viernes, 24 de marzo de 2017

Internet Destruye Infancias: LAPD, digooo LADP

Acaban de pasar veintidós años desde que concluyera una de las sagas más absurdas, disparatadas y sin sentido que haya parido guionista alguno. O treinta y dos desde que comenzaran. Es un motivo tan bueno como cualquier otro para hacer un Internet Destruye Infancias de los que den que hablar. Tras haber revisionado las tres primeras partes de esta abominación al séptimo arte (lo siento pero no me quedan fuerzas para más, haré acopio de memoria para las siguientes) me siento preparado para recordaros lo graciosos y desternillantes que pueden ser los miembros de las fuerzas de seguridad del estado, y para hacer un repaso de las conclusiones que una persona pueda sacar de estas películas y del maldito y condenado Steve Guttenberg.


Acabada esta presentación sobre las películas de Loca Academia de Policía (por si no había quedado claro ya), veo conveniente haceros un breve repaso de las primeras entregas para recordaros cómo empezó todo. En el año 1984, el mismo narrador de la intro de “el Equipo A” contaba cómo la alcaldesa de la ciudad había reducido prácticamente a cero los requisitos para ingresar en el cuerpo de policía, así como los fondos destinados a sufragar el entrenamiento de los reclutas. Ya no importaban cosas como la edad, la altura, el peso, que tu otra opción fuese ir a la cárcel o que te faltaran cuatro puntitos de nada como a Forrest Gump. Por supuesto, no a todos los dirigentes de la academia de formación les hacía gracia eso de tener que empezar a enseñar a indeseables que no iban a dar la talla, gente que podía tener colores distintos, o mujeres.

Acabildados ya en la academia del comandante Eric Lassar, los dirigentes de ésta comienzan pronto a darse cuenta de qué pasta está hecha cada recluta. Y los hay de todos los tipos, como en la vida: están el gafe y torpe, el loco de las armas, el regordete humillado por la vida que luego abusa de su autoridad, la bajita con voz de pito de la centralita, el afroamericano de dos metros que ni siente ni padece, el que se comunica a través del beatbox, los trepas que no les importa chafar al resto con tal de que el superior les de una galletita de premio, la chica bonita y el cretino de Steve Guttenberg. Los reclutas conseguían salir del paso y pese a las múltiples trabas y pruebas excesivas impuestas por los encargados del entrenamiento, unido a los constantes intentos de sabotaje de aquellos miembros que terminaban bailando el tango en el pub para caballeros “La Ostra Azul”. Sin embargo, tuvieron que recurrir a insultos racistas y otra serie de comportamientos que si bien no son ilegales son moralmente reprochables para expulsar a cuantos cadetes les fuera posible. Amparados por supuesto bajo el ala protectora de uno de los altos cargos, todos ellos seguidores de la América confederada. Como colofón deciden enviar a los reclutas a una zona de disturbios, sin apoyos y sin haber terminado la instrucción. Pero es precisamente su estilo poco ortodoxo lo que les lleva a salir con vida de la revuelta


Acabaron pues los cadetes graduándose con honor en la academia, pero el conflicto social continuaba en aumento. Los disturbios y saqueos originados por la pobreza y el paro hace que surjan grupos de gente que se organizan para socializar los excedentes de producción, además de realizar escraches a los lacayos de las eléctricas. Por supuesto, en la película lo maquillan todo para que parezcan bandas callejeras de punkis perturbados mentales dedicadas al robo y a la extorsión al pequeño comerciante. Pero los recortes en inversión y servicios sociales también afectan a la policía, y para rematar todo el tinglado el capitán de la comisaría también es víctima del miedo al despido y de las guerras internas, por lo que si no bajan las cifras de delincuencia en un mes perderá su puesto de trabajo. Esto hace que presione a los agentes que tienen a su servicio y realicen decenas de detenciones irregulares, y enfurece mucho más a la clase baja que toma represalias contra la feria en la que la alcaldesa ha destinado gran parte de los fondos anuales del estado. Es en este momento cuando deciden utilizar sofisticados métodos de infiltración para ganarse la confianza de los líderes revolucionarios y atacar la organización desde el interior. Así descubren el lugar en el que el pueblo estaba comenzando un nuevo modelo de sociedad, alejado del consumismo y el liberalismo económico, por lo que finalmente pueden aplicar el protocolo de ley antiterrorista estadounidense y meterlos a todos entre rejas.

Acabábase cada vez más el presupuesto para la formación de nuevos cadetes a medida que pasaba el tiempo. Era el motivo por el cual una de las dos academias dedicadas a este propósito cerraría sus puertas. Y esta información privilegiada no le era desconocida al supervisor de la susodicha comisaría que -casualmente- también es el propietario de una de las academias formativas y guarda cierta relación con el gobernador del estado. Sin embargo, la política de aceptación de nuevos reclutas sigue siendo bastante laxa. Tanto que incluso admiten al perturbado cabecilla de la banda que les causó tantos problemas en el pasado. Como era de esperar, la academia del supervisor va a la cabeza en la competición. Sin embargo, todos estaban tan ocupados intentando menospreciar al resto que ningún agente se ocupó de vigilar una de las fiestas del gobernador, y el servicio de comidas realizó un secuestro con robo, seguramente animados tras ver “el Club de la Lucha”. Por fortuna, los cadetes de Lassard se percatan de la trama y realizan una persecución innecesariamente larga por las marismas hasta que logran rescatar al gobernador.

