viernes, 29 de junio de 2012

El viento del Azyr (relato clásico, parte 3)

(Ir a la segunda parte)


El hechicero negro echó hacia atrás su cabeza y respiró profundamente. Aspiró en las nubes de la Magia Oscura hasta que parecía que su pecho iba a explotar. Una aureola de energía rodeó su cabeza. Los agujeros para los ojos de su yelmo estaban iluminados con un fantasmagórico fulgor rojo. Lentamente, Jurgen exhaló. Hubo audibles jadeos de dolor y gritos de miedo que partieron de la línea Imperial. Avanzó a través del terreno abierto hacia la colina a una velocidad enorme. Kurt estaba tan aturdido que se quedó momentáneamente paralizado, inmóvil por el miedo. No podía pensar en nada. La nube negra se acercó más. El Matatrolls rugió unas instrucciones a sus tropas para que se apartaran. Kurt vio las runas brillando en su hacha y la reconoció como un arma mágica.

El ejército del Caos se había acercado más. Pronto estarían a distancia de carga. Estaban tan cerca que Kurt podía ver los ojos de los enloquecidos guerreros tatuados y la sonrisa que torcía sus labios. Creyó oír las palabras de un lenguaje extraño entre gritos y chillidos. El Ogro Dragón surgió de entre la multitud, lanzando un grito de guerra lleno de odio.

Jurgen gesticuló y envió un mortal rayo de fuego negro hacia el cañón órgano. La tripulación gritó y se cubrió los ojos. Uno intentó apartarse cuando la manifestación de la energía sobrenatural se acercó todavía más. Kurt apeló a su fuerza y lo disipó con un muro de energía azul. La tripulación dejó de gritar e hizo el signo del martillo sobre sus pechos, agradeciendo a Sigmar su ayuda.

Mientras la nube negra atravesaba la línea de enanos, cuerdas negras los arrastraban al interior de la niebla. Un tentáculo rodeó al Matatrolls que luchaba frenéticamente. Separó sus pies para afianzarse. Grandes fibras musculares aparecieron en su cuello y espalda mientras golpeó con su hacha para liberarse del tentáculo. La nube negra se movía colina arriba hacia el cañón órgano.




Aunque fatigado, Kurt trató de encontrar la fuerza suficiente para lanzar su siguiente hechizo. El cansancio estaba empezando a actuar. Sus extremidades estaban débiles, carentes de fuerza. Su corazón latía fuertemente y su respiración era entrecortada el sudor empapaba sus ropas y el frío viento había empezado a entumecer su cuerpo. Se sentía como si hubiera corrido durante cincuenta kilómetros.

¡Un momento!, el viento frío, eso es. Trató de recordar las palabras del hechizo que le permitiría dominar el viento, y las entonó con toda la fuerza que pudo reunir. Ahora podía ver las formas oscilantes del viento. Pequeños ciclones y anticiclones, remolinos, espirales y corrientes de aire eran visibles a sus ojos. Las arremolinó juntas con sus palabras y las envió hacia la nube negra con un gesto.

El golpe de viento aumentó de fuerza al avanzar. Penetró en la nube negra, haciéndola retroceder hacia las líneas de la horda. Al retirarse, los esqueletos de los enanos que había atrapado cayeron de su interior. Sus armaduras estaban picadas y corroídas por el ácido, y los cráneos blanquecinos parecían mirar a través de sus yelmos. En el flanco derecho, los Caballeros Pantera cargaron contra las líneas enemigas. Ningún Hombre Bestia podía resistir el embate de las lanzas de caballería propulsadas con toda la fuerza de los caballos de guerra. El flanco derecho del ejército del Caos comenzó a derrumbarse. Los cañones despedazaban las masificadas líneas de guerreros, haciendo estragos. Los cuerpos volaban por los aires a causa de los impactos. El cañón órgano disparó varios proyectiles. Múltiples impactos atravesaron la línea del Caos, fragmentando los cuerpos con el impacto antes de que se fundieran los sobrecalentados proyectiles. El Ogro Dragón se elevó en lo alto y casi cayó. Las armas de fuego rugieron y las ballestas fueron disparadas. A tan corta distancia no podían dejar de provocar efectos devastadores.

