sábado, 15 de junio de 2013

Os voy a contar un cuento...

Érase una vez un mundo mágico. Puede sonar muy trillado, y en cierto modo lo era. Pero era indiscutiblemente mágico. Estaba rodeado de un halo que brillaba ante los ojos de los jóvenes, jóvenes como mis coetáneos y yo mismo.

Allí, todo irradiaba magia. Era un sueño imposible, una fantástica amalgama que se mantenía unida en un equilibrio precario, tan sólo gracias a una cábala de cuentacuentos. Aquellos cuentacuentos habían tejido el mundo con sus historias, ecos de muchas otras historias que había oído, que habían pasado de generación en generación de cuentacuentos. Y aquella cábala seguía narrando sus historias, y mientras lo hacían, miles y miles de jóvenes en todo el mundo dieron sustancia a aquel mundo con la materia prima de la magia: imaginación.

Y aquel mundo cobró vida, y surgieron héroes y villanos, terribles crímenes y épicas gestas. Pero aquel constructo imaginario, el mundo de fantasía creado por las historias de los cuentacuentos y fraguado en la imaginación de aquellos que se sumergieron en las historias, tendría que vérselas con otro producto de la imaginación humana, de una índole muy diferente.



El poder de la imaginación para crear y para creer es enorme, y si puede alzar mundos enteros de la misma sustancia de la fantasía, también puede traer a la misma realidad algunos de los peores sentimientos de la humanidad. Un concepto imaginario había cobrado entidad, y se había materializado en la misma Tierra. Ese concepto era el dinero. No servía para nada en sí mismo: no se podía comer, ni para bailar, ni para contar historias. Pero cuando, en su imaginación, los humanos comenzaron a creer que sí valía algo, el propio concepto traspasó el velo entre la imaginación y la realidad y entró en nuestro mundo.

Un concepto imaginario que se filtra en nuestro mundo es una mentira. Pero si esa mentira es creída por más y más gente, se acaba convirtiendo en realidad. Y si tú crees que ese papel de color azul que hay en tu mano vale lo mismo que veinte litros de leche, ese papel azul empieza a valer realmente como veinte litros de leche.

Y esa mentira se filtró en nuestro mundo imaginario, de vuelta desde la realidad. Varios de los cuentacuentos comenzaron a creer ellos mismos la mentira, y entonces su visión del mundo imaginario cambió. Los hechos ya no debían acomodar la historia: tenían que plegarse a esa mentira que se estaba convirtiendo en realidad. Los cuentacuentos que se negaron a creerse esa mentira fueron expulsados de la cábala, y la cábala descubrió que podía alterar el mundo imaginario para ganar más. Más dinero, por supuesto. Los cuentos dejaron de importar cada vez menos: ya sólo importaban aquellos papeles de colores con números escritos sobre ellos.



Pero el cuento, cuando deja de ser un fin en sí mismo y se convierte en un  medio para otra cosa, cambia para adaptarse. Y como el fin de los cuentacuentos ya no era contar un cuento sino ganar dinero, el mundo de fantasía se resintió.

Los bravos héroes comenzaron a parecer prepotentes matones. Los villanos se volvieron atolondrados y se dieron a los planes absurdos y estrambóticos. Poco a poco, por todas partes, los jóvenes dejaron de creer en este mundo fantástico. Y el mundo fantástico comenzó a parecer falso. Los héroes y villanos comenzaron a sonar sobreactuados. Las mismas montañas parecían hechas de cartón piedra, y parecía que el cielo tormentoso era un papel pintado. Aquel mundo de fantasía se reveló como lo que era: una mentira. Y se acabó la fantasía, expuesta crudamente a la luz de la realidad.

Y, colorín, colorado, este cuento... ¿se ha acabado?

15 comentarios:

  1. Pero...¿Y la foto del calvo de los billetes?! XD

    Por desgracia el dinero mata muchas cosas. Es una pena, pero es así. De todas formas mientras sigáis imaginando, el cuento no habrá muerto del todo.

    Anímate, resiste y saludotes!!

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  2. Que entrada tan triste, y que metafora tan bonita...
    Lo bueno de la imaginación es que cada uno tenemos la nuestra, y siempre que en nuestro mundo de fantasía haya un trono ocupado por un REY y ese rey seamos nosotros, las guerras, los héroes y las historias sobre grandes hazañas nunca terminaran y la lucha por un mundo mejor sólo tendrá un significado bondadoso y no lucrativo.

    Seguimos quedando magos, que buscamos crear vida y seguimos viendo historias detrás de miniaturas, soñando con aventuras, cerrando los ojos y viendo como pequeños objetos se convierten en montañas y como una mesa puede llegar a convertirse en el valle donde tuvo lugar una gran hazaña, sin que importe quién gano o perdio, quien recibio más, quién llevaba mejores tropas.... si no lo aprendido en esa batalla, y juntos volvian a cantar aquel encuentro, y seguimos dedicándonos a recrear en nuestros cánticos aquellas proezas...

    ¡Que la fantasía nunca muera! :)
    (Me he motivado creo yo)

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    1. Mientras nos queden ganas de contar historias, seguiremos siendo humanos ^^

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  3. Por momentos, me has recordado MUCHO a Michael Ende en cierto libro que supongo adivinas...

    Tendremos que gritar "Hija de la Luna!" por la ventana?

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    1. Más bien creo que tendríamos que gritar: "¡AQUÍ ME PLANTO! ¡BASTA YA!", pero es una opinión personal.

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  4. Me ha recordado a Momo,(que por cierto a ver cuando vemos la peli).Buen relato :)

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  5. Genial, es lo que toca, y mas aun cuando los oyentes del cuentacuentos solo les interesa oir la parte de las 9 siglas y 9 numeros (10 en 40.000)

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  6. que bonito texto! e interesante reflexión...la verdad es que me cuesta plantarme y decir basta...porque la colección de mis minis la quiero mucho...pero cada vez que la miro no puedo dejar de pensar que si quiero jugar con ellos debere comprarme un codex megacaro, un suplemento megacaro, mas minis must have megacaras, etc...y no se que hacer...ya veremos como acaba

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    1. Y quizá acabe pronto; con todos esos rumores de venta de la GW...

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    2. ¡Internet is the only answer! Of course!

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  7. Mientras siga habiendo un lápiz y papel sobre el que escribir. La imaginación nunca terminará.
    Mientras sigan habiendo personas de buena voluntad escribiendo, la imaginación y la fantasía nunca morirán.
    Y, lo más importante, mientras se superen las barreras físicas, se ignore lo existente, y se intente buscar un neuvo límite inexplorado. La historia seguirá hacia adelante.

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