lunes, 27 de enero de 2014

Ruric Thar (1)


- ¿Por qué los guardias siempre parecen sorprendidos cuando los golpeamos? - preguntó Ruric.

- Creo que esperaban un soborno, - respondió Thar.

Ruric dio un manotazo en la distancia a una andanada de flechas ardientes con su puño jamonero. - Dijiste que iba a ser pan comido. -

- No, tú lo dijiste. Siempre haces lo mismo, - gruño Thar con esfuerzo mientras dejaba escapar un carro de carga.

- Bueno, esos tipos no deben de haberse enterado, porque están peleando realmente duro. -

- ¿En serio? No me había dado cuenta. ¿Entonces tienes un plan? -

- ¿Por qué yo? Siempre has sido el favorito de mamá, en todas sus historias y esa clase de mamarrachadas. ¿No tenían acaso los Ancestrales una respuesta para todo? -

- Deja a mamá al margen de esto. De todas formas, ¿no te enseñó papá algo de lucha? ¿O acaso su Clan Scab no es tan duro después de todo? -



Un grupo de jabalinas rebotó en el pecho del ogro, y tan solo falló una que iba dirigida hacia la cabeza más grande.

- ¡Uaoh! Eso ha estado demasiado cerca. ¡Debemos aplastarlos para salir de aquí!, - gritó Ruric.

- Oh, claro, esa es tu solución para todo. Necesitamos una estrategia. -

- Ooooh, bonita palabra, ¿te la enseñó mamá? -

Una ola de infantería acorazada se cerró sobre la gigantesca figura de Ruric Thar con un sonoro crujido. Durante unos instantes, el aire se llenó con el sonido del entrechocar de martillos, alaridos y suspiros de agitación. Luego lo siguió un momento de silencio extraño.

- Hay demasiados de esos tipejos del Boros para que pasemos. -

- Podemos con ellos. ¿Qué eres, un gallina?

- ¿Alguien ha dicho gallina? -

- ¿Dijiste tú eso?

- ¿Por qué diría yo eso? -

- Yo lo he dicho. Por aquí. -

Ruric y Thar miraron cada uno hacia un lado. Luego una de las cabezas se echó hacia atrás mientras la otra se agachó, buscando en el suelo.

- Hey, hay un tipejo detrás de nosotros. ¿Qué estás haciendo ahí, pequeñin? - preguntó Thar.

- De modo que siguiéndonos a hurtadillas, ¿eh? ¡Te vamos a hacer puré! - gritó Ruric.

- ¿También tenéiz puré? Tal vez podamoz hacer un trato - dijo con voz alta el harapiento goblin. Llevaba aferradas a tu maltratado cuerpo varias placas de metal abollado y calcinado.

Ruric soltó una carcajada a la par que hundía sobre la infantería una enorme hacha de mano. - ¿Un renacuajo como tu? ¿Qué puedes hacer tú que no podamos hacer nosotros mejor? -

- Puede que zea pequeño, pero tengo grandez ideaz. Enormez. - El escuálido goblin hinchó el pecho y soltó un sangriento escupitajo. - De todoz modoz, no parece que vayaz ganando. -

Thar puso cara amarga. - ¿Y tú quién eres? ¿Con qué planes de batalla nos vienes, rata de adoquín? ¿Abrumar al enemigo con tu hedor? -

- Zería graziozo, - respondió el goblin. - De todaz formaz, yo ze cozaz. Apuezto a que máz que tú. -

- ¿En serio? - bufó Ruric. - ¿Entonces por qué estás ahí parado en vez de estar ganando? -

- Cállate, - gritó Thar, mientras golpeaba a un par de mastines de guerra. Los aullidos resonaron en la plaza. - Tal vez este coleguita pueda ser útil. -

- ¡Zí, ezo ez. Deberíaz tener máz rezpeto. Nozotroz loz Izzet dezcubrimoz el Laberinto, dezpuez de todo. - El goblin se cruzó de brazos, haciendo verse tan formidable como podía parecerlo una lata verdosa de un metro de alto.

- ¿Entonces tú eres su guía del laberinto? -

El goblin resbaló. - Ezcogieron a otro. - Miró hacia arriba con desafío. - Pero yo puedo hacerlo tan bien como cualquiera. Tan zolo me... he quedado atrapado aquí. -

- Y necesitas que nosotros te saquemos. ¿Y qué hay para nosotros? - Ruric frunció el ceño, tras lo cual hizo salir por los aires a varios jek celestes, manchando una pared cercana con salpicones de sangre. - ¡Ow! ¡Le he dado! -

- Squelch ez mi nombre. Eztaba probando ezto... mi último invento. - el goblin tiró con el pulgar de una de las placas de metal, que se cayó sobre los guijarros y se balanceó con gentileza. - ¡Y eztaba funcionando! Tan zolo he tenido un pequeño problema con el aterrizaje. -



- Entonces, ¿cómo se supone que vas a ayudarnos? - Thar torció un labio. Su expresión era difícil de discernir en su rostro lleno de cicatrices.

- Oh, hermano, ¿qué es esa cosa que traen rodando ahora? - Ruric sacudió su enorme cabeza hacia las líneas Boros.

- Es una ballesta. -

- ¿Una bali-qué?

- Una máquina de guerra. Lanza enormes arpones, - dijo Thar. - Grandes como árboles. -

- No me dan miedo los árboles. -

- Bueno, esos árboles muerden. Debemos pararlo antes de que nos paren a nosotros. -

- Tengo juzto lo necezario para ezo, amigotez, - puntualizó el goblin. - Yo oz razco laz ezpaldaz y vozotroz cazcáiz la mía. ¿Qué me decíz? ¿Hacemoz un trato? -


Ruric y Thar rieron a la vez, en alto e implacables. - Oh, claro, estaremos muy agradecidos, - dijo Ruric, - cuando nos salves el pellejo, -finalizó Thar.

- Me tendréiz que devolver el favor a cambio. Cualquier coza que oz pida. Zea lo que zea. Y una gallina. No, doz. ¿Oz vale? -

- Que si, que si, ve allí y utiliza esa poderosa magia goblin tuya. -

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