Acabado ya el resumen de las primeras entregas, hablaré sobre lo poco que puede ser digno de mención del resto de esta... de esta mierda de películas. La cuarta es como la segunda pero cambiando la técnica del poli malo por la del poli bueno (se dedicaron a labores sociales todo el tiempo hasta que los jóvenes del barrio cambiaron las navajas por el uniforme, aunque el resultado no difiere mucho). En la quinta van a Florida, a California o a alguno de esos estados en los que siempre hace sol y aparece el sobrino de Lassard para reemplazar a Mahoney (¡bien!) pero resulta ser el típico sosainas sin personalidad alguna. De la séptima prefiero no acordarme. Pero la sexta tenía algo de miga. No solamente los protagonistas habituales se enfrentaban a sus antagonistas, sino que por una vez hay trama. Una trama relacionada además con la especulación inmobiliaria, la gentrificación y en la que por una sola vez detienen al por aquel entonces alcalde de la ciudad, el cerebro de toda la trama. Si hay algo salvable de todas estas películas llenas de porrazos y estupideces que solo hacen reír a los niños pequeños es lo reprochable de los comportamientos homófobos y racistas así como el detalle de señalar a los políticos corruptos, aunque sea de forma solapada.

Acabo de darme cuenta de que todavía no he hablado de los verdaderos responsables de estas atrocidades, y vuelvo a referirme a las películas en sí mismas. Por ello me dispongo a describiros un poco por encima los actores y actrices que fueron los miembros más notables de la academia de policía, así como de algunos de los personajes recurrentes de esta saga de películas.

- Oficial Carey Mahoney: Quienes me conocen sabrán a estas alturas que ver la imagen de Steve Guttenberg hace que mi cerebro reaccione como su hubiese sido víctima de algún experimento de la “MK Ultra” y sintiera la necesidad de borrarle de un guantazo esa sonrisilla prepotente que le sale, así que me le quitaré de en medio el primero. Chulillo y rebelde como pocos, ingresa en la academia de manera forzada con tal de evitar la cárcel, pero es al sentir el poder del uniforme que cambia de actitud y se vuelve dócil con sus superiores con tal de seguir acosando sexualmente a todo lo que se mueve.

En serio, ¿no os dan ganas de borrarle esa sonrisa de un guantazo?

- Oficial Doctor Monseñor Larvel Jones: Se trata de un personaje peculiar, pues era capaz de reproducir con su boca cualquier sonido como si fuera un Ave Lira. Conoce a Mahoney en la comisaría (y no por ir a renovar el DNI) y éste le lía para sufrir su mismo destino. Los guionistas vieron pronto que había pocas situaciones en las cuales pudiera sacarle partido a esa habilidad más allá de gastar bromas, por lo que decidieron otorgarle habilidades marciales a partir de la segunda entrega.


"新當選的市長瑪麗·蘇比爾宣布招募候選人警察培訓的急劇變化,這是由於缺乏官方適合因各種原因服務(退休,死亡等服務),因此,年齡,種族,身高,性別,身體和精神健康不會構成對於那些誰想獲得警方的任何問題。他們將有自己的機會,因為它是沒有必要的,以滿足任何的這些要求。數以千計的興趣報名參加奧斯卡。決定強制市長都接受新兵不只是為了取悅所有人,特別是首席赫斯特中哈里斯。雖然指揮官埃里克起初困擾他的想法,我終於接受一半", que traducido quiere decir "¿queréis pelea?"

- Oficial Moses Hightower: El coloso del grupo, un titan con corazón de florista que ni siente ni padece y que derriba los muros en lugar de escalarlos. Es divertido ver como hace salir volando por los aires todo aquello y aquellos que toca, por lo que le permiten ingresar en la policía a pesar de que dice “sá” en lugar de “sí”.



- Agentes Chad Copeland y Kyle Blanks: Me resulta difícil hablar sobre esta pareja, porque no encuentro palabras agradables para describirlos. Ya la matrícula confederada del coche de Copeland (acabo de darme cuenta que su apellido viene a significar “Tierra de Policías”, ¡uf!) dice bastante de su personalidad. Por el contrario Blanks aparenta tener algo más de cerebro y maneras para marcar el contraste, y sabe elegir mejor sus objetivos. En las entregas que aparecen, lo hacen para tratar de sabotear desde dentro las operaciones del equipo de Lassard.


- Oficinista Laverne Hooks: entró en el cuerpo con la esperanza de fojar su carácter y convertirse en oficial de policía, pero su papel se vio reducido a contestar al teléfono con su vocecilla chillona y a pegar un vozarrón al final de las películas. Víctima de los machismos, los aplica en cuanto le es posible.


