y con gran dolor. Félix Jaegar observó la desgarrada y destrozada criatura y el reguero de sangre , que se perdía tras el rocoso camino. Intentó adivinar qué había llevado a conducir aquellas extremidades fracturadas sobre los ásperos alrededores. Debió hacer un esfuerzo sobrehumano para llevarlo a cabo. Félix supo que no pudo conseguirlo. Se habría rendido y entonces moriría.

–Vengadme, forasteros. No me dejéis morir en vano–jadeó el enano. Félix pudo ver las gotas de sangre que le manaban de entre sus dientes partidos. Extendió su brazo para agarrar la pierna de Félix con los muñones de los dedos que habían sido cauterizados en llama viva. Félix miró la carne chamuscada y luchó contra las nauseas que le invadieron.

–¿Quién te ha hecho esto, hermano?–preguntó Gotrek Gurnisson con una voz helada como el viento del norte. Su sombra se posaba sobre el rostro del enano moribundo. Miró la cresta en punta de pelo rojizo de Gotrek, sus estridentes ornamentos y su musculosa figura llena de tatuajes.

–Fueron los parientes perdidos, Matador. Nos encontraron mientras buscábamos oro bajo las Grandes Cataratas. Nos cogieron por sorpresa, nos apresaron y torturaron. Entonces me dejaron marchar.–

Respiraba entre dolorosos jadeos y hubo un horrible sonido de gorgoteo bajo su pecho.

–Intenté conseguir ayuda. Lo intenté pero no podía caminar. Ellos me partieron las piernas. Es demasiado tarde para conseguir ayuda y ellos lo sabían. Ah, mi familia...–

Félix se dio cuenta de que el enano estaba delirando, intentando desesperadamente aferrarse a la vida para terminar su historia. Gotrek Gurnisson se inclinó hacia el enano y acunó su cabeza en un sorprendente gesto de gentileza. El enano intentó incorporarse y extendió su mano, implorando al matador.

–Fueron los parientes perdidos. Ellos son los responsables. Véngame, extranjero. Libéralos. Fueron los parientes perdidos... ¡uurhgh!–

–Se ha ido. Ve con los ancestros, hermano. Tu espíritu es libre–dijo.

El matador se puso de pie y Félix se estremeció al ver la furia que transformaba el rostro de Gotrek.

–Descansa en paz–dijo Gotrek –, serás vengado.–

Anduvieron por el paso azotado por el viento. Félix se ciñó más al cuerpo su rojiza capa de lana de Suddenland para abrigarse del húmedo frío. La cima en el norte de las Montañas del fin del Mundo era el lugar más frío en el que había estado. Gotrek miraba hacia la inclinada cuesta en dirección al norte. Una rabia casi melancólica parecía conducir sus pasos.

–Los parientes perdidos–murmuró y sacudió su cabeza.

–¿Quiénes son ellos?–preguntó Félix con cautela. Gotrek se giró y se plantó ante él. Félix pudo ver al matador agarrando su hacha con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Gotrek escupió en el suelo.

–¡No preguntes!–espetó enfurecido.

– Acabo de hacerlo–respondió Félix.–Si voy a arriesgar mi vida luchando contra ellos quiero saber por qué lo estoy haciendo. ¿Quienes son ellos y por qué les odias tanto?–

Gotrek permaneció en silencio durante largo tiempo. Félix trataba de imaginarse qué respuesta recibiría de Gotrek o si tal vez iba a maldecirle y hacerle correr el mismo destino que a ellos.

–No les odio–dijo Gotrek pasado un rato. Una compleja mezcla de emociones quedó reflejada en su voz; tristeza, vergüenza y odio. – Odio lo que hicieron. Odio lo que me contaron acerca de mí mismo.–

Félix le observó, confundido. Mientras avanzaban a través del valle, Gotrek continuó hablando.

–Hace mucho que los enanos nos alzamos en contra de los Antiguos Poderes Oscuros. Desde el amanecer hasta el fin de los tiempos , siempre seremos sus enemigos por una razón. Parecía que éramos inmunes a la poderosa influencia que es la maligna fuerza del Caos. Ni un solo niño nacido en las ciudades enanas había sido portador de ningún signo de mutación. Nuestros ejércitos no se convertían en tambaleantes horrores cuando la influencia del Caos se extendía sobre ellos.

