viernes, 12 de abril de 2013

Milenio Siniestro (relato clásico de 40K, y parte 3)

(Ir a la segunda parte)

El gobernador era un hombre alto, de complexión fuerte. En su día había sido un guerrero, y sólo ahora había empezado a engordar. Se frotaba su cuidadosamente arreglada barba de chivo con sus regordetes dedos y ladeó su cabeza con un gesto de curiosidad, como si el que cinco mortíferos marines espaciales exterminadores se teleportaran a su sala de audiencias fuese algo habitual. Leyendo su aura, Stern podía ver que estaba más que loco. Estaba poseído.

Los hombres de la guardia del Gobernador, cuyos rostros de facciones endurecidas daban testimonio de los muchos horrores que habían presenciado, encañonaron a los Caballeros Grises. Murieron casi instantáneamente, barridos por el fuego de los bolter de asalto de las empuñaduras de las armas psíquicas. Los proyectiles caían como la lluvia sobre la tenue aura que rodeaba al gobernador. El poseído rió, y el sonido de su salvaje hilaridad resonó en la ricamente ornamentada sala.

"Seguro que puedes hacerlo mejor, Hermano Capitán Stern" dijo. Stern no dejaba de preguntarse cómo podía saber su nombre. Sin embargo, hacía mucho que se había acostumbrado a los poderes y conocimientos de estas poderosas criaturas, capaces de poseer a cualquier mortal.  En vez de eso, inició el Exorcismo, recurriendo a toda la fuerza de su poderosa voluntad para enfrentarse a la criatura.

Mientras entonaba las primeras palabras del ritual, el Gobernador empezó a contorsionarse. Los músculos de su cuello se tensaron como las gruesas amarras de un barco. Parecía como si serpientes gigantescas estuvieran retorciéndose bajo su piel, deformando la silueta de su cuerpo. De repente, el hombre estalló, lanzando fragmentos de carne por doquier. La sangre salpicó la armadura de Stern. A continuación, ocurrió lo peor.



El esqueleto del hombre todavía se tenía en pie. Todos sus órganos internos estaban a la vista, revelando su pulsante horror. lenta pero constantemente empezó a regenerarse. Los músculos se desenredaron y las venas se desataron. A continuación toda la carne empezó a recombinarse para formar una nueva y horrenda figura. De algún lugar apareció masa adicional.

El monstruo era muy alto; tenía un largo cuello de serpiente rematado con un horripilante cráneo de bestia de presa y unas alas enormes que enviaban el apestoso olor corporal de la criatura contra los Caballeros grises. Una aureola de luz multicolor rodeaba su carne. Era un Señor de la Transformación. Y lo que era peor: era un Señor de la Transformación que Stern ya había visto anteriormente.

"M'Kachen" susurró Stern.

"Te dije que volveríamos a vernos, querido capitán" dijo el demonio con una voz extrañamente suave y seductora.

"Te expulsé una vez y volveré a hacerlo."

"¡Oh, capitán, me decepcionas! ¿No te das cuenta de que sólo estaba jugando contigo?"

"¡En nombre del Emperador, desaparece!" gritó Stern, lanzando un rayo de pura energía psíquica. El demonio trastabilló hacia atrás por el impacto, difuminándose su silueta. Por un instante parecía a punto de desvanecerse, pero logró resistir y su silueta se estabilizó.

"Si eso es todo lo que sabes hacer, capitán, encomienda tu alma al Caos." dijo el demonio sonriendo.

"¡Hermanos, fuego a discreción!" fue la única respuesta de Stern.




3 comentarios:

  1. Un poco repentino, no? De repente el Gobernador es un demonio, su guarida muere explota y se regenera como Señor de la Transformación. Y se lía la de Gorko.

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