miércoles, 17 de junio de 2015

Guardián del Honor (Capítulo 8, 1/2)


Capítulo 8
Destino inexorable (primera parte)



Un saliente de roca irregular se desmoronó y cayó cuando Ulfjarl se aferró a el, y quedó colgando, con una sola mano, en la pared del acantilado.

Más allá, una condenación envuelta en un velo blanco le hizo una seña; varios centenares de pies envueltos en la niebla qué coronaba su ascenso se arremolinaban, como fantasmas del pantano en una niebla helada. Durante su escalada, pudo ver rostros en la niebla; burlonas y monstruosas visiones que clamaban por su sangre, ir a reclamaban el calor de su alma. El señor de la guerra norscano se rió de cada uno de ellos y continuó avanzando a través de franjas de aguanieve y sonoros vientos que aullaban ante su temeridad.

Ulfjarl balanceó su enorme cuerpo en la cara de los acantilados sacudidos por la tormenta mientras bramaba un rugido que armonizaba con los truenos de la tempestad, y encontró un nuevo asidero. Desde allí siguió ascendiendo, mientras la sombra producida por los rayos bifurcados llenaban cada grieta, cada garganta y cada fisura. Ulfjarl estaba habituado a las inclemencias de los elementos; no eran más que leves obstáculos hacia su inexorable destino.

Finalmente, y tras tres horas de escalada por la pared de la montaña, consiguió coronar la cima y se encontró en una pedregosa meseta. Ulfjarl soltó una bocanada de aire y se puso completamente erguido. Veorik lo estaba esperando a varios metros del acantilado. El misterioso chamán estaba sentado de piernas cruzadas, con la capucha de su andrajosa capa colocada sobre su cabeza. El fino resplandor de sus ojos, como pequeños fragmentos de jade, apenas era visible bajo la capucha. El norscano no podía comprender cómo el chamán había alcanzado la cumbre; no había escalado del mismo modo que él, porque no podía. El cuerpo del chamán era delgado, cochambroso en comparación al del gigantesco Ulfjarl. Aunque poseía una especie de nervuda fuerza física bajo su piel áspera y arrugada. Sus venas estaban marcadas como filamentos de cuerda, y sus tendones estaban tensos e inflexibles.

Veroik había aparecido misteriosamente en la villa de Ulfjarl el día que comenzó a llover fuego del cielo. Al regresar de una escaramuza contra los Bjornlings, el señor de la guerra norscano había contemplado el arco de llamas que cruzaba el cielo como un presagio. Había matado a sus tres compañeros en la partida de caza, con un instinto primitivo que conducía su mano, y llegó a su poblado solo. La devastación lo saludaba. El poblado de Ulfjarl ya no existía. Las cabañas de madera cruda ardían como solitarias señales de fuego, y el olor de la carne quemada impregnaba el aire de un olor aceitoso. Cuerpos ennegrecidos yacían retorcidos y descuartizados en una ciénaga de carnicería; cuero, cabello y metal fundidos con la piel. Ulfjarl avanzó impasible sobre la tierra quemada, incapaz de arrepentirse mientras trataba de comprender qué había podido causar tamaña destrucción. 

Sus botas forradas levantaban volutas de humo mientras raspaban el polvo y la ceniza. El norscano no tardó en encontrar un largo surco que siguió hasta un inmenso cráter humeante, en el cual encontró un enorme meteorito en llamas en lo más profundo de su interior. Fue esto lo que trajo la condenación a su aldea. El calor lo sofocaba, pero fue atraído por el meteorito, al mineral negro como la noche que brillaba como aceitosas venas en la roca. Fue entonces, con su piel enrojecida y empapada en sudor, que Ulfjarl vio a Veorik.

El chamán parecía un espectro de hielo, separándose de las sombras que rodeaban el meteorito de otro mundo como si hubiese sido en algún momento parte de ellas. Al principio, Ulfjarl pensó que era un enemigo, agarrando su hacha de piedra y preparándose para acabar con el marchito espectro antes de que pudiera abordarle. Pero entonces Veorik habló. Aunque él no conocía la lengua del chamán ni el lenguaje sibilino y serpenteante que usaba, unos susurros maliciosos de vieja muerte hicieron que Ulfjarl comprendiera que era su destino seguir a aquel extraño. Ulfjarl había mirado profundamente en sus ojos de color esmeralda y se sintió impulsado a empujar su palma contra la roca. Sintió un dolor agónico en cada fibra de su ser, pero cuando el norscano retiró finalmente la mano, una marca se había grabado a fuego en su carne. Era el símbolo de su destino; una serpiente de tres cabezas.

A medida que los recuerdos se desvanecían, Veorik le hizo señas a Ulfjarl con una garra torcida. El señor de la guerra norscano avanzó deliberadamente a través de la meseta de piedra hasta que llegó donde se encontraba el chamán y se agachó a su lado. Veorik agarró tres vívoras silbantes y las espachurró en su esquelético puño. El chamán ignoró sus protestas, mientras estaba concentrado en su ritual. Tomó una daga curva que tenía guardada en el interior de sus ropajes, y les cortó la cabeza con un único y salvaje gesto, derramando su sangre sobre el suelo escarchado. Un humo carmesí emanaba de sus fluidos vitales y, tras echar a un lado los cuerpos decapitados, Veroik metió la cara en los humos viscerales e inhaló profundamente. Tras esto, pasó su garra por la sangre coagulada, arañando la piedra, como si sus dedos se movieran con voluntad propia. Cuando hubo terminado, Veorik miró hacia arriba y exhaló con una sonrisa mellada que dividía su boca serpentina. Ulfjarl estaba seguro de haber visto también una lengua bífida, saliendo de entre los finos labios del chamán para saborear el aire. Fuera lo que fuese aquello que Ulfjarl había visto, estaba claro por la expresión del chamán que los augurios eran buenos.

