lunes, 21 de diciembre de 2015

El Niño Borracho (música de batalla, 46)

Negro... un negro vacío y nada más. De repente, surgió una chispa de la que comenzaron a dibujarse unas finas líneas, perfilando una silueta cuadrada. A su alrededor comienzan a emerger otras, cada vez más brillantes y gruesas que se extienden por la oscuridad infinita y se van haciendo cada vez más y mas complejas. Los primeros brillos emergentes acaban tomando la forma de una casa, y las que siguieron a su alrededor comienzan a tomar otras formas, conformando un paisaje con montañas, praderas, árboles y caminos, ríos, océanos y hasta continentes enteros. Poco a poco, una de las líneas brillantes comienza a enroscarse en torno al borde de una de las líneas más altas, tomando un tono amarillento rojizo. Cuando la línea terminó de entrelazarse, un lento pulso de energía apagó el intenso brillo de las líneas dándolas definición de perfecta imperfección, y comenzó a bañar los huecos entre las líneas de vivos colores. Las montañas y praderas comenzaron a quedar bañadas por distintos tonos verdosos y el blanco de la nieve, mientras que el cielo formaba un arco multicolor que pasaba del intenso naranja al más claro de los azules. Finalmente, el tejado de la casona se tomó un tono rojizo. Las paredes comenzaron a quedarse blancas con un aspecto de cal desconchada. Las piedras de sus bordes quedaron impregnadas de distintos grises. Y por último, la puerta se bañó con un color verde oscuro, sobre la que reposaba un cartel amarillo que adoptó una leyenda con letras grabadas por quemadura que rezaba, "El Niño Borracho".

Luego hubo un chasquido sordo, procedente de ninguna parte. El aire comenzó a soplar con suavidad, como si el tiempo se hubiera detenido hasta ese preciso instante. Tras unos segundos, un resorte metálico resonó en el cerrojo de la puerta, tras lo cual ésta se abrió con un lento y grave chirrido. Un hombre regordete, calvo y con bigote frondoso, con un delantal y un sombrero sucios de polvo y manchas de grasa que le daba un resultante aspecto de mesonero, junto a un pequeño niño muy parecido a él aunque delgado y avanzó con paso dudoso y mirada esquiva hasta que sus ojos se fijaron en el brillante sol de un nuevo amanecer y tuvo que llevarse la mano a su frente para que hiciera de visera. Todo parecía igual, pero distinto a la vez. Angelo Mangiaterra había muerto. Sabía que había muerto. Es más, no sabría cómo explicarlo, pero sentía que había muerto una y otra vez, engullido por la nada, de un modo que no creyó imaginar ni en la más horrible de sus pesadillas. Y su hijo Demio había desaparecido; se lo habían llevado los hombres-rata. Él lo sabía, de algún modo lo sabía. Miró a su hijo y comprendió que él lo sabía también. Comenzó a ventilar sus pulmones con nerviosismo, estiró su gaznate hacia arriba y mirando a los cielos con los puños apretados gritó; Ma che cosa diavolo è successooo?


En este "música de batalla", el primero que hago desde la salida de Warhammer Reforged, quise recuperar un final feliz para las vivencias de Angelo Mangiaterra, el tileano que me ayudó durante tantas entradas a amenizar las mismas. Hoy os vengo a recomendar la música de Adrian von Ziegler. Se trata de un joven y prolífico compositor suizo que distribuye su música en diversas plataformas, además de ofrecer remezclas de sus obras en su canal de Youtube. Su música abarca muchos géneros, desde celta hasta ambient, pasando por un sencillo (pero elegante) metal sinfónico; toda ella diseñada para acompañar relatos o aventuras en mundos de fantasía medieval. En sus discos se nota la evolución tanto de sus capacidades compositivas como los instrumentos (evidentemente informáticos) que utiliza para recrear su música. En cuestión de 4 años ha sacado trece discos y dos recopilatorios, todos ellos dignos de ser escuchados.

Recomendaciones:

Música relajante de fantasía (2 horas)

Recopilación música celta (2 horas)

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