viernes, 20 de octubre de 2017

El sendero de la condenación (relato Mordheim, 5/7)


Escuchad mi canción: ¡ah, como suena mi flauta! Escuchad mi llamada, mortales, y no penséis en lo que os espera en las sombras hacia las que os atrae mi canto de sirena. Venid, hombres, venid, ratas, venid, criaturas de la oscuridad. No oigáis los gritos de aquellos que han marchado por delante de vosotros, no miréis al borde del abismo hacia donde os llevan los pasos de este baile.
Danzad al son de mi flauta, incluso si vuestros pies están en carne viva y sangrando. Sonreíd conmigo, incluso si es la sonrisa de las calaveras y vuestra piel se despelleja. Reíd conmigo, aunque os atragantéis de bilis. Por que todos sois mis marionetas, y os guiaré en una alegre danza.
La alegre danza de la muerte.



V

Lóbrego y legamoso, el río pasaba lentamente bajo el puente de piedra. Mientras Marius miraba por encima del derruido parapeto de piedra, el pálido e hinchado cuerpo de alguna bestia mutante
apareció brevemente sobre su superficie antes de desaparecer rápidamente en sus profundidades.

Nuestra búsqueda casi se ha completado, Hensel, -dijo el Cazador de Brujas, señalando al almacén en ruinas y a los muelles hundidos en la otra ribera del río-. Se dice que el Mancillado y sus lacayos no muertos moran aquí, cerca de la podredumbre del Caos”. -Indicó al miasma que se producía en el lugar de impacto del meteorito. Vapores verdosos teñían la niebla que recorría las callejuelas y se introducían en los rotos cascarones que eran los edificios derrumbados. Aquí la devastación era aún peor, y cuando llegaron a la mitad del amplio puente pudieron ver que este área de la ciudad había sido aplanada a lo largo de muchos cientos de metros por la colosal detonación de la caída del cometa. Detrás suyo escucharon una serie de gritos torturados.

Alguien está metido en problemas. Deberíamos regresar y ayudarle”, sugirió Hensel mientras miraba hacia atrás.

No quiero distracciones ahora. -contestó Marius, con sus ojos firmemente fijados en su objetivo.
Cuando los torturados gritos alcanzaron un aterrorizado crescendo, Marius miró atrás por un breve
momento antes de continuar atravesando el puente -He hecho tanto de lo que odiaba, todo en nombre de Sigmar. He saqueado las ruinas, he utilizado mi espada contra otros hombres. Por los dientes de Sigmar, incluso he vendido fragmentos de esa odiosa piedra bruja para conseguir más hombres y así cumplir mi misión ¡Nada me detendrá ahora!”

En cuanto entraron en los muelles, un extraño murmullo recorrió el aire. Heinrik, que exploraba en
avanzada, dio regreso la carrera, saliendo de la niebla. Tenía los ojos desencajados por el terror y tropezó, cayendo de rodillas. Detrás de él unas sombras surgieron de la niebla. Arrastrando los pies incesantemente apareció un grupo de tres Zombis, impulsando sus retorcidos cuerpos y con los ojos mirando vaciamente hacia arriba.

La piel de los Zombis colgaba de los propios huesos, desgarrados y rotos en algunos lugares. El estómago de una de las criaturas No Muertas había sido desgarrado, y los órganos internos se salían por el agujero brillando con fluidos enfermizos. La cabeza de otro había sido completamente aplastada, y su piel estaba pelada, revelando el hueso machacado. El hedor de los cadáveres pudriéndose llenaba el aire, y el raspar y chasquear de los huesos y los tendones podía oírse junto a los estertores procedentes de los labios muertos de los Zombis.

Un aullido bestial desgarró el aire, y unas cuantas formas lupinas aparecieron detrás del grupo, con
los ojos reluciendo con un brillo rojo.

Mientras el grupo de humanos retrocedía ante los Zombis, los Lobos Espectrales empezaron a rodearlos con un instinto para la caza que les animaba más allá incluso del velo de la muerte. Resonaron unos bajos gruñidos procedentes de sus fauces, mientras se acercaban con sus sucios pellejos brillando con un fulgor sobrenatural. Durante un momento, el grupo se quedó inmóvil por el miedo, antes de que un virote de ballesta surcara el aire para enterrarse en el pecho del Lobo Espectral más cercano. La bestia se derrumbó en el suelo y después se alzó de nuevo, agarrando el astil del virote con los dientes y arrancándoselo con un giro de su cabeza.


Como si se hubiese roto un hechizo, los mercenarios empezaron a actuar. Heinrik empezó a recargar la ballesta, mientras Lapzig y Hensel se abalanzaban contra los Zombis con sus armas preparadas para el ataque. Marius sacó una pistola de su cinturón y apuntó contra el Zombi más cercano. Su dedo apretó el gatillo con fuerza, y por un momento la niebla se iluminó con el resplandor de la pólvora encendida. La bola de plomo entró por el ojo del objetivo del Cazador de Brujas y explotó al salir por la parte trasera de su cabeza podrida, esparciendo sus sesos por toda la calle. La criatura cayó sobre una rodilla, y después levantó la vista hacia Marius con el ojo que le quedaba. El Cazador de Brujas no vio ninguna emoción o pensamiento en aquella mirada, sólo la sumisión absoluta a la voluntad de su controlador. Apuntó con su otra pistola a la rodilla del Zombie dañado, y éste se colapsó en uno de los fétidos charcos que inundaban la calle.

Cuando miró a su alrededor para comprobar cómo se desarrollaba la batalla, Marius detectó un movimiento en una de las callejuelas laterales. Asiendo firmemente su sable, atravesó la niebla a la carrera, enfrentándose cara a cara con uno de los lacayos del Mancillado. Al principio Marius creyó que era otro Zombi. Su piel estaba cubierta de ampollas reventadas y sus ojos eran amarillos y reumáticos. Entonces el Cazador de Brujas se dio cuenta de la chispa de inteligencia en los ojos de su adversario, y éste lanzó un grito demasiado humano mientras blandía una primitiva maza. Marius esquivó con facilidad el torpe ataque y enterró su sable hasta la empuñadura en el estómago de su oponente. Unas uñas rotas arañaron su cara y cuello durante un momento antes de que el hombre muriera finalmente, con su último aliento saliendo de sus labios como un susurro.

Sacando el sable de aquel cuerpo, Marius dio un paso atrás y echó el cuerpo a un lado de un empujón. Se sentía lleno de un sentimiento de triunfo. Pronto mataría al Mancillado y podría abandonar este miserable lugar de locura y podredumbre a los locos e idiotas que proliferaban aquí. 

CAPÍTULO ANTERIOR                         CAPÍTULO SIGUIENTE

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...