Veorik hizo señas de nuevo, y esta vez Ulfjarl ayudó al chamán a levantarse. Su agarre era tan fuerte como la piedra; la aparente fragilidad de su camarada ocultaba su verdadera fuerza. Veroik extendió su brazo fino como un hueso hacia el distante horizonte. Ulfjarl siguió su seña hasta observar una brillante torre de plata, semejante a las torres de vigilancia de los inmortales que habían saqueado al llegar a tierra, solo que ésta era más alta, más grandiosa. Había poder en el bastión de las criaturas con aspecto de duende, Ulfjarl podía saborearlo, y el señor de la guerra norscano tenía intención de hacerlo suyo.

Imperturbable, Ulfjarl se dio media vuelta y caminó de regreso hacia el borde de la meseta. Milagrosamente, y a pesar de que el señor de la guerra norscano no le había escuchado moverse, Veorik ya se encontraba al lado de Ulfjarl mientras oteaba el vacío mientras las nieblas se apartaban como si hubiesen recibido un mandato. Allá abajo, contempló su ejército. 

La Serpiente Huésped había aumentado desde que atracaron en la costa. Lineas de guerreros que portaban el emblema de la serpiente de tres cabezas pisoteaban la nieve de los pasos de montaña, uniéndose a las hordas que ocupaban el pie del acantilado. Varios fuegos ardían con rabia como si de heridas se tratasen sobre la llanura cubierta de nieve justo donde se reunía el ejército. Enormes bestias con el lomo cubierto de escarcha, aullaban pregonando mientras crueles guardianes los azuzaban; los amos de las bestias forcejeaban con los perro rabiosos que tiraban de las correas. Brutales huscarles, fiadores y las tribus bárbaras subyugadas blandían sus estandartes en alto, y esgrimían hachas y lanzas en honor a su señor.

Se trataba de una hueste de miles, de cientos de miles. Las torres de vigilancia de la orilla, donde habían conducido sus navíos con salvaje desenfreno como llevados por un frenesí de sangre, fueron barridas como la paja. Ulfjarl había decapitado a todos sus enemigos, y ordenó quemar todas las edificaciones como advertencia. El miedo se extendería por delante de su anfitrión, debilitándolo, minándolo, drenándolo. Las tribus bárbaras de esta tierra habían tardado poco en reconocer su fuerza, en apreciar ese temor. Cada poblado por el que había pasado aumentó más a la feroz horda. La hora de construcción de su ejército había llegado a su fin.

Ulfjarl levantó sus brazos en alto y bramó su propio nombre. Lo respondió un coro gutural, con la fuerza de miles, reverberando a través de la montaña. Era tan terrible que hasta el viento se encogió, los rayos se apagaron y los truenos dejaron de resonar.

La guerra había llegado, y engulliría a los elfos por completo.

13 comentarios:

  1. Gracias por el esfuerzo y el tiempo dedicado a la traduccion :)

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    1. Gracias a ti por leer. Espero poder traer la semana que viene la segunda parte. :)

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  2. Muy buenas de nuevo chicos, he estado super liado desde hace mucho con el trabajo y mas, a penas he tenido tiempo para leer si quiera. Como siempre buen trabajo y gracias por vuestro curro, Espero impaciente la próxima parte. Saludos.

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    1. No hay de qué. Ahora que ha terminado el verano y ya hay que centrarse un poco le volveré a dedicar tiempo a las traducciones.

      ¡Un saludo! :)

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  3. Eso suena bien, como siempre se agradece el esfuerzo que dedicas para que muchos otros podamos leer lo que nos seria realmente complicado. Un saludo y gracias por todo ;)

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  4. Buenas compañero, como va esa traducción?? la tendremos pronto. Un saludo ;)

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    1. La tendrás la semana que viene, que esta tengo la agenda apretada a más no poder. ¡Palabra de Niño Borracho! ;-)

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    2. Muchas gracias nuevamente por tu esfuerzo, acabo de ver el mensaje. Ahora toca leer la nueva parte jeje. Saludos amigo.

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    3. Como ves, lo prometido es deuda jejej. Un abrazo.

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  5. Muy buena historia, por cierto continuaras traduciendo o se acabó?

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    1. Esa es la intención que tengo, pero no puedo prometer fechas pues entre mis obligaciones con Warhammer Reforged, la vida diaria y otros proyectos de traducción no puedo mojarme en nada fijo... lo siento y muchas gracias por tu interés, te aseguro que estas cosas me animan a encontrar un hueco para ponerme a ello. :-)

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  6. Genial lectura, me encanta tu blog de historias cortas y en especial esta novela, seguiras traduciendola? me he quedado con toda la intriga!!

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    1. Te lo agradezco mucho. Reconozco que esta novela es mi "espinita clavada" en lo que se refiere a mis trabajos de traducción. Dejé apartado este trabajo por la traducción de cómics, pues es un trabajo al cual puedo dar salida al blog en menor tiempo. Y por desgracia, las obligaciones de la Vida Diária(TM) me siguen tomando demasiado tiempo como para ponerme a realizar un trabajo apropiado y contínuo.

      Respuesta corta; Sí, eso quiero. Pero no sé cuando me podré poner a ello.

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