Alzó la vista hacia la distante montaña.–Nos creíamos inmunes al poder de El Que Cambia las Cosas. Era una fuente de orgullo. Otras razas como los hombres de corta vida o esos traicioneros elfos sibaritas cayeron bajo su influjo, pero no nosotros.–

Gotrek dejó salir de su boca un ruido similar a una amarga risa.–Pero como con el resto de las cosas de las que nos enorgullecíamos, nuestra aparente inmunidad nos jugó una mala pasada. Durante la última gran incursión del Caos, algunos de nuestros batallones fueron atrapados en las tormentas de disformidad más poderosas que se recuerdan. Se desvanecieron y les dimos por muertos.–

Félix sabía lo que se avecinaba.–Entonces es que no estaban muertos–dijo.

–Correcto, hombrecillo. Al poco tiempo recibimos informes de que ejércitos de enanos con negras armaduras marchaban desde los desiertos. Cuando enviamos refuerzos a nuestros aliados descubrimos que los rumores eran ciertos. El poder de El Gran Mutador se había introducido en nuestros ejércitos y habían cambiado. Nuestros guerreros se encontraron combatiendo en contra de nuestros parientes, diabólicamente cambiados. No puedes ni imaginar el horror que eso supone para un enano, hombrecillo.–

El matador cayó una vez más en un melancólico silencio. Continuaron su andadura entre las penumbras. A lo lejos, en dirección al norte, Félix señaló la cambiante aurora boreal que señalaba el inicio de los desiertos del Caos.


* * * * *


Con un golpe arqueado de su espada, Félix acabó con su oponente. Una sorprendente mueca de gratitud parecía estar dibujada en el rostro de la criatura. La primera cosa de la que Félix se percató cuando se enfrentaron era la expresión de absoluta miseria en sus caras.

Los últimos gritos de los que aún agonizaban cesaron finalmente. Félix observaba la escena tras el cadáver de un enano albino al cual había dado muerte. Sentía un fuerte dolor en el brazo. Rasgó un pedazo de su capa y comenzó a atárselo en torno a la profunda herida de su brazo. Mientras, miraba a Gotrek.

Parecía como si el matador hubiese estado trabajando en un matadero. Todo su cuerpo estaba cubierto de sangre y vísceras. Parte de la sangre era la suya propia y su cresta estaba lacia y enmarañada. A sus pies yacían seis pequeñas figuras sin vida.

–Tuvimos suerte–dijo Félix–de pillarles mientras se emborrachaban de aguardiente.–

El enano asintió. Había sido una dura pelea. Los enanos parecían encontrarse en un estado mental de odio hacia sí mismos y pelearon sin ningún temor por sus vidas.

–Les hemos liberado–dijo Gotrek.

–¿A qué te refieres?–preguntó Félix.

Gotrek hizo un gesto mientras observaba a uno de los enanos del Caos. Félix pudo observar el cambio que se estaba produciendo sobre él. Sus afilados colmillos parecían estar retrayéndose y sus dientes como alfileres habían vuelto a su forma original. La tez de su piel dejaba atrás su color blanco enfermizo. Comenzaba a parecerse a un enano corriente.

–Sus espíritus luchan por librarse de El que Muta las Cosas. A veces son liberados tras su muerte.–

Hubo un indicio de orgullo en el tono de su voz. Se inclinó y cerró los ojos del enano.

–Se ha acabado. Ve con los ancestros, hermano. Tu espíritu es libre–dijo gentilmente.

3 comentarios:

  1. Mmm... alucinante XD
    Vaya, yo tenia entendido k los nanos del caos se entregaban voluntariamente a este. Gracias por subir el relato ;)

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  2. si es cierto los enanos del caos si se entregaron al caos voluntariamente tu relato esta mal (no digo que sea malo) y felix ya sabia de los enanos del caos en el libro de matatrol y ademas no fue tzhench el que los muto fue hatsu ((me parece que a si se escriben) y no fue en una tormenta de disformidad fueron enanos que viajaron muy al noroeste y llegaron a un desierto de roca horrible ademas no fueron solo soldados fueron niños y mujeres ya que eran comunidades enteras

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    1. El relato es de The lost and the damned, de antes de que se sentaran las bases actuales de "Qué son los enanos del Caos", así que algunas cosas no concuerdan con otras posteriores. De todos modos, son leyendas. En ningún sitio se afdirma claramente cuál es el origen de los enanos del Caos.

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