domingo, 9 de febrero de 2014

El cuento de Roreca (1)

Allá por el año 1994, salió a la venta una "Guía de Bolsillo para el Jugador" de Magic the Gathering. En ella se encontraba este relato, escrito por el mismo Richard Garfield en persona. No os hago spoiler al deciros simplemente que resulta un documento bastante curioso, dado que su trasfondo no parece haber cambiado nada.

***
El plano Ergamon no la impresionó con sus picos colosales y fauna exótica. Por supuesto, palabras como "colosal" y "exótico" apenas tenían significado para Worzel, porque ellos presuponían que todo era "promedio" o "normal" en Dominaria, las cuales no eran suposiciones que hiciese Worzel por ahora. De modo que no era una sorpresa que ella no estuviera impresionada. Yo lo estaba, me di cuenta.



Ergamon es un pequeño y escondido plano. Por lo menos es lo que Worzel me dijo, a pesar de que parecía tan inmenso como cualquier otro lugar que ya hubiera visitado. No tengo ni idea de lo que ella entiende por escondido. Para mi escondido es una taberna de mala muerte en la cual pueda escapar de las atenciones, o un mundo de árboles  con una gruta oscurecida por el bosque que la rodea. Para alguien que tiene diferentes formas de ver y viajar entre mundos como Worzel, tal vez los planos pueden estar "escondidos" de algún modo. ¿Pero qué puede oscurecer la visión de un mago que puede ver entre los planos? ¿Algún tipo de plano boscoso? Pensar en lo que Wozel significa suele hacer que me duela la cabeza, así que he aprendido a dejar de preocuparme por ello.

Nos encontrábamos en el fondo de un barranco entre dos de las montañas de Ergamon. La brisa era seca y estaba sutilmente perfumada. La base de la montaña unía el barranco con una ladera negra manchada con los surcos de arroyos goteantes. A unos cien metros del barranco podíamos ver la formación de un río.

Worzel estaba examinando las ruinas de una estructura construida con brillantes rocas negras. Cada piedra era tan grande como un caballo. Ocasionalmente murmuraba alguna clase de conjuro, o tiraba algún extraño instrumento tan fino como el aire con el que podría atravesar la roca. Cuando quedara satisfecha, el instrumento desaparecería. Los Caminantes de Planos viajaban ligero.

Vinimos a Ergamon para buscar lazos. Los magos usan lazos para conectar las tierras de los planos, de las cuales extraen la mayoría de su poder. En cuanto encontramos un lazo, Wozel establece un vínculo con él, y entonces puede extraer maná de ese lazo. Encontrar esos lazos es mi trabajo. Y soy bueno en ello; creo que es porque suelo mantener los pies en el suelo.

Ocasionalmente vamos en busca de algo por lo que ella se interesa, como un dispositivo, un lugar o tal vez una criatura de algún tipo. o una pila de piedras negras. Nunca puedo predecir qué cosas van a interesarla ni qué se pasará por alto. En ocasiones se pasa días examinando algo y luego lo abandona sin comentario alguno. Otras veces pega un grito y me muestra un caleidoscopio de colores emitiendo desde su mano, o una piscina de un líquido chispeante, o incluso aveces algo que ni siquiera puedo ver. Ella dice que esas cosas tienen lazos como los de las tierras, y que también los une a ella. Ya nunca suelo preguntarla qué hacen esos lazos por ella. Hay veces en que entiendo su respuesta, pero la mayoría asiento y muevo mi cola mientras ella intenta expresar algo que no puedo comprender. Otras veces me despacha con una explicación ligera. Sospecho de que ni siquiera ella lo sabe del todo.

Estaba echando un sueñecito, junto a un montón de piedras. Wozel estaba sentada junto a mi, leyendo un pergamino que se había traído de ninguna parte, cuando mi pelaje comenzó a erizarse. Empecé de sorpresa - su campo de alarma acababa de activarse. Eso solía significar que otro mago andaba cerca, lo cual significaba que iba a haber problemas.

