jueves, 20 de octubre de 2016

La sombra de la muerte (relato clásico)



Apoyándose en su bastón, Heinrich Kemmler salió con decisión de la caverna, hacia la mortecina luz del ocaso. Su apenas contenida furia hacia los ejércitos del Imperio se había convertido en una suave irritación. Tras años de vagar por las Montañas Grises había llegado a la conclusión de que la ira sólo enturbiaba su mente. Con una mente clara siempre podía evitarse cometer un error. Hoy no habría fallos.

Los ignorantes hombres bestia que plagaban el bosque de Reikland habían obligado al Emperador y elector de Reikland a organizar un ejército en un intento de acabar con esas viles criaturas. Aunque sólo lograban pequeños éxitos, la simple presencia de tropas imperiales en la zona le había obligado a detener su trabajo. El tiempo era irrelevante, Heinrich estaba más allá del concepto de tiempo. Era el posible descubrimiento de su proyecto secreto lo que más le preocupaba y le obligaba a dedicarle una atención especial. Cada vez, el Imperio se acercaba un poco más: todos sus siervos habían tenido que retirarse para no ser descubiertos. No hacía mucho, las fuerzas del Imperio se habían acercado tanto que no había tenido otra opción que renunciar a algunos de sus siervos. Unos cuantos huesos dispersos alrededor del bosque no habían despertado sospechas entre los ineptos soldados humanos. Tendrían que buscar con mucha más determinación.

Para poder completar su trabajo era necesario que las tropas imperiales abandonasen el área. Atacarles sería estúpido,pues tan pronto como sus siervos fueran avistados, el Imperio organizaría un gigantesco ejército para destruirlo. La única solución era la de eliminar la razón de la presencia de las tropas imperiales: Heinrich debía expulsar del bosque a los hombres bestia. Desde hacía ya varias noches, Kemmler enviaba algunos de sus esqueletos a espiar las actividades de los hijos del Caos. Las ignorantes criaturas ni siquiera se habían dado cuenta, ya que la ausencia de carne de sus siervos hacía inútil el agudo sentido del olfato de los hombres bestia. Las criaturas parecían congregarse en torno a una gran estructura megalítica para alimentarse y combatir entre ellos. Heinrich sabía que el mejor momento para atacar sería una vez que estos se hubieran alimentado, cuando estuviesen lentos y pesados. Él y sus siervos atacarían y expulsarían a las viles criaturas del área. Sólo entonces podría completar su obra.

***

Con un entrechocar de huesos y un hedor a muerte, Heinrich Kemmler y su aprendiz, Rilth, dirigieron su legión de no muertos hacia el interior del bosque, hacia los hijos del Caos. Ya no ocultaban su presencia, ramas y vegetación eran destrozadas bajo los pies de los no muertos en su infatigable avance hacia los hombres bestia y su piedra de la manada.

***

Los cuernos de guerra de los hombres bestia resonaron por todo el bosque. Alarmados por la llegada de los no muertos, las hordas de hombres bestia se reunieron alrededor de sus señores de la guerra. Gigantescas hordas de gors y ungors se dispusieron en una tosca línea de batalla. Los bestigors afilaron sus largos cuernos a la espera de la batalla que se avecinaba. Desde sus nidos en las ramas más altas de los árboles llegaron las quejumbrosas arpías, trazando círculos sobre el campo de batalla, listas para arrojarse en picado sobre los intrusos.

De repente, el suelo empezó a temblar debido a las fuertes pisadas, y el aire se llenó con fuertes bramidos de bestias salvajes. Del templete que se erguía junto a la piedra de la manada surgieron los descomunales minotauros, enfurecidos por la presencia de los no muertos en los lugares sagrados del Caos. Babeando sangre y espumarajos por sus enormes fauces repletas de colmillos, las gigantescas bestias blandieron amenazadoramente sus hachas hacia los no muertos. Balbuceando, los deformes engendros del Caos fueron sacados de sus pozos y azuzados hacia el enemigo, y los lerdos trolls del Caos despertaron de su letargo. Los hombres bestia estaban preparados para la guerra.

