lunes, 23 de septiembre de 2013

Aventuras por el Viejo Mundo (capítulo 13)


Decimotercera entrada
La situación

Nos encontrábamos a salvo por el momento, descansando del fatigoso viaje en compañía del último reducto de enanos de Karak-Azrizungol. Por fortuna para nosotros, Heimrich y yo portábamos suficientes pruebas de nuestra amistad con el pueblo enano para que no me volasen la cabeza en pedazos, entre otras cosas. Tan solo quedaban con vida unos cuantos enanos, una sacerdotisa de Valaya y uno de esos enanos que vagan por el mundo buscando la muerte en un glorioso combate para expiar los pecados que cometieran. Aunque el hedor a enano enclaustrado se había juntado con la peste a ogro de Grotón, había que reconocer que yo mismo tampoco olía demasiado bien que digamos. Por fortuna nos encontrábamos en la parte más alta del fuerte y por las paredes agrietadas por los cañonazos se filtraba cierta brisa.

Mientras recuperábamos nuestras fuerzas comenzamos a hablar con los enanos. En vista de los servicios que habíamos prestado al pueblo de los enanos en el pasado, se mostraron relativamente cordiales a la hora de informarnos de lo que estaba ocurriendo. Por lo visto los siniestros enanos que nos habíamos encontrado anteriormente habían sido en efecto enanos, pero hacía mucho tiempo de aquello. Algo le ocurrió a una ambiciosa expedición de enanos que partió hacia Zorn Uzkul, una yerma tierra al norte de las Montañas del Fin del Mundo, en busca de mayores riquezas y con el paso del tiempo dejaron de tener contacto con sus parientes perdidos. Algo les ocurrió, algo cambió en ellos y más adelante volvieron a aparecer pero transformados en los crueles y despiadados seres que habíamos visto.

- Ah, la vacuidad del ser... – dijo Grotón, que estaba tumbado en uno de los bancos de piedra, al contemplar uno de los cuerpos de skaven fritos que había sacado de su bolsa mientras masticaba otro a dos carrillos, logrando atraer hacia sí durante un momento todas las miradas que había en la habitación.



Tras aquel breve aunque intenso lapso, nuevamente los enanos prosiguieron con su historia. Nos hablaron de manera escueta sobre su traición a los dioses, de su relación con los pieles verdes Hobgoblin y de sus métodos esclavistas. Lo ocurrido en Karak- Azrizungol no era más que otro ejemplo de cómo los Enanos del Caos arrasaban y consumían todo aquello que se ponía a su alcance. La mayor parte de la población de la fortaleza eran trabajadores que fueron apresados y obligados a hacer funcionar las forjas sin descanso, mientras que los soldados ya habían muerto durante el asedio. Además apenas hubo soldados para defender la fortaleza, ya que ésta había sido retomada de las garras de los Skaven apenas un año antes, de modo que aún estaba en labores de reconstrucción y desinfección. Por si esto pareciese poco, según unos informantes el grupo que había tomado el emplazamiento era aproximadamente un tercio del ejército de Enanos del Caos y Hobgoblins que ahora se estaba aproximando con la intención de consolidar su conquista.

Uno de los enanos más ancianos y que había pasado desapercibido todo el tiempo en una esquina se acercó a nosotros y nos sugirió que intentásemos llegar al templo de Valaya de la fortaleza; no solo para intentar recuperar todos los tesoros del pueblo enano que nos fuera posible, sino también para recoger todas aquellas protecciones rúnicas que les permitirían seguir resistiendo el embate de sus enemigos hasta que llegaran los refuerzos. Fue entonces cuando el matador, que había permanecido tan callado todo aquel tiempo, se nos presentó como Stullgrim el Matador. Había llegado por azar de sus viajes a la fortaleza un par de días antes a nosotros y los enanos supervivientes le hicieron ver que no hallaría ningún tipo de gloria encontrando la muerte enfrentándose a un ejército. Se ofreció en ayudarnos a escoltar hasta las puertas a Valiria, la acerdotisa, ya que ella era la única con el poder de abrir y sellar nuevamente las protecciones del templo. No nos pareció la mejor de las ideas pero dada la situación era lo mejor que podíamos hacer, a excepción por supuesto de intentar convencer a los enanos de abandonar furtivamente Karak-Azrizungol, una tarea que sería increíblemente más difícil y puede que igual de peligrosa.

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