- Agentes Sweetchuck y Zed. La extraña pareja, mantienen una relación de amor-odio a lo largo de la segunda y tercera parte. Si bien Zed siempre fue mi personaje favorito de la saga por aquello de ser claramente bipolar y haber sido líder de una banda de punki, Sweetchuck es el típico caso de persona pisoteada que busca un modo de darle su merecido a los gamberros a los que les acusaron de destrozarle su negocio de lámparas, al mismo tiempo que le pagan por sus servicios aquellos que realmente le destrozaron su negocio de lámparas.


- Agente Lesllie Barbara: Tan solo apareció en la primera entrega, pero el caso de este hombre me tocó de verdad. Humillado y lanzado a un río junto a su puesto de trabajo por los matones de su barrio, ingresa en la policía para poder ajustarles las cuentas. Y lo hace mientras estos realizaban una mudanza ¡En serio, esto no me lo estoy inventando! Pues como decía Gila, “si no te gustan las bromas vete del pueblo”. Creo que fue el motivo por el cual solo apareció en una de las siete entregas.


- Agente Eugene Tuckleberry: Pasó de ser un "segurata" de tres al cuarto a ingresar en la academia porque en su antiguo trabajo les sentaba mal que le pegara un tiro al bidón de agua de la oficina cada vez que éste hacía un ruidito con las burbujas. Es el agente de gatillo fácil, que no duda en dispararle a un niño una botella de gas lacrimógeno con tal de que se cumpla la ley y vaya a la escuela.

Mírenle. Al igual que Johnny Unitas, lleva un corte de pelo que inspira confianza.

- Teniente Debbie Callahan: Profesional, estricta, y de mentalidad casi militar, tiene contratado un saxofonista para que toque algo en los momentos en que se quita la chaqueta. Nada más que añadir, que luego me llaman de todo.



- Capitán Harris y Capitán Mauser: La maldad, ambición e incompetencia de estos personajes no tiene límites, y es el motivo por el cual nunca aparecieron juntos en ninguna de las películas. La gente no sabría a quién odiar más y por eso se van turnando. Además, me los imagino entrando a la vez por una misma puerta, quedarse atascados, volver a intentarlo otra vez con el mismo resultado y entrar en un bucle en el que siete películas no hubieran sido suficientes para desarrollarlo del todo. Ambos aspiran al puesto de los hermanos Lassard en sus respectivos campos, así como el control de la academia. Sin embargo, ambos tienen un denominador común, que es el siguiente...





Teniente Proctor: Realicé un informe de cuatro volúmenes de mil páginas cada uno en el que analicé todos los aspectos de su personalidad, pero en lugar de obligaros a leerlo os lo voy a resumir en una palabra; Smithers. La acusación se toma un descanso.



- Jefe Henry Hurst: Este personaje es también de los que peor me caen. Solamente aparece para fastidiar y para dar las malas noticias. Luego se larga durante toooda la película y solo se le vuelve a ver cuando aparece algún cargo importante. Es el típico que le endilga a los demás que le solucionen la papeleta para luego apropiarse del mérito. Según se rumorea, esto es así porque el resto del tiempo está ocupado con la alcaldesa (guiño-guiño, codo-codo).


- Comandante Eric Lassard: Aquí abandonamos el odio momentáneamente para pasar a la pena. Y es que este personaje da pena. Se trata de un anciano que es evidente necesita una medicación que no toma (al contrario que Yosi, el de “Los Suaves”), yendo de un lado a otro con su pececito de colores. Fue en la quinta película cuando confesó que ya en la tercera se tenía que haber jubilado, y son sus cadetes quienes vigilan sus pasos para que no se mate por cualquier esquina (como a Yosi, el de “Los Suaves”). Donde otros verían bondad en mantenerlo al frente de la academia, yo veo una barra libre para quienes quieren hacer barbaridades protegidos por el uniforme y con un superior que passe absolutamente de todo. Además, me gusta pensar que cuando le obligaron a jubilarse por algún tipo de escándalo, se montó una tienda de revelado fotográfico para cuidar por fin de la pequeña Punky Brewster bajo el nombre de Henry Warnimont.


Acabar quiero con una reflexión; si bien se nos presentó a los espectadores el largo brazo de la ley como un festival del humor en el que valía cualquier cosa salvo consumir drogas y reírte de la gente de otro color por ser de otro color, me gustaría señalar desde aquí a los verdaderos responsables de todos los accidentes, revueltas civiles, vejaciones a reclutas, peleas callejeras, saqueo, vandalismo y abusos de autoridad generalizados: la alcaldesa de la ciudad y el gobernador del estado, que desvían los fondos de los servicios sociales para organizar ferias y festines para sus amigos de la alta sociedad. Y para que veáis que de verdad os aprecio (y que no quiero que me acusen de señalar la brutalidad policial) no he querido extenderme más hablando de la serie de dibujos animados en la que incluyeron a un científico chiflado. Pero soy tan malvado que os recuerdo que existe, y que a Hoocks la dibujaron excesivamente gorda.


Acabóse.
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