Tengo una teoría sobre por qué los magos pelean tanto. Los cachorros pelean cuando los cachorros. Lo llamamos jugar a pelear, pero puede volverse bastante serio. La cosa es que no pueden herirse de gravedad el uno al otro. Su segundo par de dientes aún no ha salido, los sacos de ácido de los machos aún contienen agua y las hembras no han alcanzado su crecimiento álgido. Creo que los magos pelean tanto porque tampoco pueden herirse demasiado el uno al otro. Con una infinidad de lugares a los que huir y su magia personal para protegerlos, los magos no pueden sufrir muchas pérdidas.

Creo que Worzel diría que ella lucha para proteger sus dominios. Sus preciosos lazos están amenazados por otros Caminantes de Planos. Ella también diría que pelea porque la atacan. Eso es cierto, y ella ataca en anticipación a esto. Los Caminantes de Planos hacen amistades, pero los caminos de esas amistades son como los caminos de los planos; inestables y a menudo violentos. Los mejores amigos de Wozel fueron antiguos oponentes de duelo.

Solo había estado en unos pocos duelos por entonces, y Worzel me había contado que si no permanecía atento es posible que no pudiera protegerme o llevarme con ella si se veía obligada a retirarse. También me dijo que si me rezagaba constantemente me daría de lado, a pasear de haberlo hecho tres veces como mucho. De modo que no estaba seguro de a qué distancia mantenerme de ella en estos momentos.

Hizo un gesto y sacó un puñado líquenes llenos de mugre de ninguna parte. El terrón de mugre goteaba, y el liquen parecía tres árboles en miniatura, sobre los cuales colgaba un diminuto arcoíris. Miré hacia arriba y vi un arcoíris real en la distancia. Alcé mi cabeza para ver con mayor claridad: un mapa del tamaño de su mano mostraba ríos corriendo entre sus dedos, y pequeños lagos de montaña reflejaban las nubes. Ella suspiró "Thomil". Su suspiro me hizo tiritar. Sabía que Thomil era otro Caminante de Planos, y que se trataba de uno poderoso por lo que contaba Worzel.

Me acerqué al terrón de mugre, intentando ver a Thomil. Worzel me miró y sopló la parte superior del mapa, elevando una nube de polvo que me hizo apartarme estornudando. Esperó a que la nube de disipara y comenzó a rebuscar frente a ella con ambas manos, como si se estuviera preparando para tocar un harpa invisible. Ya había visto esto antes: estaba reuniendo sus lazos para la batalla. Se podría decir que sus manos y dedos desaparecían y reaparecían, como en un destello. En seguida logré ver algunos de los lazos de las tierras en sus manos. Tomó algunas de las líneas y comenzó a trenzarlas. Puedo ver por qué los magos no mantienen sus lazos trenzados para poder extraer su poder de ellos en cualquier momento. Las energías que crepitan a través de los lazos son inmensas, incluso para aquellos que se mantienen cerca, dejando solo al mago que los mantiene en su mano. Sería como dejar una tetera en ebullición para que pudieras hacer té en cualquier momento. A excepción de que el mago es la tetera.


Worzel tiró del aire como si se tratara de una cuerda invisible. Hubo un estruendo y del aire aparecieron media docena de seres alados. "Scryb's", pensé, y me hice a un lado. Tocaron el suelo y se quitaron el polvo de encima, zumbando de manera furiosa entre ellas. La empalagosa fragancia de aquellas maravillas ligeramente entradas en años colmaba el aire. Una de las Scryb se giró hacia mi y dijo "Kawa buje nor Ro-ree-ka Kamf", pronunciando las erres como lo hacía una Scryb, y todas rieron. No estoy seguro de lo que significa, pero eso fue lo que me llamaron; "Roreca Kamf", que significa capa Roreca. No me gustan las Scryb; una vez varias de ellas me robaron un pedazo de pellejo de mi espalda para hacerse una manta. Worzel lo arregló, pero dolía como un millar de agujas, y dado que su magia curativa no es tan buena como lo pudiera ser, ahora tengo un tatuaje en lugar de piel. Worzel chasqueó sus dedos y apareció una luciérnaga. Las Scrybs aún se reían escandalosamente pero Worzel les echo una mirada fulminante y se calmaron. Worzel ondeó su mano y la luciérnaga se fue a toda velocidad mientras las Scrybs la seguían. La luciérnaga guiaría a las Scrybs a donde Worzel quisiera enviarlas. Esperaba que no regresaran - y las Scrybs raramente lo hacían.

