viernes, 13 de octubre de 2017

El sendero de la condenación (relato Mordheim, 1/7))



Escuchad mi canción: ¡ah, como suena mi flauta! Escuchad mi llamada, mortales, y no penséis en lo que os espera en las sombras hacia las que os atrae mi canto de sirena. Venid, hombres, venid, ratas, venid, criaturas de la oscuridad. No oigáis los gritos de aquellos que han marchado por delante de vosotros, no miréis al borde del abismo hacia donde os llevan los pasos de este baile.
Danzad al son de mi flauta, incluso si vuestros pies están en carne viva y sangrando. Sonreíd conmigo, incluso si es la sonrisa de las calaveras y vuestra piel se despelleja. Reíd conmigo, aunque os atragantéis de bilis. Por que todos sois mis marionetas, y os guiaré en una alegre danza.
La alegre danza de la muerte.




I

El Cazador de Brujas Marius Dire miró desde lo alto de la colina a su punto de destino. Las tierras que se extendían estaban envueltas por el brillo del atardecer y la sempiterna nube sobre Mordheim bloqueaba el paso del sol del crepúsculo. Aquí y allá se veían grupos de bosques de un extremo al otro del horizonte, hasta que terminaban repentinamente a bastantes kilómetros. En la lejanía se podía medio entrever la Ciudad de los Condenados a través de la sombra que producía la nube de humo y polvo que se alzaba sobre la devastada población. Marius se giró hacia su fiel compañero, Hensel, que miraba dubitativo el desolado panorama.

Puedo oler el hedor del Caos, la maligna apestosidad de la impía magia,”escupió el Cazador de Brujas.

¿Estáis seguro de que el Mancillado vino hasta aquí?”preguntó Hensel, agarrando con más fuerza el mango de una baqueteada y vieja alabarda.

Conozco su tipo, -replicó Marius, fijando su pétrea mirada en Hensel.- A lo largo del camino se han profanado tumbas, los campesinos hablan de criaturas medio muertas que azotan sus granjas. Le he perseguido a través de marismas y zarzales, bosques y páramos, y conozco bien su rastro. Lo he expulsado de su maligna madriguera en las Montañas Centrales. Durante ciento setenta y cinco leguas le he perseguido. Le he acosado y hostigado a través de Osterland y Talabecland. Ha venido a Mordheim, ten la seguridad. La atracción del Caos le ha traido hasta aquí.”

La voz de Marius se convirtió en un susurro amargado. “Mi venganza nunca quedará satisfecha hasta que lo haya matado con mis propias manos, ¡hasta que haya cortado su cabeza! ¡Sólo con su sangre puede pagar por la miseria a la que nos ha llevado a mí y a mi familia! ¡Le haré pagar por sus crímenes!”

Mientras ambos continuaban su camino, una ligera brisa llevó hasta ellos el olor a fogatas. Saliendo de la línea de árboles vieron un pequeño asentamiento delante de ellos, y apresuraron sus pasos hacia allí. Había una señal plantada a un lado del camino sobre la hierba agostada, y de ella colgaban tres cráneos de una soga podrida. Al observarlas mejor, se dieron cuenta de que las calaveras eran claramente deformes: una tenía tres cuencas de ojos, otra estaba bastante contrahecha, mientras que la tercera mostraba vestigios de cuernos y dientes como colmillos.

“‘Nido de Asesinos, los viajeros son bienvenidos -leyó Hensel en voz alta.- Suena acogedor.”

El asentamiento en sí consistía en cuatro edificios de piedra, antiguamente una granja y los edificios colindantes por su disposición, todo ello rodeado por numerosas estructuras de madera que se habían construido al azar en los últimos meses. Los pollos recorrían las calles, un chico pequeño guiaba a un grupo de flacas cabras, y unos cuantos cerdos gruñeron a los recién llegados desde detrás de una valla de cuerdas. Un viejo enflaquecido estaba cuidando de la cerda y levantó la
vista con una mirada sospechosa cuando se percató de la presencia de Marius y Hensel.

¿Quién es el que manda aquí?”preguntó Marius mientras miraba de forma amenazadora al porquero.

No lo sé seguro, señor -contestó el campesino, rascándose un forúnculo supurante en el cuello con las uñas rotas y sucias. Bizqueó mientras se concentraba, después carraspeó y escupió- Está Lapzig el Osado, que ha venido desde Altdorf nada menos. Es el que tiene más hombres, así que supongo que es él quien manda. Pero también podríais hablar con Maese Lupos, el más rico de los mercaderes. A Lapzig podéis encontrarlo habitualmente en la cervecería, y el viejo Lupos está al lado de los establos.”El porquero indicó la dirección aproximada con su brazo izquierdo, y
Hensel se fijó que terminaba en un garfio de madera en vez de en una mano.

Encontraron a Lupos regateando con un joven delgado de aspecto demacrado. El estómago del mercader sobresalía por encima de su cinturón de cuerda, y en la cabeza tenía un sombrero de fieltro sin forma. En cuanto se dio cuenta de la presencia de Marius y Hensel su ceño fruncido se convirtió en una sonrisa.

¡Ah, más habitantes para Nido de Asesinos!”exclamó, echando a un lado al joven y abriendo los brazos.

Necesitamos hombres y suministros,”dijo Marius sin preámbulos, entrando en el establo para ponerse delante del obeso comerciante.

Si tenéis el dinero, yo tengo el tiempo, -se rió Lupos, poniendo una mano sobre el hombro de Marius, que éste se sacudió rápidamente con un gruñido.- Admito coronas, trueques o piedra bruja,”añadió el mercader.

¿Piedra bruja?”preguntó Marius, mientras entrecerraba los ojos peligrosamente.

Si, piedra bruja. Cura a los enfermos, convierte el plomo en oro y el agua en vino, con toda seguridad. El regalo de los dioses, o eso dicen”,contestó Lupos con un guiño exagerado.

¡Los dioses de la anarquía y el pecado! -exclamó Marius.- ¡Es la corrupción encarnada, la maldad en persona, el Caos en forma sólida! Quema el alma y abrasa la mente. Pudre y corrompe a quien la posee ¡Tocarla es invitar a la propia condenación! Pagaré por tus servicios con oro limpio y honesto. Este lugar apesta a corrupción. La decadencia y el Caos te rodean. Purificaré este lugar con fuego y espada, ¡y que Sigmar me ayude!”

¿Lo harás? -preguntó Lupos con una mirada de incredulidad- Ya veremos, ya veremos.”

¡Ya lo verás, gordo idiota! -dijo Marius en un susurro mientras agarraba el cuello de Lupos con una mano y señalaba la cicatriz que tenía en el suyo propio con la otra. El Mancillado me dio este recuerdo de sus Oscuras Artes. Eso y el recuerdo de mi familia muriendo a sus manos, ¡Él y todos los de su ralea morirán antes de que ceje en mi empeño!” 

CAPÍTULO SIGUIENTE

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