sábado, 5 de noviembre de 2011

La llanura de los Huesos

Al norte de Nehekhara y al este de las montañas del Fin del Mundo yace la Llanura de los Huesos. Se trata de una tierra desértica, despojada de vegetación por las ráfagas de viento contaminado que sopla desde el norte, arrastrando la polución de los hornos y factorías del imperio de los enanos del Caos, que se encuentra en el borde norte de la llanura, donde la torre de Gorgoth vigila constantemente los yermos de Azgorh. El borde sur termina en las arenas contaminadas que son bañadas por las venenosas aguas del mar Amargo.

La llanura de los Huesos es un desierto de arena refractaria multicolor de la cual emergen a veces enormes cajas torácicas de tamaño muy superior al de un hombre. Pues este es el lugar al que los dragones vienen a morir, para que sus huesos reposen junto a los de sus ancestros tal y como lo llevaban haciendo desde antes de que ninguna otra criatura sintiente hubiese caminado por el mundo.

Aquí yacen los huesos de los grandes dragones ancestrales: costillas largas como colinas, cráneos del tamaño de torreones y fémures del grosor de enormes robles. Esos huesos datan de la era dorada de la raza de los dragones, antes de empezar su largo declive. Los dragones actuales, incomparablemente más poderosos que cualquier miembro de otra raza, son pigmeos en comparación con sus ancestros.

Hasta los días de la irrupción del Caos en el mundo, los dragones volaban hasta esta tierra desolada cuando sentían que sus días en el mundo estaban terminando. Al final de su último vuelo, caían muertos en la llanura. Nadie sabe qué instinto los llevaba hasta aquí, pero a través de los milenios literalmente decenas de miles de dragones llegaban aquí con su último aliento. Esto continuó así hasta que el portal del norte se quebró y liberó el Caos al mundo, y los vientos del Caos se filtraron en los cadáveres de los dragones.

De este modo, los dragones muertos se alzaron una vez más, con sus ojos brillando con una luz antinatural, y sus huesos visibles a través de sus pellejos desgarrados. Estas criaturas aún vagan por la llanura de los Huesos, malignas y despiadadas, guiadas por ansias antinaturales. Los dragones son criaturas orgullosas, y no desean someterse a tal destino, y desde entonces ya no han vuelto a venir aquí al final de sus días.

Entre los huesos de los dragones yacen otros huesos, atraídos a esta tierra oscura por la promesa de riquezas ilimitadas, puesto que para aquellos dispuestos a asumir los riesgos, la llanura de los Huesos es una fuente de tesoros inconmensurables. Para ayudar a su digestión, los dragones tragan gran cantidad de oro y gemas, que se quedan en sus estómagos para moler las grandes cantidades de comida que un dragón debe ingerir para seguir con vida.

Cuando los dragones mueren, sus brillantes cuerpos suelen contener tesoros dignos de un rey para todos aquellos lo suficientemente imprudentes o idiotas como para intentar apoderarse de ellos. En una tierra abrasada por el inclemente sol, sin ninguna fuente de agua potable y poblada de miles de escorpiones venenosos y monstruos mutantes, la muerte llega fácilmente. Algunos mueren al beber de los pozos envenenados; otros se convierten en las presas de los terribles dragones zombi. Muchos mueren porque la avaricia les lleva a olvidar las más elementales técnicas de supervivencia. Sus huesos blanqueados yacen en las arenas de este lugar, probablemente el más inhóspito del mundo.


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