Worzel arrancó el aire con la mano nuevamente y esta vez apareció un oso de ninguna parte, trayendo consigo el frío y húmedo aroma del bosque profundo. Se levantó brevemente sobre dos patas, volvió a posarse y sacudió su hocico ante nosotros. Tras eso apareció de repente otro oso. Los osos siguieron sus propias luciérnagas. No hay ni osos ni Scrybs nativas de Ergamon, pero dado que Worzel no tenía lazos con las criaturas locales debía llamarlas desde otros planos.


Me di cuenta de que Worzel tenía un lazo azul en su mano que aún no había movido. Esperaba que no la hubiera trenzado. En el último duelo fuimos asediados por serpientes marinas, las cuales habían ganado el acceso al plano que ocupamos a través del mismo lazo con la tierra, según Worzel. Todo lo que se es que trenzó el lazo y de repente el mundo tenía titánicos dientes con sarro y unos fríos ojos negros tan grandes como yo mismo. Observé los lazos de las tierras que había trenzado: varios lazos verdes y uno rojo. Los lazos verdes eran de donde procedían las Scrybs y los osos. El lazo rojo podría tratarse de los destellos y truenos que venían de la distancia. Pude ver la manera en que el lazo rojo se tornaba en rojo oscuro y cómo crecía más brillante al compás del sonido del trueno, como una arteria rellena de sangre.

Me preguntaba lo que estaría haciendo ese Thomil, cuando Worzel pegó un agudo suspiro. "Magia negra", la escuché murmurar con una mezcla de sorpresa y decepción. Entonces se oyó el sonido de un estallido procedente del peñasco más cercano, un sonido que me hizo tiritar acobardado: el lamento de un oso siendo atemorizado hasta morir. Me vi a mi mismo aullando antes de recobrar la compostura. Worzel parecía sombría pero no articuló palabra alguna, pues estaba concentrada en sus lazos.

Pude olerlo antes de que se pusiera a la vista en el barranco, algo podrido. Incluso parecía que Worzel había notado el hedor durante un momento. Las criaturas comenzaron a arrastrarse por la ladera hacia el claro en el cual nos encontrábamos. No podría asegurar si se habían marchado a cuatro patas o dos, o tal vez tres; solamente podía asegurar que aquellas bestias ya no estaban vivas, sino que simplemente se movían. Avanzaron con paso cada vez más paulatino hasta que se detuvieron. Los muertos vivientes rechinaron los dientes y clavaron sus garras en las barreras invisibles que los mantenían a raya. Worzel no pudo contener los signos del dolor que sufría al tratar de cerrar la grieta; para ella, repeler aquellas cosas decadentes por si sola era muy costoso.



"¿Dónde estás, Condado Cabralin?", oí que decía con un tono de queja en su voz, mientras continuaba tejiendo. Cabralin era el lugar donde nos encontrábamos poco antes de llegar a Ergamon, un plano pacífico lleno de colinas rocosas y llanuras. El condado era el lugar en el que encontré un lazo blanco. Me percaté de que había trenzado el lazo azul, y miré con nerviosismo a mi alrededor en busca de serpientes. Hizo un gesto hacia el cielo y comenzaron a arremolinarse nubarrones negros, y el viento comenzó a soplar. Señaló a los muertos que seguían forcejeando en la colina, y comenzaron a elevarse hacia el cielo dejando tras de sí una fina lluvia de telas rasgadas y trozos de dientes. Los vi ser engullidos por la tormenta ahora desatada en el cielo. "Lo siento, mis pequeñas hadas", murmuró Worzel. Supongo que también fueron succionadas hacia la tormenta.


(mañana sigue)

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