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viernes, 8 de julio de 2011

Las obras de arte del Caos (1: Los Benditos)

Una cosa que me llamó mucho la atención del Tomo de Corrupción fueron las obras de arte del Caos, de las cuales vienen un par de ejemplos. Una de ellas es el cuadro llamado Los Benditos, de un pintor demente llamado Hals.


Esta antigua escena bucólica es famosa por su maldad, pero también por el poder que encierra. Se dice que concede a su propietario la vida eterna, y ha sido objeto de muchas búsquedas y planes siniestros. Como todas las obras del Caos, los dones que ofrece nunca son lo que se espera.

No se sabe mucho de Hals, salvo que produjo varias obras en las que exploró escenas mitológicas con una imaginería extraña y evocadora. Pocas de sus pinturas han sobrevivido hasta la era moderna, en gran parte porque solían cruzar la línea que separaba la imaginación de la interpretación religiosa, y muchas de estas obras fueron quemadas cuando Hals aún vivía. Y, por supuesto, el propio Hals acabó también en la hoguera después de pintar Los Benditos, aunque dicha obra logró escapar de algún modo a la destrucción.

Los Benditos reapareció en varias ocasiones durante los últimos tres siglos, pero cada vez que lo hacía su propietario desaparecía misteriosamente. Esto, desde luego, no disuadía a los curiosos; más bien contribuía a aumentar su misticismo. Más aún, la obra ha sido citada en disertaciones y conferencias en la universidad de Nuln, y ha sido incluida en el catálogo de obras mitológicas, por lo que es bien conocida en los círculos artísticos.

La última vez que apareció el cuadro fue hace varios años, en Nuln, y se creyó en posesión de un mercader llamado Otto Grubach, de la calle del estaño. Cuando se corrió la voz, el conde Romanov, un noble de cierta categoría famoso por su interés por las sustancias exóticas y las reliquias extrañas, contrató a un ladrón local para que robase la obra. No se sabe con exactitud lo que sucedió, pues todos los implicados en el robo (incluidos el propio Grubach, herr Romanov y el ladrón) desaparecieron. Lo único que se sabe seguro es que, en la misma noche del robo, la finca de Romanov ardió hasta quedar reducida a cenizas. Nadie sabe si el cuadro fue destruido en el incendio o no.

Como no hay nadie vivo que haya visto jamás el cuadro, todo lo que se sabe de él está en los escritos de quienes lo estudiaron en el pasado. En estos relatos hay contradicciones sobre lo que puede verse en el cuadro, y a veces se omiten o se añaden figuras. Pero por lo general se describe como un claro del bosque con un estanque poco profundo en el centro. Dentro y alrededor de este estanque hay varias figuras, cada una de ellas en un estado distinto de desnudez. Asistiendo a los festejantes hay varios demonios de piel rojiza curiosamente desproporcionados. Quienes lo han visto afirman que la gente, aunque parecen complacidos y cómodos, tienen una mirada de terror en sus ojos. Sea cierto o no, la mayoría creen que no es más que un cuadro llamativo de bajo calibre comparado con otros similares.

(Contemplar este cuadro produce una intensa inquietud, y la mente no es capaz de reposar, asaltada por sus propios miedos y fantasmas. Pero el más terrible poder del cuadro es su avidez de sangre, capaz de abrir un portal al Reino del Caos en el que los infortunados sean atrapados por demonios para languidecer eternamente atrapados en el lienzo.)

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