viernes, 12 de mayo de 2017

TORBELLINO DE DIENTES (relato no-tan-clásico)

Mini-relato aparecido en el libro de los Orcos y Goblins de la 8ª edición


Los rompehierros formaron un muro viviente a lo largo del corredor, sus espaldas contra el último portón que protegía el interior de la fortaleza. Durante días los goblins nocturnos habían intentado abrir brecha en ese túnel, pero los enanos habían aguantado con firmeza, sus prácticamente impenetrables armaduras de gromril resistiendo los ataques y embates de los pielesverdes, al tiempo que sus hachas y martillos reclamaban las vidas de innumerables goblins. Los enanos estaban cansados, pero se negaban a retroceder ni un paso. Habían luchado contra los goblins nocturnos el tiempo suficiente como para no subestimarlos, pues siempre guardaban algún truco sucio oculto bajo la manga.

Del otro lado de la pila de cadáveres goblinoides que bloqueaban el túnel empezaron a oírse una serie de extraños sonidos, y de pronto asomaron por allí dos inmensos garrapatos de aspecto terriblemente amenazador. Las criaturas rugieron de rabia mientras los goblins nocturnos las pinchaban y azuzaban para que se lanzasen al combate. En cuanto los garrapatos notaron el olor de los enanos no hizo falta más acicate, y se lanzaron contra ellos a gran velocidad.

Las dos bestias, encadenadas entre sí, tropezaban y chocaban constantemente contra las estrechas paredes del corredor, pero no sólo no perdían velocidad si no que cada vez aceleraban más, mientras seguían girando la una sobre la otra hasta que todo lo que los enanos pudieron ver fue una amalgama de dientes, cadenas y restos ensangrentados de algunos de los goblins nocturnos que también estaban encadenados a los garrapatos.

Los enanos tuvieron tiempo de alzar sus escudos contra aquel torbellino viviente de destrucción, pero no sirvió de nada: los garrapatos los segaron como si fueran trigo y atravesaron el portón con un atronador estrépito y una lluvia de roca, madera y metal. Aunque algunos de los brazos y las piernas cercenadas aún se seguían moviendo por reflejo, no había quedado un solo enano vivo. El camino hacia la fortaleza enana estaba despejado, y los goblins nocturnos iniciaron su asalto final.

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