***

Los carruajes de hueso y la caballería esquelética fueron los primeros en encontrar la piedra de la manada y a sus temidos guardianes. Las musculosas formas de los trolls del Caos y demás horrores demasiado terribles para ser descritos surgieron de la oscuridad. Sin titubear, los guerreros esqueleto espolearon a sus descarnadas monturas hacia el enemigo. También los carruajes de hueso se abalanzaron sobre las criaturas del Caos a gran velocidad. Las sacrílegas lanzas de caballería y las antiguas cuchillas de los carruajes atravesaron las viles criaturas del Caos con facilidad. Sin embargo, gracias al sobrenatural poder del Caos, las heridas de sus monstruosas criaturas fueron sanadas, y mantuvieron su posición. Gritando y aullando, las fuerzas del caos devolvieron el golpe, rompiendo huesos y cráneos con cada impacto.

***

Khorgor, el caudillo de los hombres bestia, miró a su alrededor. El campo de batalla estaba repleto de cadáveres, mientras los dos ejércitos, uno gritando y bramando, el otro en sepulcral silencio, combatían por la victoria. A su alrededor, sus guerreros estaban trabados en feroz combate con las fuerzas del terrible nigromante. El odio se abrió paso en el interior de Khorgor al descubrir al nigromante cerca del combate. ¡Ése era el débil humano que osaba desafiar a los dioses del Caos! Khorgor gruñó una orden, y su hueste de hombres bestia se lanzó hacia adelante. Por fin comenzaba la verdadera batalla.

***

Aullando triunfantes, los victoriosos hombres bestia esparcieron los huesos rotos que yacían en el campo de batalla. Aferrando su enorme hacha con sus retorcidas garras, Khorgor corrió hacia la piedra de la manada y alzó su terrible voz hacia los cielos, ordenando a los ungors que comenzaran la búsqueda de supervivientes por el bosque.

De repente se desencadenó una pelea entre un grupo de gors. Las criaturas mordían y gruñían, luchando por el botín hallado entre los huesos. Athon-gar, el gran chamán, los hizo retroceder y se inclinó para observar el objeto que había desencadenado la pelea. Gritando con una excitación animal, el chamán arrastró el cadáver decapitado y su cabeza cercenada y lo llevó hasta la piedra de la manada. Cuando el chamán llegó al enorme monolito, los hombres bestia a su alrededor comenzaron a cantar y bramaron con placer cuando el cuerpo fue arrojado a los pies de su ídolo. Subiendo a la cima de la piedra de la manada con grandes saltos, el chamán colocó la cabeza con sorprendente cuidado sobre su pináculo. El descomunal bramido procedente de los hombres bestia de abajo vibró por todo el bosque.

Una vez aplacada la conmoción, los gors caminaron hacia el bosque, en busca de leña para el festín del día siguiente.

***

Cuando Rilth se retiró del oscuro campo de batalla, sus servidores esqueleto permanecieron para combatir contra los viles hombres bestia y permitirle escapar. Aullando y gruñendo, los hombres bestia acabaron lentamente con los no muertos hasta que no quedó nada contra lo que combatir. Mientras Rilth huía entre las sombras del bosque, oyó al caudillo de los hombres bestia aullando en la noche. Un coro terrible de llamadas animales se unió a su señor para señalar el fin de la caza.

***

Más tarde esa misma noche, antes de que los hombres bestia se alzaran para devorar el cuerpo de su derrotado enemigo, abrió lentamente sus ojos resplandecientes y miró hacia abajo desde lo alto de la piedra de la manada, hacia su cuerpo destrozado. El montón de huesos que habían hecho los hombres bestia empezó a moverse y un esqueleto solitario se alzó sobre sus pies, de nuevo no muerto. La tambaleante criatura comenzó a moverse torpemente hacia el cuerpo de Kemmler y tiró de sus retorcidos miembros. ¡El Viejo Mundo volvería a oír hablar del Señor de Nigromantes!

4 comentarios:

  1. Cuánto carisma tiene este personaje! Gran relato!

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    1. Heinrich es el villano más antiguo de Warhammer, y se ha forjado su propia leyenda (¡aunque al final siempre fracasa, el pobre!). Pronto, más Kemmler en la Biblioteca ;)

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  2. Aaaah,me acuerdo de este relato. Era el que acompañaba el informe de batalla de presentación de los Hombres Bestia como ejército independiente (1998?). Siempre recordaré que al caudillo HB lo equiparon con el Hacha de los Verdugos, un objeto mágico que poco después decretaron que era "sólo Elfos Oscuros".

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    1. Sí, Andy Kettwell se quejaba al final del informe de batalla de lo rastrero que había sido Pirinen por combinar el Hacha de los Verdugos con el Pabellón de la Ira XD

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