Jurgen gesticuló. Zarcillos de noche surgieron de sus manos e impactaron en los cuerpos de los caídos. Los muertos se levantaron como marionetas con sus hilos reparados, controlados por un nuevo titiritero. Un hombre con un virote atravesado en el ojo caminaba al lado de un Hombre Bestia cuya carne era una masa de pulpa machacada. Se les unieron cadáveres andantes que se sostenían las entrañas de sus estómagos perforados con una mano y el arma en la otra. Los esqueletos de los enanos se pusieron de pie y se unieron a las filas del enemigo.

Un gemido de terror recorrió la línea Imperial. La nube negra atravesó las filas del Caos propulsada por el viento que Kurt había invocado. Intentó tragarse a Jurgen y al Señor de la Guerra del Caos. Jurgen se apartó a un lado, pero el Señor de la Guerra no fue tan afortunado. Múltiples tentáculos convergieron a su alrededor y lo atrajeron, mientras maldecía y vociferaba hacia la voraz nube.

Una vez más, Kurt invocó el rayo, y lo envió para que golpeara a uno de los demonios femeninos con garras. Por un momento éste permaneció completamente quieto; entonces brilló y desapareció en una nube de almizcle que se sobrepuso a todo.

La horda del Caos penetró en las líneas Imperiales impertérrita ante la pérdida de su general. Las armas entrechocaron, metal oxidado centelleó al impactar el hierro forjado enano. El Ogro Dragón y las Diablillas atravesaron a los enanos que quedaban. El Matatrolls atacó al gigantesco Ogro Dragón, que lo envió rodando hacia atrás con un golpe de su cola. Se volvió a poner en pie y rodeó cuidadosamente con el hacha preparada para golpear. Las Diablillas eliminaron al último de los soldados enanos. Todo lo que quedaba entre ellos, los cañones y Kurt era un cañón órgano y su dotación. Hasta Kurt sentía el embrujo de su hipnótica belleza. Quizás no sería tan terrible morir bajo los amorosos cuidados de esas bellas garras.

Más tropas del Caos penetraron a través del agujero de la línea Imperial. En la parte inferior de la colina, hacia la izquierda, los pistoleros soltaron sus armas y huyeron perseguidos por una ululante banda de Hombres Bestia. A la derecha, la Reiksgard era aniquilada por renegados humanos. Parecía que los Caballeros Pantera estaban atrapados en un arremolinado cuerpo a cuerpo. Oyendo los gemidos de los moribundos, mientras los Hombres Bestia aniquilaban a los artilleros que huían, Kurt empezó a pensar que todo estaba perdido. Las tripulaciones de los cañones realmente lo pensaban. Viendo desmoronarse la línea Imperial, habían huido. Kurt estuvo tentado de unirse a ellos.

De repente, vio al hechicero del cuerno cabalgando hacia él entre nubes de polvo. Su atención se centró hasta que parecía que en el mundo solo existían él y el extraño de la armadura. Se concentró en el enemigo y reunió todo su poder para el golpe final. Usaría la Tormenta de Shemtek. Se controló en su interior, acumulando el ardor de su odio y su miedo. Se obligó a sí mismo a permanecer de pié para enfrentarse al hechicero negro y cruzar las miradas. Por un momento lo reconoció y eso fue suficiente.

Kurt rugió las palabras finales del hechizo, abrió al máximo sus brazos y descargó toda su energía de golpe. Sus ojos ardían. Vientos tormentosos rugieron dentro de su cerebro. Abrió la boca para gritar y salieron rayos de color azul. Su pelo se erizó y su capa ondeó al viento. Le pareció que su piel ardía, como si se estuviera pelando para descubrir el corazón fundido de su ser. Luchó para mantenerse consciente. Su piel se agrietó y saltaron chispas, cientos de pequeños rayos surgieron de su piel, golpeando el aire y volviendo a unir su deteriorado cuerpo. Concentró todo su poder en el enemigo y lo liberó. Pareció como si todo su cuerpo fuera a desgarrarse mientras el tormento de energía surgía hacia adelante.

Mientras caía, vio como un rayo golpeaba a Jurgen. Otros rayos impactaron en las Diablillas y atravesaron las filas del ejército del Caos. Entonces su cabeza le pareció explotar y se derrumbó en la inconsciencia. Para Kurt la batalla se había acabado.

(Mañana la conclusión)

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